Para un adolescente de principios de la década de los ochenta del siglo pasado la película Blade Runner supuso un antes y un después. Se presentaba ante nosotros un mundo que apenas sí habíamos imaginado en traducciones de novelas americanas en las que se vislumbraba un futuro lleno de avances tecnológicos.
Sí, es cierto que "La guerra de las Galaxias" había variado nuestra mentalidad y que abrió una puerta nueva a nuestra visión del universo, pero el Harrison Ford, Rick Deckard, de "Blade Runner" era algo más, era el futuro, pero en la tierra. Es cierto que intentamos, quienes además del cine disfrutábamos de la lectura, ahondar más allá y sumergirnos en la mente de Philip K. Dick y su ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, pero fue en vano, el cine había creado en nosotros un espacio que difícilmente podía ocupar la literatura.
Luego muchas lecturas empezaron a llenar algunos vacíos, pero siempre había un carga emocional que parecía impedir que esa parcela de la ciencia-ficción se cubriese del todo.
Hasta que llegó Rosa Montero, entusiasta también de "Blade Runner", y nos recuperó los replicantes y esa atmósfera que tan magníficamente supo plasmar Ridley Scott en su película.
Y hablando de atmósfera, Rosa Montero la crea de tal forma que el Madrid de 2109 que aparece en su novela se hace real desde la primera página. Hay cierto sosiego (en comparación con el antecedente cinematográfico) y un tratamiento creíble de la situación, no en vano se siente la experiencia acumulada en más de tres décadas. El agua es un bien escaso, el teléfono móvil dirige la vida y la economía, el aire limpio está revalorizado en extremo y un largo etcétera que autentifica la historia, que logran crear un ambiente propio y real.
Hay, además, una marcada huella de la pasión que la autora tiene por "Blade Ranner". No solo porque la narración sea apasionante, sino que cada frase, cada párrafo transmite esa sensación de estar viviendo en el mundo que aparece en la película.
Aunque eso sí, el mayor logro de la novela se encuentra en su protagonista, Bruna Husky, la tecnohumana que, como el replicante del film (interpretado por Rutger Hauer) tiene una fecha concreta de caducidad. Por cierto, cuesta mucho despejar de la mente la imagen de la rep interpretada por Daryl Hannah, pues las primeras descripciones te acercan a la imagen que de ella tienes en la memoria.
Lágrimas en la lluvia es una buena historia contada bien, que por supuesto debe mucho, o todo, al cine, pero con una trama bien construida y con la intriga necesaria para que el lector sienta la necesidad de comprobar en qué acaba. Particularmente en ningún momento me he sentido ajeno a la lectura, ni siquiera he sentido que algo faltaba, he seguido los pasos de la detective Husky, he sentido su violencia, su miedo e, incluso, la ironía de muchos de sus actos.
La acción trepidante que nos envuelve se interrumpe repetidamente con la aparición de unos informes "clasificados" que antes que romper la narración lo que hacen es autentificarla, ya que a través de ellos el lector conocerá la situación del planeta, la historia y los acontecimientos que han creado el presente en que discurre la historia. Hay aquí un notable aporte crítico de la autora que incide en una situación caótica causada por el hombre
Luego muchas lecturas empezaron a llenar algunos vacíos, pero siempre había un carga emocional que parecía impedir que esa parcela de la ciencia-ficción se cubriese del todo.
Hasta que llegó Rosa Montero, entusiasta también de "Blade Runner", y nos recuperó los replicantes y esa atmósfera que tan magníficamente supo plasmar Ridley Scott en su película.
Y hablando de atmósfera, Rosa Montero la crea de tal forma que el Madrid de 2109 que aparece en su novela se hace real desde la primera página. Hay cierto sosiego (en comparación con el antecedente cinematográfico) y un tratamiento creíble de la situación, no en vano se siente la experiencia acumulada en más de tres décadas. El agua es un bien escaso, el teléfono móvil dirige la vida y la economía, el aire limpio está revalorizado en extremo y un largo etcétera que autentifica la historia, que logran crear un ambiente propio y real.
Hay, además, una marcada huella de la pasión que la autora tiene por "Blade Ranner". No solo porque la narración sea apasionante, sino que cada frase, cada párrafo transmite esa sensación de estar viviendo en el mundo que aparece en la película.
Aunque eso sí, el mayor logro de la novela se encuentra en su protagonista, Bruna Husky, la tecnohumana que, como el replicante del film (interpretado por Rutger Hauer) tiene una fecha concreta de caducidad. Por cierto, cuesta mucho despejar de la mente la imagen de la rep interpretada por Daryl Hannah, pues las primeras descripciones te acercan a la imagen que de ella tienes en la memoria.
Lágrimas en la lluvia es una buena historia contada bien, que por supuesto debe mucho, o todo, al cine, pero con una trama bien construida y con la intriga necesaria para que el lector sienta la necesidad de comprobar en qué acaba. Particularmente en ningún momento me he sentido ajeno a la lectura, ni siquiera he sentido que algo faltaba, he seguido los pasos de la detective Husky, he sentido su violencia, su miedo e, incluso, la ironía de muchos de sus actos.
La acción trepidante que nos envuelve se interrumpe repetidamente con la aparición de unos informes "clasificados" que antes que romper la narración lo que hacen es autentificarla, ya que a través de ellos el lector conocerá la situación del planeta, la historia y los acontecimientos que han creado el presente en que discurre la historia. Hay aquí un notable aporte crítico de la autora que incide en una situación caótica causada por el hombre
Estupenda novela; te atrapa la historia, el ambiente, la protagonista...
ResponderEliminarMuy interesante.
Luis Nuevos Rumbos
Y sorprendente por la forma que tiene de crear un espacio que, aunque conocido, parece engrandecerse a medida que el libro toma cuerpo.
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