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martes, 10 de mayo de 2016

ANDARÁS PERDIDO POR EL MUNDO. Óscar Esquivias


He dejado intencionadamente que el tiempo reposase la lectura del último libro de relatos, o de cuentos, de Óscar Esquivias por la necesidad de que muchos de ellos se asentasen y evitar así perder la sensación de unidad que los envuelve. Y también, por qué no decirlo, para impedir que jugase en desventaja frente a las exquisitas lecturas de la trilogía Inquietud en el Paraíso, La ciudad del Gran Rey y Viene la noche.
No hace muchos días, cuando me pidieron recomendación sobre con qué empezar a leer a Esquivias no dudé un instante en señalar la mencionada trilogía, a pesar de observar en el narrador burgalés cierto inconformismo. Tenía demasiada cercana la lectura del libro de cuentos, aun así seguía imponiéndose  aquella lectura que comenzó en el 2005.
Pero ha pasado un mes y al volver a coger el libro he descubierto que tenía presentes en mi memoria la totalidad de los relatos y que muchos de ellos se habían engrandecido de manera sorprendente. Es como si el tiempo se hubiese ocupado de señalarme el camino por el que transitan los personajes del libro. Un camino que queda ya señalado con las palabras del Génesis en la cita que precede a los catorce relatos que componen el libro.
Sí, claro que hay un sentimiento de desamparo a lo largo de los diferentes relatos, la sombra de Caín es aquí alargada, pero no por actos truculentos, si no por lo atormentado de su situación tras el ataque a Abel. Pero la bondad narrativa de Esquivias logra que el drama quede suavizado hasta tal punto que en más de una ocasión sea el humor el que matiza la situación, huyendo de la dramatización de manera elegante y precisa.
Y es que la prosa del autor burgalés es así, elegante y precisa, consiguiendo que cada uno de los relatos se convierta en una historia completa, que cuente con exactitud lo necesario para que al lector no se le escape ni un solo argumento para sentirse observador de lujo de los acontecimientos. Los personajes comparten el desamparo, son seres desubicados, no así el lector que con enorme comodidad participa en cada uno de los escenarios, ya sean estos en Burgos, Madrid, Londres, California o África.
Óscar Esquivias hace de lo cotidiano, de lo más cercano y reconocible, un argumento certero para ver con detenimiento las relaciones con los demás de los protagonistas de cada uno de los relatos. Será esa cotidianidad la que más logre empatizar con el lector, sintiéndose uno más entre los párrafos del relato.
Hay también relatos que nos trasladan a otros escenarios diferentes, aunque también reconocibles, escenarios y personajes que parecen romper con la distancia el ritmo de los anteriores, distancia que desaparece casi desde la primera línea gracias al estilo excelente de Esquivias. Todos los relatos son atractivos, aunque seguro que cada lector tendrá sus favoritos, tanto por su musicalidad (no se nos debe escapar la importancia de la música en el escritor tal y como se puede observar en muchos de los relatos-cuentos) como por el realismo de su narración. Por mi parte no puedo evitar acercarme a aquellos que parecen formar parte de la memoria del escritor, los relatos más cercanos y en los que hay mucho de complicidad, aunque bien puede deberse al logro del escritor por atraparme en su mundo literario.




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