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domingo, 17 de febrero de 2013

INTEMPERIE. Jesús Carrasco



No voy a descubrir ahora que hay apuestas literarias a las que la publicidad convierte en éxito casi de inmediato. Ni siquiera que hay autores que ya, desde que se anuncia su próxima novela, tienen un buen número de ventas aseguradas. Pero sí suele ser extraño, muy extraño, que un autor novel encuentre una aceptación internacional antes incluso de publicar la novela.
Eso es lo que ha ocurrido con la novela de Jesús Carrasco, pues en toda Europa se hablaba de ella antes de estar publicada. Países tan dispares -en cuanto a la lectura- como Francia, Inglaterra, Alemania o Brasil compraron los derechos antes incluso de que la obra estuviese publicada en España.
Así que no es raro que muchos acudiésemos a la lectura de "Intemperie" inmersos en una serie de incógnitas que, por desgracia, no siempre se despejan de manera positiva.
Por suerte, desde la primera página las expectativas se vieron gratamente recompensadas con una narrativa inteligente y, lo que es más extraño, consecuente. Bien es cierto que, como ya apuntaban las primeras palabras sobre el libro, nos recuerda al Miguel Delibes de "Las ratas" y al Cormac McCarthy de "La carretera", me atrevería a decir que incluso al Avelino Hernández de "Los Hijos de Jonás" y de otros autores castellanos que muestran el desasosiego y la dureza de un medio en el que prima la supervivencia. Pero también aporta algo más, la hermosura de la angustia y la atemporalidad de un espacio y unos personajes que no necesitan nombres.
Sol, calor, sequía y dolor son aquí síntoma de vida y superación, con un magnífico dominio de lenguaje y en el que cada palabra, cada párrafo aparecen en sus justa medida. No sobra nada, ni falta nada. Imágenes que cortan la respiración esconden la mayor de las ternuras cuando aún el lector no se ha recuperado. Y ahí, en ese manejo del tiempo narrado es donde mejor demuestra el autor su dominio de la narrativa, en poner pausa cuando el lector quiere correr y aceleración cuando el lector pretende que la historia avance  lentamente.
Un novela inolvidable, que atesora en sus páginas la belleza de la soledad. En un mundo en el que manda la violencia, en un espacio donde todo suena a dolor, el autor es capaz de dibujar, no tanto el retrato de la esperanza, sino el paisaje de la propia vida. 
La dureza, el dolor, la angustia de la lectura se verá recompensada con momentos de gran lirismo que engrandecen, aún más si cabe, la novela. Una novela de sentidos, donde el olfato, el oído y la vista se intensifican a cada instante.

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