QUÉ LEO HOY:

QUÉ LEO HOY: Sugerencias, debate, crítica, opinión...

martes, 25 de noviembre de 2014

INFERNO. Dan Brown




Leí El código da Vinci como una novela de intriga y misterio, entretenida y de ágil lectura unos meses antes de que se convirtiera en una de las novelas más leídas, y debatidas, del mundo.
Sinceramente no le supe sacar el partido "esotérico" o "religioso" que tanto dio que habla después y muchos de los comentarios sobre su lectura me resultaban chocantes en exceso. Pero hay que reconocer que gracias a la novela se engancharon muchos lectores y era fácil comprobar en cualquier aeropuerto, playa o piscina lectores de distintas nacionalidades con el libro de Dan Brown entre manos.
Con el mismo propósito leí Ángeles y demonios y recuerdo que Robert Langdon volvió a entretenerme y punto, pero ya era consciente que sus aventuras habían dejado de interesarme, aunque vuelvo a repetir que todo lector puede buscar en cualquiera de sus novelas (ficción y no realidad como algunos llegaron a interpretar) un buen entretenimiento.
Ni el Símbolo perdido, La fortaleza digital o el propio Inferno estaban dentro de  mis posibles lecturas, pero cuando estás de viaje en el extranjero es difícil elegir cuando has acabado con las seleccionadas. Así que recibí con naturalidad la última de las novelas de Dan Brown.
Hasta ese momento no me había parado a observar la portada del libro para descubrir los tejados y las cúpulas de Florencia, ni siquiera que la sombra de Dante y su obra sobrevolaba por las páginas del libro. Eso sí, tuve que hacer un notable esfuerzo para borrar de mi mente la figura de Tom Hanks, pésimo interprete de Robert Langdon en la gran pantalla y que nada se ajusta a la imagen que yo me había creado en la cabeza.
La trama me enganchó de inmediato y me sumergí en la aventura como un acompañante del propio Langdon, intentando adivinar qué es los que se ocultaba tras el misterio que empezaba a dibujarse. Pero la absurda necesidad de querer demostrar el conocimiento tanto la obra de Dante como de los escenarios en que se mueven los protagonistas de la novela  empezaban a cansarme.
Hasta tal punto que las explicaciones me resultaban recargadas, repetitivas e innecesarias para la lectura del libro. Es posible que al conocer Florencia, la distribución de sus calles y sus monumentos, muchas de las explicaciones se me antojaron innecesarias, máxime cuando luego algunas no aportaban nada a la trama.
Aunque no conozco Venecia y me pasaba lo mismo, eso sí, en menor medida dado que la trama apenas se desarrolla en esta ciudad.
Quizá lo que más rabia me da es que una novela de intriga y misterio, que podría ser un buen entretenimiento queda recargada en exceso. Vamos que quitando cien o ciento cincuenta páginas la novela no se habría resentido y la lectura habría sido más cómoda y ágil. No voy a negar que seguro habrá quien agradezca las descripciones y los detalle, incluso que tras la lectura se sientan atraídos por los escenarios que aparecen en la novela, pero en mi opinión un libro de estas características debe prescindir de aquello que no favorece la trama ni la puesta en escena de la misma.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

LOS CRÍMENES DEL MONOGRAMA. Sophie Hannah



Si algo no faltó en mi casa fueron libros. Desde mis primeros recuerdos las estanterías llenas de libros de todo tipo pueblan mi memoria hasta casi recordar la ubicación de cada uno de ellos. Y si algunos destacaban por encima de los demás eran las novelas de Zane Grey (quiero acordarme de Huracán y La gran caravana) de la Editorial Juventud, las obras completas de Julio Verne encuadernadas en piel (no recuerdo bien la editorial, pero sí que mi madre siempre tenía alguno de aquellos tomos rojos y gruesos entre manos) y las novelas de Agatha Christie editadas por Molino, no solo estaba la colección completa, si no que incluso había títulos repetidos para tener siempre a mano un buen  regalo en caso de cumpleaños o celebración inesperada.
Así que recibir la noticia de una nueva aventura de Hercules Poirot, a pesar de tener una extraña preferencia hacia Mrs. Marple, supuso una oleada de sensaciones difíciles de explicar. Por una parte la alegría de poder recuperar uno de esos mitos que siguen tan vivos como en la primera lectura (las nuevas reediciones de RBA han logrado en estos últimos años volviese a leer a Agatha Christie sin tener que recurrir a los desgastados y oscurecidos libros de la casa de mis padres), Poirot y la misma Agatha Christie. Y por otra la desconfianza de que alguien que no fuese la autora original desenterrase la figura del detective Hércules Poirot, máxime cuando este falleció en la novela Telón publicada en 1975.
Un halo de desconfianza se apoderó de mí desde el principio, hasta tal punto de no sentir atractivo alguno por leer la novela. Pero claro, hay algo que a los lectores nos impide abstraernos de algunos libros ciando los tenemos delante, como si estos tuvieran el suficiente carisma como para que resulte imposible no sentir un atractivo especial.
Así que tras varias miradas, colocaciones y recolocaciones caí en la trampa y comencé a ojear el libro. Planeta no es tonta y colocó la firma legible y clásica de la autora inglesa en la parte superior de la portada y el lomo, destacando por encima de la autora de la novela, la hasta ahora desconocida, al menos para mí, Sophie Hannah. Las esquinas redondeadas del libro, los colores dorado y negro y el relieve de la portada hacen de Los crímenes del monograma un libro sumamente atractivo, a lo que hay que añadir una letra de gran tamaño que se hecha en falta en otras publicaciones actuales.
Poirot ya aparece en la primera página, con lo que es inevitable quedar subyugado desde esta y avanzar la lectura con la increíble excusa de ver cómo está escrito el libro. Cuando te quieres dar cuenta ya formas parte de la historia y has vuelto a quedar prendado del detective belga, al que, para que voy a negarlo, siempre he querido estrangular por esa suficiencia y esas manías tan particulares sin las que no sería quien es pero que en más de una ocasión lograr llenar de nervios tanto la escena como al lector.
Sophie Hannah ha logrado, al menos durante la lectura, rápida y ágil, que me olvide de todo tipo de suspicacias y me convierta en un espectador de lujo de la acción, acompañando no solo a Poirot en su investigación, sino a todos aquellos personajes que se mueven en la novela al margen del detective, en espacial el detective Edward Catchpool de Scotland Yard.
Quizá lo único que ha cambiado respecto a lecturas anteriores de cualquiera de las novelas de Agatha Christie, incluso en segundas y terceras lecturas, es que esta vez no he sabido quién era el asesino. No digo hasta el final por que si algo me caracterizaba como lector de Agatha Christie era que siempre acertaba en señalar al asesino o asesina por el simple hecho de señalar a cada uno de los personajes que iban apareciendo en la novela. Lo peor de todo es que dicha acusación siempre estaba llena de argumentos sólidos que la hacían irrebatible hasta que entraba en escena otro personaje. Vamos, que siempre caía en la trampa de la escritora y me dejaba seducir y claro, si has señalado a todos los personajes como culpables, salvo a los investigadores, a la fuerza has tenido que acertar en un momento con el nombre del asesino u asesina.
Y en esta ocasión no he tenido ese problema, he seguido la lectura con fluidez, me ha seducido la intriga, incluso he llegado a imaginarme escenarios y personajes y no he podido dejar la lectura hasta que el detective no ha descubierto el rostro del asesino múltiple.
Hannah ha sabido mantener el espíritu de Agatha Christie y de su personaje, Hércules Poirot, describiendo con todo lujo de detalles cada uno de los escenarios en que sucede la historia, logrando que el lector pueda imaginar cada uno de los rincones que refleja la novela y dibujando a la perfección a todos los personajes, invitando a que nuestra imaginación ponga su rostro en todo momento. Incluso ha sabido crear la atmósfera de los años veinte ingleses con una prosa engolada y ampulosa que antes que resultar cansina o recargada ayuda a crear el ambiente necesario en que transcurre la novela.
Una novela entretenida que logra que el lector se sienta en todo momento cercano a Poirot, que le perdone su extravagancia y particularidad rayana en la pedantería y que convierta a Catchpool en el mejor narrador posible, hasta tal punto que en más de una ocasión existirán tentaciones de hablar con él a espaldas del detective belga.