QUÉ LEO HOY:

QUÉ LEO HOY: Sugerencias, debate, crítica, opinión...

martes, 10 de mayo de 2016

ANDARÁS PERDIDO POR EL MUNDO. Óscar Esquivias


He dejado intencionadamente que el tiempo reposase la lectura del último libro de relatos, o de cuentos, de Óscar Esquivias por la necesidad de que muchos de ellos se asentasen y evitar así perder la sensación de unidad que los envuelve. Y también, por qué no decirlo, para impedir que jugase en desventaja frente a las exquisitas lecturas de la trilogía Inquietud en el Paraíso, La ciudad del Gran Rey y Viene la noche.
No hace muchos días, cuando me pidieron recomendación sobre con qué empezar a leer a Esquivias no dudé un instante en señalar la mencionada trilogía, a pesar de observar en el narrador burgalés cierto inconformismo. Tenía demasiada cercana la lectura del libro de cuentos, aun así seguía imponiéndose  aquella lectura que comenzó en el 2005.
Pero ha pasado un mes y al volver a coger el libro he descubierto que tenía presentes en mi memoria la totalidad de los relatos y que muchos de ellos se habían engrandecido de manera sorprendente. Es como si el tiempo se hubiese ocupado de señalarme el camino por el que transitan los personajes del libro. Un camino que queda ya señalado con las palabras del Génesis en la cita que precede a los catorce relatos que componen el libro.
Sí, claro que hay un sentimiento de desamparo a lo largo de los diferentes relatos, la sombra de Caín es aquí alargada, pero no por actos truculentos, si no por lo atormentado de su situación tras el ataque a Abel. Pero la bondad narrativa de Esquivias logra que el drama quede suavizado hasta tal punto que en más de una ocasión sea el humor el que matiza la situación, huyendo de la dramatización de manera elegante y precisa.
Y es que la prosa del autor burgalés es así, elegante y precisa, consiguiendo que cada uno de los relatos se convierta en una historia completa, que cuente con exactitud lo necesario para que al lector no se le escape ni un solo argumento para sentirse observador de lujo de los acontecimientos. Los personajes comparten el desamparo, son seres desubicados, no así el lector que con enorme comodidad participa en cada uno de los escenarios, ya sean estos en Burgos, Madrid, Londres, California o África.
Óscar Esquivias hace de lo cotidiano, de lo más cercano y reconocible, un argumento certero para ver con detenimiento las relaciones con los demás de los protagonistas de cada uno de los relatos. Será esa cotidianidad la que más logre empatizar con el lector, sintiéndose uno más entre los párrafos del relato.
Hay también relatos que nos trasladan a otros escenarios diferentes, aunque también reconocibles, escenarios y personajes que parecen romper con la distancia el ritmo de los anteriores, distancia que desaparece casi desde la primera línea gracias al estilo excelente de Esquivias. Todos los relatos son atractivos, aunque seguro que cada lector tendrá sus favoritos, tanto por su musicalidad (no se nos debe escapar la importancia de la música en el escritor tal y como se puede observar en muchos de los relatos-cuentos) como por el realismo de su narración. Por mi parte no puedo evitar acercarme a aquellos que parecen formar parte de la memoria del escritor, los relatos más cercanos y en los que hay mucho de complicidad, aunque bien puede deberse al logro del escritor por atraparme en su mundo literario.




domingo, 13 de marzo de 2016

LA VÍSPERA DE CASI TODO. Víctor del Árbol


Desde el instante en que escuché que el Premio Nadal 2016 iba emparejado al nombre de Víctor del Árbol tenía bien claro que iba a estar impaciente hasta su aparición. De hecho,  he tenido mucho tiempo la sensación de que se retrasaba en exceso. Ni siquiera la exagerada expectativa me obligó a retrasar su lectura, carente de toda prudencia comencé su lectura nada más llegar a mis manos; eso sí, es ahora, mientras escribo, cuando observo con detenimiento la portada del libro que, hasta ahora, había pasado inadvertida y, debo reconocerlo, me atrae más la parte superior que la inferior.
Con Un millón de gotas  descubrí un narrador inteligente, con una prosa embriagante que lograba mantener ocultas entre sus palabras lecturas diferentes, con unos personajes tan perfectamente creados que parecían transportar la carga que solo ofrece una vida real. Así que no dudé un instante en buscar lecturas anteriores como La tristeza del samurái y Respirar por la herida, libros que me convencían del valor de la prosa de Víctor de Árbol.
En La víspera de casi todo los personajes vuelven a cobrar una importancia tal que la trama parece pasar a segundo plano, que logra que te sumerjas en cada uno de ellos, en su presente y su pasado, como si la información dada por tu imaginación supera con creces la dada por el narrador. Cuando vuelves al libro, después de una pausa, tienes la sensación de conocer a cada uno de ellos, en espacial a las mujeres, antes incluso de comenzar a leer el libro. Como si la lectura, ya desde el inicio, hubiese despertado recuerdos de los que no eres consciente.
Será también el juego que mantiene el autor a lo largo de las más de cuatrocientas páginas entre pasado, presente y futuro, siempre con la culpa y la venganza como un motor nada desdeñable de las distintas acciones de los protagonistas, uno de los mayores atractivos de la novela. En cada página el narrador nos dibuja a unos seres que se debaten entre su propia supervivencia y los que les rodean, o han rodeado, pero siempre fruto de los golpes que han recibido anteriormente, como si la violencia más dolorosa no fuese la presente si no la que aconteció en el pasado.
Víctor del Árbol es el artífice de una atmósfera opresiva que impregna todo, desde los escenarios y paisajes en que se desarrolla la acción, hasta los pensamientos y acciones de los propios personajes. En muchos momentos el lector debe apartar la vista del libro para tomar oxígeno, para distanciarse de la trama que está leyendo, pero siempre sin que la mente sea capaz de ausentarse de esa historia, o historias, que logran atraparle. No importa que el narrador mantenga el mismo tono de voz para cada uno de los cinco protagonistas principales, al contrario parece ayudar a que la lectura sea más pausada, no tanto por evitar vacíos que sean indispensables para el desarrollo de la historia, como para disfrutar de todo su contenido.
En La víspera de casi todo el dolor se adueña de cada una de las páginas, pero un dolor no exento de belleza, no tanto en la descripción de la violencia en sí, como en el espacio físico en que se desarrolla. Un dolor que sirve para componer la historia de cada uno de los cinco personajes.

martes, 1 de marzo de 2016

AMOR POR UN PUÑADO DE PELOS. Mohamed Mrabet


A pesar de su cercanía Marruecos sigue teniendo el suficiente componente exótico como para atraer tanto a viajeros como a lectores. Múltiples son las narraciones que nos trasladan al país norteafricano, sus ciudades y escenarios han despertado la imaginación de un importante número de escritores occidentales. Quizá uno de los más significativos sea Paul Bowles y su incomparable El cielo protector, así que no resulta extraño que se preste especial atención a un libro que figura transcrito por el escritor norteamericano.
Es, precisamente en la ciudad donde falleció Bowles donde transcurre el relato de Mohamed Mrabet, un Tánger símbolo de la interculturalidad de los occidentales ahí refugiados y del Marruecos más profundo. Es aquí donde interviene el narrador en que se convierte Mrabet, al transmitirnos el latir de dos ciudades envueltas bajo los mismos muros.
Mohamed será el perfecto interlocutor entre ambas, un superviviente y buscavidas que se verá atrapado por dos universos por elección propia. Cada uno de ellos aparecerá representado por dos personajes esenciales tras los cuales se esconderá una cohorte de secundarios que autentifican la propia historia: Mr.  David y Mina.
Con una lectura ágil y sencilla, en la que no se puede obviar la mano de Bowles, los protagonistas nos llevan a un Tánger en el que se mezcla, siempre de manera convincente, la realidad y la fantasía. Una fantasía alejada de los tópicos actuales, que se sumerge en la magia de la tradición marroquí, envuelta en hechizos y conjuros que fundamentarán buena parte de la lectura. Una narración que nos devuelve la cultura popular, la de los contadores de historias, la que penetra directamente en la vida cotidiana y que es capaz de mezclar marginalidad, opulencia y normalidad de manera poética.
Hay mucho de engaño, de manipulación, pero también de ese exotismo necesario para atraer al lector occidental en la búsqueda de unos escenarios y unos personajes fácilmente reconocibles. Todo queda reflejado en su justa medida, no hay momentos vacíos que puedan cansar la lectura, seguimos los pasos de Mohamed con total atención. Somos verdaderos espectadores, pero en más de una ocasión existe la tentación de advertir al protagonista de que sus pasos son erróneos, al menos desde nuestro punto de vista.
Un libro que nos vuelve a trasladar a Tánger (ver en este mismo blog "Calle de los ladrones" de Mathias Énard), pero esta vez con una visión, o mejor, con dos visiones, totalmente distintas, la reconocible por quienes viajan como turistas y la que se esconde en las callejuelas y las almas de sus habitantes.

lunes, 22 de febrero de 2016

UMBERTO ECO



Umberto Eco ha sido uno de esos escritores ante los que no he podido nunca permanecer indiferente, sobre todo en su faceta de novelista. A nadie se le escapa la importancia que tuvo en una generación de lectores -entre los que me encuentro- El nombre de la rosa. La agilidad de su trama, la perfecta descripción de personajes y escenarios y la inteligencia de cada uno de sus diálogos, abrió la puerta a una narrativa que combinaba a la perfección la historia con la intriga y el misterio. Pero sin duda alguna lo que más destacaba era la sensación de ser capaces de entretenernos y disfrutar de una novela de notable complejidad. Y claro, su exitosa adaptación cinematográfica ayudó mucho a que el nombre del escritor adquiriera una notabilidad destacada.
La complejidad de El péndulo de Foucault  no restó un ápice su importancia, aunque sí dejó la aureola de que sus trabajos iban encaminados hacia lectores exigentes. No resultó pues extraño que los lectores descubriéramos entonces su verdadera esencia de semiólogo y filósofo antes que de novelista. Así que su siguiente obr  La isla del día antes se convirtió en todo un estandarte de quienes buscaban algo más que una novela de entretenimiento y la reflexión del paso del tiempo y la complejidad del destino del hombre convertían al novelista en todo un clásico de la narrativa destinada a un público intelectual.
Con Baudolino su faceta de semiólogo quedó plenamente marcada, pero siguió demostrando que además de su lado humanista podía permitir que muchos lectores se atreviesen a buscar sin complejos lecturas muy distintas a las que solían ocupar las listas de los éxitos del momento.
La misteriosa llama de la reina Loana, El cementerio de Praga se sumaron a otras obras de carácter más académico y que han permitido que Umberto Eco fuese todo un referente en el mundo de la semiótica, de los procesos de la comunicación y de diversas interpretaciones de los modelos literarios. Sin olvidar, claro está, el estudio de la cultura popular, en especial en su comparación con la oficial y la elitista.
No hay que olvidar su último trabajo, Número cero, en el que mostraba los peligros de la comunicación en manos del poder, cuando la información solo sirve para atacar y mostrar un punto de vista en aras de crear líneas de opinión y desacreditar a la oposición.
El pasado día 19 Umberto Eco, uno de los más importantes humanistas de los siglos XX y XXI falleció en Milán, pero nos dejó un enorme legado en libros, estudios y frases que ocupan lugares preeminentes en el mundo de la cultura. Yo me quedo con esta: "El que no lee, a los 70 años habrá vivido solo una vida. Quien lee habrá vivido 5.000 años. La lectura es una inmortalidad hacia atrás".

miércoles, 17 de febrero de 2016

LA MUERTE DE ULISES. Petros Márkaris


Reconocer el nombre de Petros Márkaris lleva emparejado la búsqueda de la silueta de Kostas Jaritso, el comisario ateniense que le ha permitido adquirir una merecida fama internacional. Una búsqueda que llevaba en esta ocasión una prudencia añadida ante el miedo de un anunciado epílogo sobre un personaje tan peculiar. Así que al comprobar que nada indicaba el nombre de Jaristos se producía una decepción y un alivio a partes iguales.
Enseguida nos percatamos de que el autor es tan inteligente como para descubrirnos que el alivio es duradero y que la decepción no lo es tanto, pues aunque estamos ante un libro de relatos encontramos dos protagonizados por el propio comisario ateniense y otro por el también comisario turco, y amigo de Jaristos, Murat.
Ocho relatos de difícil clasificación, pues aunque encontramos algunos con el protagonismo de los mencionados comisarios y la intriga suficiente para señalarlos como policíacos, hay otros que simplemente nos cuentan una historia que al resto de los europeos nos permite conocer ciertas partes de la historia de Grecia a lo largo del siglo XX.
Fiel a su estilo Petros Márkaris no huye de la actualidad, es más, si en sus novelas hemos encontrado el mejor escaparate para conocer y reconocer Grecia, en estos relatos nos indica una serie de acontecimientos que nos podrán permitir entender a los griegos. Además de la descripción física de lugares y escenarios que transportan al lector  al país heleno y la vecina Turquía, el escritor vuelve a meter el dedo en la llaga y señalar uno de los problemas actuales de Grecia, la emigración. Pero lo hace de una manera distinta a lo acostumbrado, no se conforma con señalar el problema actual, como suele hacer habitualmente, en especial en su "Trilogía de la crisis", sino que ahonda en la historia y nos muestra escenas en las que los griegos tuvieron que sufrir la emigración, incluso se aventura a mostrar su cara  en lugares tan distintos como Turquía, Grecia y Alemania.
Todo ello sin perder la precisión de su prosa, la acidez de los comentarios de sus protagonistas y lo perfecta sincronización del ritmo y la trama. Es cierto que existe una notable disparidad entre los diferentes relatos y que hay algunos ante los que no puedes evitar cerrar el libro y descubrir la esencia de un problema que actualmente asola nuestro continente, pero también que en algunos aparece la sensación de estar leyendo una historia mucho más amplia que lo que puede presuponer un relato corto.
"Tres días" es sin duda uno de los relatos más estremecedores, por lo que supuso la expulsión de buena parte de la población griega de Turquía, narrado en tres capítulos que nos acercan al tiempo real, mantiene en tensión a pesar de suponer el final que van a tener que soportar los protagonistas.
Pero quizá más dolorosas, por lo que significan, suponen las lecturas de "La destrucción de Pompeya" y "La muerte de Ulises" que da título al libro. En las tres los acontecimientos escapan de las páginas del libro para penetrar en la propia historia.
Los otros cinco relatos nos presentan también al mejor Márkaris, pero desde una óptica más reconocible y que, por lo tanto, despierta nuestra pasión lectora, pero no la sorpresa que despiden los antes mencionados. O al menos eso parece pretender sus autor que, no obstante, sigue escondiendo entre los diversos textos la suficiente intriga como para que el lector no las tenga todas consigo a la hora de imaginar el o los finales posibles.   

domingo, 7 de febrero de 2016

VERDADERA HISTORIA DE LA MÁQUINA DEL TIEMPO DE TIBERIO GALÁN. Alfonso Bengoechea Miravalles



He seguido con detenimiento la trayectoria de Alfonso Bengoechea, en un principio como lector (al menos en buena parte) y luego como escritor y narrador. Historias del tío Picaliendres, El club de la pluma de ganso, El gato de Ofelia Uribe, El secreto del capitán Mendizábal y su participación en la obra colectiva De buena pluma fueron lecturas deliciosas en las que traté que el tiempo se fuese espaciando para no caer en la tentación de uniformar como un conjunto narrativo personal de su autor. De hecho la aportación a este último trabajo colectivo fue la base del presente libro con el título La máquina del tiempo de Tiberio Galán.
No voy a negar que lo que me esperaba era una especie de continuación, o incluso una historia paralela, pero para mi sorpresa se trataba de una revisión, de una ampliación de aquel relato breve. Había pues un riesgo añadido que parecía no importarle en absoluto al escritor, pero que en el lector podía despertar ciertas dudas o, al menos, en encontrase en terreno demasiado conocido que suavizase el impacto de la lectura.
Nada más lejos de la realidad, desde la primera frase el lector queda atrapado por una narración inteligente e ingeniosa de la que no puede desprenderse, sintiéndose uno más de los múltiples personajes que van poblando la novela.
Alfonso Bengoechea no solo construye una historia fabulosa y sumamente entretenida, sino que la dota de una vitalidad que parece traspasar los límites de la propia lectura. Tanto la construcción del espacio en que se mueven los personajes, como la aparición de cada uno de estos, conforman un universo propio del que parten múltiples historias no escritas. No solo descubrimos cuál es la verdadera historia de Tiberio Galán, sino la historia de un nutrido grupo de personajes con vida propia en un pueblo castellano de la posguerra española.
El autor maneja la ironía con una perfección tal que el lector pasará con una rapidez pasmosa del asombro a la sonrisa, descubriendo en cada párrafo un nuevo motivo para la sorpresa y para seguir leyendo. La propia lectura se hace cada vez más intensa y ágil, sobrevolando las páginas del libro como si cada uno de los capítulos tuviesen ya un hueco en la mente del lector y el único trabajo del escritor sea el tratar de ir aclarándolos. Y es que se produce casi desde las primeras páginas una fusión narrador-escritor que no desaparece en ningún  momento, al contrario, se va intensificando a medida que trascurre la historia. Eso sí, en el juego en el que ambos participan todos resultan ganadores, uno por que logra llevar al otro de la mano y el otro porque no deja de disfrutar en todo momento.
Alfonso Bengoechea no solo tiene una buena idea y es capaz de trasladarla en un libro, sino que cada palabra, cada línea, cada párrafo y cada capítulo están construidos en su justa medida, terminando por aclarar, si en algún momento existió la duda, el porqué de la revisión de un texto, de una historia antes escrita.
Una novela entretenida, inteligente y satisfactoria, que demuestra que el mundo literario que el autor esconde en su pluma, sea o no de ganso, debe salir con fluidez y permitir que su sarcasmo forme parte de todo buen lector que se precie. Y como trabajador infatigable acaba de regalarnos su última entrega: la última escapada del capitán Mendizabal.

domingo, 31 de enero de 2016

ROSY & JOHN. Pierre Lemaitre


No lo puedo negar, me he vuelto un "lemaitreadicto". Me sedujo Nos vemos allá arriba (Premio Goncourt 2013), me turbó Vestido de novia y me atraparon Irène y Alex, además de presentarme a un personaje tan especial como es el comandante Camille Verhoeven. Así que a la espera de la aparición de la tercera entrega, Camille, bien sonaba una breve novela, de poco más de 150 páginas, que contaba no solo con el mismo protagonista, sino que sucedía en el tiempo justo después de los sucesos de Alex.
Así que en el momento que llegó a mis manos tenía bien claro que iba a imponerse a las lecturas que tenía en esos momentos. Con pausa y los nervios necesarios para que la emoción no me hiciese perder la realidad comencé una lectura calmada, atenta y llena de sensaciones.
De nuevo volví a sentir esa atmósfera opresiva que tanto caracteriza al escritor francés, una atmósfera que esta vez parece desaparecer tras los primeros acontecimientos. Aunque, eso sí, también tuve que aguantar la respiración en varias ocasiones ante lo que iba a suceder.
Fiel a su estilo, Lemaitre atrapa prácticamente desde la primera frase (no niego que la sugestión tenga también algo que ver), intuyendo el lector que algo de graves proporciones está a punto de suceder, como si se escuchase de fondo una música rítmica que poco a poco va ganando intensidad, logrando que el espectador-lector vaya inquietándose aún más.
Vuelven a ser los personajes uno de los puntales principales de la narrativa, cada uno de ellos se asoma en su justa medida y son ellos y sus actitudes las que van marcando los tiempos de la propia lectura, acelerando y reduciendo para que el lector tome el aire suficiente y se prepare para ese final que se presenta inquietante. Y esto sucede casi desde la primera página, su pequeño tamaño nos remite casi de inmediato a la fatalidad de un inminente desenlace.
Eso sí, aquí encontramos un Camille Verhoeven mucho más calmado, que apenas logra impregnarse del desconcierto general, sigue calculando cada uno de los movimientos de Jean-John, observando con detenimiento cada gesto y cada respuesta. Ingenuidad, maldad, osadía o locura; la mente con la que se tiene que enfrentar el comandante es esta vez más enigmática y desconcertante.
El lector es testigo en todo momento de los hechos narrados, de los pasos que dan las fuerzas de seguridad para resolver el alarmante caso que tienen entre manos. Acompañará a Camille, y su insustituible Louis, a lo largo de tres días narrados casi al instante, siendo consciente de que el tiempo corre en su contra y notando como el tiempo pasa inexorablemente.
Una novela de intriga, con la tensión suficiente como para que resulte imposible apartarse de sus páginas. Algo más que un puro entretenimiento, aunque este esté asegurado, una narración que muestra más de lo que cuenta, que inyecta en el lector imágenes que son ajenas al texto pero que, inevitablemente, este construye en su subconsciente.

lunes, 25 de enero de 2016

EL SECRETO DE LA MODELO EXTRAVIADA. Eduardo Mendoza



Hay veces que no puedes evitar acudir a una lectura con ciertas dudas, con la extraña sensación de que puede no estar a la altura de lo que esperabas antes de tener el libro en tus manos.
Cada nuevo título firmado por Eduardo Mendoza me produce un reencuentro con pasadas lecturas, con momentos inolvidables y, por lo tanto, la sensación de poder encontrar de nuevo sensaciones que no todos los días se producen.
Pero claro, cuando escuchas y lees que en esta ocasión el escritor barcelonés no está a la altura de otros de sus escritos, te asalta la incógnita de si corre peligro mi identificación con la narrativa de Mendoza. Al final reconozco que me da lo mismo, que no me costaría mucho perdonarle cualquier ligero desliz en su fabulosa trayectoria.
Esto no implica que desde la primera página no me muestre exigente, que espere esa pluma irónica y sarcástica, donde lo irreverente vaya dibujando situaciones y personajes.
Sí, estaba al tanto de quién era el protagonista de la novela, el mismo personaje sin nombre que se presentó en El misterio de la cripta embrujada (1979) y cuyas andanzas continuaron tres años más tarde en El laberinto de las aceitunas. Un personaje que despertaba sonrisas nada más ser mencionado (a nadie nos importó su anonimato, incluso es más que probable que lo agradeciésemos a sentirnos todos los lectores participantes en un mismo secreto) y que volvió a aparecer en La aventura del tocador de señoras (2001) y El enredo de la bolsa y la vida (2012). Así que tenía buen claro a qué atenerme y tenía bien claro a lo que me iba a enfrentar.
Quizá el principal escollo que debía solventar era la cercanía de la última lectura -estaban demasiado presentes los acontecimientos acaecidos en aquella como para no ser tenidos en cuenta-, de las imágenes del final de una nueva aventura descabellada, entretenida y llena de humor. Pero en la primera página somos conscientes de continuamos en el mismo punto donde dejamos la historia.
Nada más comenzar a leer nos vemos inmersos en el ritmo disparatado que impone el protagonista, nos convertimos en su sombra, somos partícipes de cada una de sus descripciones, de sus divagaciones, como si lo que tuviésemos en nuestras manos no fuese otra cosa que un diario del que vamos extrayendo pensamientos y recuerdos.
Y la novela vuelve a tener ese ritmo frenético que caracteriza a Mendoza, el lector tiene que frenar el impulso de correr en exceso, de pasar las páginas con la misma rapidez que se suceden los acontecimientos, con el peligro que supone el perder esos pequeños detalles que generan situaciones tan caóticas como intrigantes. Ahí radica parte del éxito del autor, conseguir que la lectura se desboque y se frene casi de inmediato, que obligue al lector a recomponerse, a volver sobre sus pasos, no a releer lo anterior, si no a recuperar escenas sucedidas instantes antes.
Todo queda en la mente, pero hay que estar atento a esas situaciones a las que el protagonista dedica más tiempo, a esa mezcla de descripción y crítica de lo que, según su especial percepción, tiene un significado que se le puede escapar al lector.
La fuerza del personaje, nos sigue dando lo mismo desconocer su nombre, sus pensamientos, su forma de explicarse e incluso su físico, aparecen dibujados en nuestra mente con total nitidez, como si fuésemos capaces de reconocerle en cualquier escenario o en cualquier texto. A ello hay que sumar la agilidad de la lectura, en una narración que atrapa y que resulta sumamente entretenida. Todo va encajando a medida que pasan las páginas, disfrutando de todo momento, en especial de ese cambio temporal en el que resuelve la trama.
De nuevo el surrealismo que compone la novela nos engancha con la misma facilidad que pasa de la ironía a la crítica, a buscar explicaciones insospechadas que muestran un universo de la capital catalana que no aparece en otras novelas en la que es el escenario principal.
Puede que no sea la mejor novela de Mendoza, pero nadie puede negar la satisfacción que produce su lectura, la sonrisa que consigue en el lector. Quizá haya menos carcajadas que en otras novelas de la serie, pero en todo momento mantiene un humor y esas dosis de intriga necesarias para disfrutar de todo lo que va sucediendo.