QUÉ LEO HOY:

QUÉ LEO HOY: Sugerencias, debate, crítica, opinión...

lunes, 22 de junio de 2015

SUMISIÓN. Michel Houellebecq



Cuando tienes muchas ganas de leer un libro tienes que tener la prudencia suficiente de calmar las ansias y leer con la suficiente tranquilidad para que la historia no se te atragante en las primeras páginas.
No voy a negar que durante las primeras cuarenta páginas cuesta mucho desprenderse del aura del propio autor, como si fuese él quien en primera persona suplantase a François, el protagonista. Pero también que en todo momento va creciendo el interés por lo que está a punto de suceder, por conocer, con todo lujo de detalles lo que está sucediendo en Francia.
Claro que es política ficción, mas llega un momento en que parece se olvida y entras en contacto con una fuente privilegiada, con alguien que te está contando los acontecimientos de primera mano, sin intermediarios. Y sucumbes, por supuesto que sucumbes, aunque hay más de un momento que te dan ganas de dar un empujón al protagonista, de que se decida y se lance hacia el destino para el que está señalado.
El autor no se conforma con crear una historia creíble, atrayente y seductora, crea además a unos personajes impactantes que parecen ir más allá de lo que narra el libro. Incluso existe la sensación de conocerlos más profundamente que los acontecimientos que protagonizan, llegando a imaginarlos en un futuro que va más allá de la página 281. François, Ben Abbes y Rediger forman un triángulo magnífico lleno de sorpresas llegando a potenciar la interacción con el lector. 
Aunque sin duda alguna el mayor logro de Houellebecq es convencer a este, al lector, de que la narración está mucho más cerca de la realidad que de la ficción. Sucede todo de forma tan natural, sin atisbo de artificios, que parece perderse la noción de realidad mientras se tiene el libro entre manos. Y, lo que es aún mejor, una vez abandonado este se crean múltiples reflexiones a medida que noticias de una u otra índole muestran cierta sintonía con muchos de los acontecimientos que leemos en Sumisión.
Una novela que nos presenta al mejor Houellebecq, tan natural que a veces llega a confundir, incitándonos a confundir la narración y su personaje con el autor. Con esa fina ironía que el caracteriza y con un humor tan inteligente como peculiar el autor francés trata en todo momento de alertar no tanto de una futura islamización de Europa como del colapso que está padeciendo la cultura del viejo continente.


domingo, 14 de junio de 2015

LA PUERTA DEL CIELO. Reyes Calderón



Reyes Calderón nos ha acostumbrado a novelas llenas de intriga, de lectura fácil y cómoda, en las que el lector no tiene que hacer más esfuerzo que dejarse llevar por una trama bien urdida y en la que todo resulta tan creíble como sincero.
La autora atrapa al lector desde la primera página, con un inicio vertiginoso en el que no dejan de sumarse un buen número de incógnitas. Por supuesto que el breve prólogo señala los indicios de lo que tenemos entre manos, pero es al inicio del primer capítulo cuando sucumbimos a los acontecimientos de la mano de un profesor de instituto de Lugo, Gerardo Vilela, que nos guiará por una suerte desigual de acontecimientos asombrosos y desafiantes.
No, no estamos ante una novela al uso de Reyes Calderón, sigue faltando la Juez del Tribunal Superior de Navarra Lola MacHor, donde la intriga pertenece al género policíaco propiamente dicho. La Puerta del Cielo nos acerca a lo desconocido, a esas parcelas que la mente que entran en conflicto con nuestras creencias.
A medida que se avanza en la lectura van apareciendo un buen número de interrogantes de los que no será ajena la religión. El cielo, el infierno, el demonio y un montón de hechos inexplicables sumergen al lector en un universo tan sorprendente como adictivo. Es cierto que en más de una ocasión este se planteará muchas preguntas sobre lo conveniente o no de la lectura, si el género al que representa el libro tienen o no algo de las novelas de intriga que caracterizaron a la escritora, pero nada frenará el ansia de conocer que va a suceder a continuación.
Además, la fuerza de cada uno de los personajes que van apareciendo va engrandeciendo la historia, consiguiendo que cada capítulo aumente en intensidad, con una serie de giros que logran sorprender al lector, de manera que este se prepare para cualquier contingencia o suceso inesperado.
De acuerdo que La Puerta del Cielo es una novela extraña, que nos adentra en el mundo de lo esotérico, que nos invita a plantearnos interrogantes sobre la existencia o no del cielo, del demonio y de las fuerzas oscuras que tratan de entorpecer el camino del hombre. Pero la destreza narrativa de Reyes Calderón logra que nos sintamos cómodos e intrigados de principio a fin.

viernes, 29 de mayo de 2015

EL LECTOR DEL TREN DE LAS 6.27. Jean-Paul Didierlaurent



De vez en cuando, muy de ven en cuando, sientes que tienes ante ti un libro especial, un libro distinto que va a significar mucho más que un entretenimiento. No hace falta empezar a leerlo para que algo inexplicable te recorra y tengas la sensación de que ese pequeño reducto de palabras te va a llenar de manera singular. Ni siquiera, como es el caso, tienes la necesidad de observar la portada escondida tras la molesta y cada vez más insufrible banda que le colocan las editoriales para llamar la atención del lector.
Y es que en esta ocasión no hacía falta reclamo alguno, no presté siquiera un segundo a las palabras que, en la portada, trataban de mostrar el interior del libro. No hacía falta, ni siquiera descubrir el rostro completo del personaje que aparecía en la portada que, como ya he dicho, permanecía semioculto tras la banda roja.
No sabría explicar si era su reducido número de páginas (195) o que en el título apareciese la palabra "lector". Sigo, incluso después de su lectura, sin lograr explicarme, así que difícilmente lograría trasladarlo aquí, que mágica atracción me llevó a coger el libro y situarlo, sin ningún pudor, encima de todos los que había elegido para leer, llegando incluso a aparcar algunos que estaban a punto de acabarse.
Empezar a leer y sumergirme en una mundo emocionante fue todo uno. Notar como mi respiración se espaciaba, con esa lentitud y relajación que ofrece la paz y saberse partícipe de un universo en el que cada palabra es un mundo y en el que cada acontecimiento, por muy cotidiano que parezca, va a producir en mí sensaciones inesperadas instantes antes.
Reconozco que el juego de palabras que nos introducen al personaje principal, Gibrando Viñol, trató en vano de confundirme, de querer hacerme creer que estaba ante uno de esos libro en los que el humor y los dobles sentidos solo eran aptos para los lectores de la vecina Francia. No, había algo más, había que superar ese capítulo primero (apenas tres páginas y media) para penetrar de lleno en la historia, aunque para ser sincero ese capítulo inicial demostraba que el autor sabía lo que hacía y dejaba entrever una historia llena de posibilidades.
Y de repente, casi sin percatarme, el protagonista me enfrenta directamente con La Cosa, con la Zerstor 500, una máquina trituradora de libros de la Sociedad de Tratamiento y Reciclaje Natural. Y se abre ante mí todo el universo de Viñol, de su trabajo, de sus alegrías y miedos, de esos personajes que parecen nacer de la nada para cobrar una importancia de inmediato. Con apenas unas leves pinceladas el narrador nos presenta cada uno de los personajes que pueblan la novela y somos los lectores los que los creamos, imaginando, además, un futuro ajeno a las páginas que estamos leyendo.
Kpwalski, Brunner, Grinbert, Carminetti Rouget de Lisle, las hermanas Delecote o Julie tienen, cada uno de ellos tiene la fuerza suficiente como para crear un relato individual que nada tiene que ver con el libro que tenemos entre manos y que nos invitan a emocionarnos con historias vividas como lectores.
Con un lenguaje sencillo, descripciones acertadas y precisas Didierlaurent nos incita a una lectura fluida, cómoda, que ahonda, más si cabe, en el amor por los libros y la lectura: Consiguiendo que nos emocionemos con la sencillez de las cosas más elementales y sencillas, pero sin tener miedo a acercarnos a los temas más profundos. Un lenguaje que atrapa y logra que mantengamos la atención desde la primera a la última página.
El autor logra transportarnos a un universo paralelo en el que un París y unos personajes tristes y anodinos nos muestran la belleza, el amor y la humanidad, hasta tal punto que una vez acabada la página 195 hay una tentación casi irresistible de volver al inicio, de vivir de nuevo, esta vez con mayor lentitud, cada una de las páginas en que Guibrando Guiñol es protagonista.
Un libro tierno, amable, que logra que las aletas de la nariz se ensanchen presas de la emoción que solo aportan las grandes historias. Jean-Paul Didierlaurent nos ha abierto la puerta a un mundo y unos personajes que permanecen presentes y vivos más allá de lo que acontece en la novela.

domingo, 17 de mayo de 2015

EL ÚLTIMO CAPÍTULO. Javier Lizasoain Hernández



Hay libros que llegan a mis manos en extrañas circunstancias y que suponen un aliciente especial que me atrae de una manera inexplicable. No hay duda que El último capítulo es un libro de notable factura editorial, hecho con mimo y con el cariño de quien siente amor y pasión por el libro impreso, así que resulta atractivo una vez lo tienes entre manos y no puedes dejar de dar gracias al editor, Doce Calles, que se ha preocupado de hacerlo de esta manera. Pero que te comprometas a leerte el libro sin conocer ni el tema, ni el autor, ni el libro físico, es algo que solo se produce cuando hay algo que te da buenas vibraciones.
Por eso he querido que el tiempo enfriase muchos de los estímulos de la lectura y ponerme a escribir cuando esta estuviese lo suficientemente reposada, cuando los ecos de una cómoda, ágil y estupenda presentación, se hubiesen acallado del todo, cuando las voces femeninas que pueblan sus páginas se mantuviesen en mi memoria de manera convincente.
De Javier Lizasoain Hernández desconocía todo, salvo la amistad de quien me entregó el libro, así que al hilo de la lectura me sentí obligado a buscar algo de información sobre sus actividades. Profesor de instituto (menos mal que ya había leído el libro, si no me habrían asaltado las dudas de estar ante el fruto de una experiencia docente antes que la necesidad de escribir), licenciado y apasionado del arte y poco más (autor de un libro de Historia del Arte de segundo de bachillerato) que me permitiese conocer al creador de una novela tan arriesgada como elocuente.
De entrada hay que señalar que el atractivo principal, junto con el de quien me dio el libro, radicaba en centrar la novela en una de las joyas del arte español, la llamada "Capilla Sixtina" de Castilla, la ermita de San Baudelio de Casillas de Berlanga (basta echar un vistazo a la portada del libro para observar una de las escenas que ilustraban sus paredes). Pero lo que no podía esperar era que el autor (se que en estos tiempos de igualdad de géneros no debería señalarlo, pero aquí está) construyese la historia alrededor del mundo femenino. No conformándose con eso dará voz a tres mujeres, de tres generaciones distintas, abuela, madre y nieta, para que la historia se conforme en un canto coral que, cuanto menos, resulte creíble a los ojos de cualquier lector.
El autor no solo tiene oficio, en el buen sentido de la palabra, a la hora de conformar la historia narrada, sino que logra transmitirnos su pasión por las pinturas de la ermita, por los avatares que estas sufrieron a lo largo del siglo XX y nos invita a uno, o mejor dicho a varios viajes a través de la visión y la mente de Justina, Lucía y Marina. Viaje, viajes, historia e historias que se van abriendo a los ojos del lector con la fluidez necesaria para penetrar  en ellas como si formasen parte de nuestra memoria colectiva.
Comenzar a leer y sumergirse en un mundo lleno de incógnitas es todo uno, aunque como sucede con la propia ermita, con una puerta cerrada y un exterior sencillo, se van abriendo a la luz paredes e imágenes sorprendentes, escenas inimaginables y personajes increíbles. Javier logra crear una novela austera en el exterior para crear un espacio en el que se van abriendo caminos y pasillos, no todos se recorren de inmediato, algunos se aparcan para volver más tarde, algunos se visitan con deleite y otros se pisan como dentro de una ensoñación. De la mano de las tres protagonistas nos sentimos espectadores privilegiados no solo de sus experiencias, si no de la historia de muchos de los pueblos y ciudades de España.
Eso sí, hay un capítulo que merece la pena ser tenido en cuenta de manera especial, casi individual.  El capítulo II titulado "Y el hombre se hizo alma" es tan magnífico como arriesgado (hay quien diría incluso osado) y que constituye un apartado aparte. El maestro de San Baudelio nos traslada a un pasado mucho más lejano y a la manera de la mejor narración histórica nos recrea una imágenes casi cinematográficas, tan elocuentes que nos invita a cerrar los ojos y sumergirnos en una época de la que iremos recuperando imágenes a medida que avanzamos en la lectura.
Una novela de búsqueda, de lucha, en la que las pasiones se van abriendo con tal fuerza que nos impedirán abandonar el libro y que deseemos, junto con las protagonistas llenar los vacíos que se van abriendo en cada página.


viernes, 1 de mayo de 2015

EL EFECTO MARCUS. Jussi Adler-Olsen



Que disfruto con la saga del Departamento Q lo dice el hecho de haber leído todas las entregas y, además, en el orden en que fueron publicadas. Desde la aparición de La mujer que arañaba las paredes hasta esta quinta entrega las peripecias del inspector Carl Morck y sus ayudantes Assad y Rose me han hecho disfrutar de tal manera que, desde el momento que he tenido noticias de la aparición de otra de las novelas no he visto la hora de tenerla en mis manos, aparcando las lectura que tenía entre manos para sumergirme en el nuevo caso.
Los chicos que cayeron en la trampa, El mensaje que llegó en una botella y Expediente 64, junto con la primera y esta última entrega, completan una serie de lecturas totalmente adictivas, en las que de principio a fin te sientes involucrado y parece que acompañes a los protagonistas en cada una de sus páginas.
No voy a negar que esta última novela me ha resultado más extraña, lo que no quiere decir nada en su contra, ni mucho menos, teniendo en cuenta la cantidad de acontecimientos que suceden hasta que nuestros personajes principales, el trío de policías que conforman el Departamento Q, aparecen. La novela avanza a buen ritmo y parece que la historia nada tiene que ver con Morck y los suyos. Pero resulta raro tener en tus manos la novela y no comprobar, casi desde el inicio que está pasando por la cabeza del protagonista, sobre todo cuando tras la anterior aventura algo, que por supuesto me niego a contar, había sucedido.
A pesar de esto, que posiblemente solo aparece en la mente de quien tiene muy presentes las entregas anteriores, ya desde las primeras páginas la historia, o mejor dicho, las historias te absorben de inmediato y no cuesta nada vislumbrar los escenarios que se van dibujando, ya sea en las selvas de África Central o en las calles de Copenhague.
No hay duda que Jussi Adler-Olsen se ha convertido en algo más que un creador de novelas policíacas de misterio y un narrador de éxito tanto dentro como fuera de su país, gracias a los temas escogidos se ha convertido en un referente en hacer autocrítica sobre la propia sociedad danesa, hasta tal punto que no resulta extraña la reflexión y la posible traslación de situaciones a cualquier otro país europeo. En esta ocasión no solo nos acerca al mundo de la corrupción política y el robo de fondos destinados al tercer mundo, sino que nos sumerge en el mundo de la inmigración ilegal y de las bandas de jóvenes que son usados para delinquir en Copenhague.
La perfecta recreación de la sociedad danesa (de los errores y aciertos que en ella se producen a diario) y sus escanarios, la fuerza con que aparecen reflejados cada uno de los personajes (en especial, claro está los tres miembros del departamento Q y del joven Marcus que da nombre al título) y la vertiginosidad de la trama, crean una novela que deja sin aliento, que atrapa de una manera casi enfermiza. Hasta tal punto que en algunas de las persecuciones tienes que frenar tus ansias de gritar y alertar al acosado.
Una novela policíaca con mayúsculas, con malos (y malísimos) y buenos, con intriga y suspense, con la psicología necesaria para ver humanidad y arrepentimiento en lo más oscuro de la sociedad, con secuencias que harán la delicia de quien quiera llevarlas al cine. Una novela que invita a leer y olvidarse de todo lo que sucede alrededor. Jussi Adler-Olsen logra superar cualquiera de sus anteriores novelas, cosa que en las primeras páginas se antoja imposible, creando caminos que el propio lector, o la vida futura de los protagonistas, deberá recorrer y analizar, dejando que se produzca una interesante batalla entre la imaginación y el deseo de lo no contado.  

martes, 28 de abril de 2015

CAMPO ROJO. Ángel Gracia



No sé si Ángel Gracia ha tratado de desmontar la infancia como esa "patria feliz" a la que solemos acudir para dibujar con múltiples tonos nuestro recuerdo, pero lo que sí tengo claro es que ha sabido crear un retrato real, duro y cruel de los años de la pre-adolescencia.
Una novela impactante, que desde el inicio deja bien claro que no estamos ante una narrativa al uso, con una atmósfera opresiva que, inexplicablemente, nos atrapa, que nos atrae con una fuerza desconocida. Un viaje a la infancia y sus demonios, esos momentos oscuros de los que pocos, por mucho que nos neguemos, se pueden escapar. 
Sí, claro que nos sitúa en un escenario concreto, en una ciudad concreta, la Zaragoza de los años 80 del siglo pasado, pero de inmediato parece dar un giro de ciento ochenta grados y mostrarnos un espacio diferente, un espacio conocido, con rostros y voces que se han mantenido presentes en nuestra memoria. Somos nosotros, y aquellos que crecieron con nosotros, los que protagonizan cada una de las escenas narradas por el autor. Ponemos cara a cada uno de los personajes, incluso llega un momento en que adecuamos el mote al que se mantiene impreso en nuestra mente.
Pero, sin duda alguna, lo peor de todo es la dificultad de situarnos nosotros en la acción, de acertar en nuestro  verdadero papel en la novela. Sí, claro que en un inicio nos posicionamos en el lugar del narrador, pero al poco descubrimos como nos metamorfoseamos en cada uno de los demás, sus actitudes, sus palabras y sus silencios nos delatan. Somos, al fin y al cabo, todos en uno, bien porque en su momentos pasamos por todos los papeles, o bien porque nos creamos entonces esa coraza que logró que aventurásemos haber sido cada uno de ellos.
Según el autor la novela no es solo fruto de su memoria -nunca hay que olvidar que estamos ante un elemento de ficción narrativa-, sino de la memoria de todos aquellos que le rodean. Y son todos aquellos los que conforman un universo propio en el que se van apareciendo nuestros fantasmas, seguro que cada lector interpreta cada situación de forma distinta, aunque en todo momento somos conscientes de cuando se quiebra la justicia, cuando los abusos, los atropellos colocan a cada uno en su sitio. Y, por mucho que podamos negarlo, nuestro deseo de estar en un lado u otro de la línea está siempre claro, máxime cuando nuestra integridad está en juego.
 Más que el relato de la infancia, el reflejo de unas vivencias más o menos verídicas, Ángel Gracia logra crear una novela con notables tintes políticos y sociales, donde no solo prima la propia supervivencia, sino la lucha por el poder y donde ubicarse para que este no haga daño.
Una novela sin descanso, incluso las breves alusiones campestres, que parecen idealizar el espacio del mundo rural ajeno al urbano, esconden los miedos que azotan al niño, y por ende al ser humano, incluso cuando no se están sufriendo.
Una novela despiadada, donde la desolación se adueña incluso de los momentos de descanso, un mundo hostil que impide exista un espacio mental en el que refugiarse. Pero también una novela que usa el lenguaje en su justa medida, que señala espacios y sensaciones, que transforma a la perfección la propia experiencia y existencia del lector.

Otras obras del autor:
Valhondo (2003); Libro de los ibores (2005); Destino y trazo: en bici por Aragón (2009) y Arar (2010). 

domingo, 19 de abril de 2015

EL SILENCIO DE LOS CLAUSTROS. Alicia Giménez Bartlett



Una vez tuve en mis manos la última obra de Alicia Giménez Bartlett, Crímenes que no olvidaré, tenía bien claro que me iba a acompañar en mi próximo viaje. Pero al ver su contenido, nueve investigaciones breves en las que Petra Delicado hacía de las suyas, se presentó ante mi un enorme dilema: eran los relatos los mejores compañeros en un largo viaje en avión para que este se hiciese más llevadero o convenía tener entre manos una historia larga, que me atrapase lo suficiente como para soportar lo mejor posible la incomodidad del trayecto.
Varios fueron los títulos elegidos, pero fui incapaz de olvidarme de la posible presencia de Petra Delicado y Fermín Garzón. Sobre todo cuando la reciente obtención del Premio Pepe Carvalho había relanzando, en bolsillo, todas las aventuras de la comisaria de Barcelona. No lo dudé un instante, sería El silencio de los claustros el primero de los libros elegido.
Antes de comenzar a leer se aparecieron ante mí muchas de las imágenes vividas por la comisaria y el subcomisario, no entendería una sin el otro, al menos sería un reto de Alicia al que me costaría mucho subirme. Imágenes sin un orden concreto, vuelvo a reconocer que no he seguido orden alguno a la hora de leer los libros de la saga (si se puede llamar así) y no me ha alterado para nada su lectura, no solo porque cada uno es una historia lo suficientemente importante como para centrarse en lo que sucede, sino porque la destreza de la escritora radica en eso, en logra atraparte en la vida de Petra tanto a nivel personal como profesional sin necesidad de conocer nada más de ella.
Y atrapa, claro que atrapa la historia, y lo hace de tal manera que, como lector, hay muchos momentos en que te sientes como un verdadero pelele, un espectador del que los acontecimientos hacen lo que quieren, te llevan de aquí para allá sin que opongas ningún tipo de resistencia. No puedes evitar dejarte llevar por el propio curso de la investigación, pones tus ojos y tu imaginación en la dirección que lo hacen los policías nacionales, sientes la misma desazón cuando los pasos parecen llevarte a un callejón sin salida, cuando todo parece que se estanca. Y, de la misma manera, sientes fluir la adrenalina cuando la pista parece fiable y el camino se presenta despejado.
Vuelven a ser los personajes, no solo Petra y fermín, sino todos aquellos que van apareciendo, los que doten a la lectura de una fuerza tan real que  consigue que te impliques, que olvides por momentos todo lo que es ajeno a la novela.Pateas Barcelona, frecuentas los bares, acudes a los monasterios y formas parte de los interrogatorios en los que participan los protagonistas, pero hay más, acudes en silencio a la casa de Petra, participas en su vida fuera de la comisaría y la investigación.
Y es que la autora sabe, como nadie, crear los ambientes y situar en ellos la trama, sea la que sea, es capaz de situar a cada uno de sus personajes en todo momento, de manera que siempre tienes en tu mente donde anda cada uno, como se menean y, lo que es más difícil, lo que pueden decir los silencios, los gestos o las indicaciones. Porque Alicia Giménez Bartlett maneja con tal maestría el lenguaje que logra que este descubra más de lo que parecen decir las propias palabras.
Y claro, como no podía ser de otra manera, logra transmitir la tensión y la intriga. Esta última porque no puedes apartar tu mente de los acontecimientos, no puedes evitar buscar en cada frase, en cada actitud de cualquiera de los que se asomen a las páginas del libro, esa pista que permita resolver el caso, no tratas de ponerte en la piel de los protagonistas, formas parte de ellos y sientes desgana, cansancio, inquietud, rabia y preocupación a medida que va sucediéndose la investigación. Y tensión porque sientes como tu propia respiración se acelera o relaja al ritmo que manda la narradora, la propia Petra Delicado.
Una novela llena de giros, de idas y venidas, de aciertos y dudas, de ese suspense y misterio que logra que te aísles de todo y te centres en una lectura cómoda y atractiva, no sintiendo en ningún caso que las páginas pases con o sin velocidad, sino sintiendo como se está más lejos o más cerca de resolver los enigmas que se plantean desde el inicio: un asesinato y un robo de lo más extraño.

domingo, 29 de marzo de 2015

MIENTRAS NIEVA SOBRE EL MAR. Pablo Andrés Escapa




Escribir relatos no es nada fácil. Al menos no es fácil hacerlo bien, lograr que cada uno sea una historia completa, bien contada y que logre, durante su lectura, atrapar de tal manera que su intensidad no decaiga. Son muchos, por desgracia, los libros de relatos en los que junto a unos llenos de fuerza y calidad, hay otros tan flojos que parecen metidos con calzador.
Sí, es cierto que hay muchos escritores, o sus editores, que lo único que hacen es reunir una serie de textos hasta completar un libro, que simplemente ofrecen una amalgama de escritor sin orden ni medida, sin la necesaria configuración que permita que el libro se sienta, por parte del lector, como un todo.
Por eso cuando nos encontramos ante un libro de relatos que permite una lectura uniforme, un paseo por una serie de historias atrapadas dentro de una misma encuadernación, un libro en el que cada uno de los textos se hace necesario y en el que todos conforman una lectura que bien se puede hacer sin descanso, nada aconsejable, por cierto, o disfrutando de cada relato con tranquilidad, sin olvidar, claro está la atmósfera que impregna todo el conjunto.
Pablo Andrés Escapa es uno de esos escritores de relatos que no solo sabe bien lo que hace, sino que elabora los libros como tales, en los que desde la primera a la última página el lector va a sentir siempre que está acompañado por el mismo libro, sea cual sea la historia que en ese momento le acompaña. El autor leonés domina como pocos el relato, aunque más que constructor de relatos, habría que señalarlo como constructor de cuentos, pues al fin y al cabo Andrés Escapa es eso un contador de cuentos, un cuentista en el mejor sentido de la palabra, alguien que logra que a través de las pocas páginas de cada historia quedemos inmersos de lo que en ella se está narrando o viviendo.
En todo momento sentimos estar formando parte de esa magnífica tradición de los contadores de cuentos que tanto han abundado en Castilla y en León, esos cuentistas que acompañaban los trasnochos y los filandones, que lograban variar la atmósfera en la que nos encontrábamos y llevarnos de la mano por unas escenas tan reales que no suelen desaparecer ni con el paso de los años.
El autor tiene la destreza de crear unos ambientes cargados de misterio, ambientes que no solo mantienen alerta y expectante al lector, sino que le transmiten a este una emoción que logra que el asombro vaya en aumento a medida que avanza la lectura. El lector se siente en la necesidad de prestar toda su atención, no puede permitirse el lujo de perder una palabra, un signo de puntuación, nada que haga que la historia se transforme de inmediato.
Andrés Escapa demuestra en cada relato, en cada cuento, que es un narrador consumado, que sabe sacar partido a cada página, logrando transformar los elementos más cotidianos en excepcionales, fabulando espacios reconocibles y transformando lo real en irreal.
Una lectura fabulosa -catorce relatos enmarcados en dos verdaderas joyas literarias que son "Robinsón", el primero de los relatos, y "Náufrago", el último de ellos-, en la que en todo momento el lector atisba, con la naturalidad de lo extraordinario, todo lo que se dibuja en sus páginas: un faro enclavado en medio de un campo de trigo. Y más cosas, claro está.

Otras obras del autor:
La elipsis del cronista (2003), Voces de humo (2007), Gran Circo Mundial (2011) y Cercano Oeste (2012)


jueves, 12 de marzo de 2015

XIII PREMIO DE LA CRÍTICA DE CASTILLA Y LEÓN. LA GRATITUD, Fermín Herrero


El XIII Premio de la Crítica de Castilla y León que organiza el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua ha fallado hoy en Ávila y ha recaído en el poemario La Gratitud de Fermín Herrero Redondo.
Al premio optaban diez obras finalistas de la Comunidad de Castilla y León entre las que se encontraban seis obras de narrativa: La puerta de los pájaros, de Gustavo Martín Garzo; El viento en las hojas, de José A. González Sainz; Tierra violenta, de Luciano G. Egido; Mientras nieva sobre el mar, de Pablo Andrés Escapa; Alabanza, de Alberto Olmos  y La vida mitigada, de Tomás Sánchez. Un ensayo: Indies, hipsters y gafapastas: historia de una dominación cultural, de Victor Lenore. Una obra de teatro: Rukelli, de Carlos Contreras. Y dos poemarios: In memoriam, de Eduardo Fraile y La gratitud, de Fermín Herrero.
Este último ha obtenido por mayoría el Premio que viene a completar un elenco de autores de la talla de Luciano González Egido, Antonio Gamoneda, Raúl Guerra Garrido, Oscar Esquivias, Adolfo García Ortega, Juan Manuel de Prada, Luis Mateo Díez, Abel Hernández, Javier Villán, Antonio Colinas, Olegario González de Cardenal, José María Merino y José Antonio Abella.
La gratitud es un poemario que viene a rematar, que no finalizar, la trayectoria inapelable de uno de los poetas más representativos del panorama literario actual en castellano. Un poemario con mayúsculas que huele a tierra, a campo. Un canto a la relación del hombre con la tierra, un reflejo de lo que somos nosotras, de esa herencia genética de la que formamos parte. Fermín Herrero ha querido homenajear a la palabra que da título al libro, a esos sentimientos y actitudes que parece se han perdido en nuestra sociedad.
Estamos ante un poeta en el más estilo clásico del término, no tanto porque haya bebido la poesía de los clásicos y la domine, sino porque ha querido ir más allá, profundizando en la sencillez y puliendo el poema hasta el final, desgranando cada verso para que quede latente esa austeridad que tanto recuerda al campo castellano.
Claro que hay una mirada continuada al pasado, pero no abandona el presente, ni mucho menos el pasado, para atesorar en cada poema la esencia misma de la tierra, de ese espacio que tan bien el poeta conoce. Será esa mirada precisa y concisa, esa percepción de lo que hay, hubo y habrá en la tierra que el ha mamado la que vertebra un poemario que permite al lector lograr que afloren todos sus sentimientos a medida que pasan los poemas. Y es que La gratitud trasciende la propia lectura, retrotrae al lector hacia su propia memoria y a la de los que le precedieron, convirtiéndose en el mejor y más claro exponente de los que es la tierra, castellana en primer lugar (la herencia del poeta es innegable y universal posteriormente. De lo cercano, visible y familiar, a lo ajeno y general, convirtiendo el libro e una reflexión de la tierra, de la vida y del ser humano.

Otras obras del autor:
Anagnórisis (1995), Echarse al monte (1997), Paralaje. Los hijos secos (2000), Un lugar habitable (2000), El tiempo de los usureros (2003), Tierras Altas (2006), Endechas del consuelo (2006), De la letra menuda (2009), Tempero (2011), De atardecida, Cielos (2012), Furtivo de los días (2014) e Inmediaciones (2014)

lunes, 9 de marzo de 2015

VESTIDO DE NOVIA. Pierre Lemaitre



Cuando en mayo del pasado año apareció Nos vemos allá arriba, la primera novela de Pierre Lemaitre publicada en España, muchos lectores acudimos a ella más por tratarse de una novela sobre la Primera Guerra Mundial que por estar avalada por el Premio Goncourt. Éramos conscientes del vacío existente de lecturas sobre ese periodo, sobre todo si nos atrevíamos a compararlas con las de la Segunda Guerra Mundial. Aunque, todo hay que decirlo, según fue avanzando el año fuimos descubriendo que teníamos en mente muchas más lecturas de las que recordábamos: Sin novedad en en frente, El buen soldado Svejk, Los cuatro jinetes del Apocalipsis...
Su lectura no solo nos mostró un narrador sobresaliente que lograba hacer presente la Gran Guerra a través de sus consecuencias, sino un escritor que conseguía construir una gran historia y hacerla accesible a los lectores. A medida que avanzaba la lectura el lector era consciente de formar parte de algo más que una simple y sencilla novela de entretenimiento, estaba dentro de una historia descomunal y lograba, con notable facilidad, no perder detalle.
No fue extraño que, con estos antecedentes, cuando Lemaitre publicara, apenas cinco meses después, su segunda novela en nuestro país, muchos acudiéramos tras la estela del gran escritor que había demostrado que era. 
En principio llamaba mucho la atención, sobre todo para los que desconocíamos su trayectoria literaria en Francia, su país, que ahora se nos presentase una novela negra, una narración que no tenía nada que ver con su anterior trabajo. Poco a poco aparecieron entrevistas, artículos en los que nos mostraban a un Pierre Lemaitre al que le caracterizaban las novelas inmersas en este género literario. Incluso, para satisfacción de algunos entre los que me encuentro, demostraba su disgusto cuando se le nombraba (la ignorancia aporta este tipo de atrevimientos) como el "Steig Larsson" francés.
Y es que Vestido de novia nada tiene que ver con las novelas del escritor sueco. Ni sus personajes, ni su trama, ni su lenguaje, ni siquiera el tamaño de sus libros, nada permite señalar parecido alguno entre ambos escritores. Incluso me atrevería a decir, seguro que hay quien me tache a mí también de osado, que forman parte de géneros distintos, por muy difícil que sea separar aspectos que puedan tener en común.
Clasificar la novela de Lemaitre cono novela negra en muchos momentos que me resulta difícil, incluso extraño, aunque según van pasando los meses después de su lectura hay sensaciones tan contrapuestas que bien pudiera ser así como todo lo contrario. Lo que sí es una novela de suspense, de tensión contenida, una novela que atrapa como si de una argolla se tratara, que no logras quitártela de la cabeza por mucho que abandones su lectura. Una novela que logra crear en el lector una sensación de angustia que casi te obliga a dejar la lectura tantas veces como no puedes evitar cogerla apenas unos segundos después.
Sí, son muchas y frecuentes las novelas en las que el lector se ve implicado y sometido a los movimientos y acciones de los protagonistas. Pero pocas en las que la implicación resulta angustiosa, inquietante, hasta tal punto que en muchas ocasiones el propio lector se siente descolocado y perdido, como si el mundo que va construyendo dentro de la novela variase a medida que lo hacen las páginas. 
Ese es uno de los grandes logros de Lemaitre, sorprender al lector, conseguir en apenas trescientas páginas que se llene de dudas, que se sienta perdido sin abandonar la novela. Todo ello, claro está, con un soberbio dominio de la situación, con un perfecto uso del lenguaje (en nuestro caso mérito de los traductores) y con una puesta en escena tan cinematográfica que es difícil cerrar los ojos y no imaginar todo el escenario que se presenta en cada momento.
Seguir a Sophie en las tres partes en que se divide la novela no resulta fácil, y es ahí donde radica el mérito del escritor, de lograr, al menos durante unos segundos, que el lector pierda el norte y tenga que tomar aire para situarse, para poner los pies en el suelo de la novela y que esta no resulte lineal y previsible.  Dudar de quién es la voz que estamos escuchando, qué hay de realidad o inventiva o de parte de quién nos situamos son solo algunas de las opciones que se nos dan, que no es poco.
  

domingo, 15 de febrero de 2015

NOTICIAS FELICES EN AVIONES DE PAPEL. Juan Marsé



Juan Marsé es uno de esos escritores que parecer estar tocados con la varita mágica de la credibilidad. Cualquier texto por él firmado tiene la garantía suficiente como para ser leído casi con la certeza de estar ante una lectura con mayúsculas. Con él no basta su trayectoria, sobresaliente y deslumbrante, para saber que vamos a encontrar esa parcela literaria que nos haga disfrutar como lectores.
Es cierto que las 88 páginas que componen este libro harán que en muchas ocasiones pensemos en él como una novela breve, pero tanto su narrativa, su formato, como su diseño hacen que lo sintamos como una novela que no permanecerá al margen en la trayectoria de su autor, olvidándonos de inmediato de su tamaño.
Marsé vuelve a crear su novela alrededor de la figura de un joven de 15 años, de un adolescente dispuesto a descubrir y aprender todo lo que el mundo le tiene dispuesto. Esa etapa de formación que identificamos de inmediato y en la que no nos cuesta nada sucumbir por formar parte de ella.
Sí, hablamos de la Barcelona de los años 80, de esa ciudad casi mítica que ya parece nada tener en común con la actual. Y será esa ciudad, sus calles y edificios, las gentes que la poblaban la que se mantiene tan viva en la memoria colectiva la que se presenta ante nosotros lectores y hacen innecesarias mayores descripciones que las realzadas. Juan Marsé no ve necesidad en mostrar más de lo necesario, parece prescindir de lo superfluo para centrarse en la historia de los personajes, en Bruno y la señora Pauli, pero también en el padre, la madre y los "amigos" de aquel.
La prosa precisa de Marsé logra narrar con facilidad lo que parece difícil, mostrar con total serenidad una historia común que encierra distintas historias nada comunes. Juega con el lector a través de esas pequeñas vidas que van completando una trama que esconde en su seno algo más que las relaciones personales entre los protagonistas.
Claro que el autor juega con la memoria como parte esencial de su narrativa, pero en este caso abandona la memoria de la burguesía para fijar su atención en la que se encuentra a pie de calle, dibujando escenas magníficas con los tonos más esenciales. Y lo hace consiguiendo que el lector se sienta, en todo momento, cómodo, que no fije sus ojos en escenarios ajenos y dolorosos, sino que se sienta ese observador privilegiado que sigue los pasos de los personajes una vez que la voz del narrador ha abandonado el libro.
Además Noticias felices en aviones de papel es uno de esos libros que llaman la atención tanto por su diseño como por su formato. Con la exquisitez de la ilustradora María Hergueta, quien gracias a unas líneas claras y concisas ofrece unas imágenes llenas de frescura y notables dosis de fantasía que poco a poco envolverán el libro. Un libro realmente bello que engrandece cualquier biblioteca personal.

lunes, 26 de enero de 2015

LA AUTOPISTA DEL SUR. Julio Cortázar



Resulta paradójico sudar la gota gorda en un atasco mientras en la calle las temperaturas apenas alcanzan los cero grados. Pero esa es una de las características de la buena literatura, que es capaz de trasladarte completamente mientras estás leyendo. Y es que Julio Cortázar es de esos narradores que consiguen que seas uno más de los personajes de su historia.
La recuperación de relatos que está llevando a cabo la Editorial Nórdica es tan encomiable que solo suscitan palabras de agradecimiento, sobre todo entre aquellos lectores que gracias a ella redescubrimos continuamente a autores a los que hace mucho tiempo tenemos atados en las estanterías de nuestras bibliotecas. ¡Cómo leer este relato y no acudir de inmediato al libro del que forma parte Todos los fuegos el fuego para vivir nuevas vidas en otros tantos relatos!
Con esa prosa tan original e innovadora, con esa maestría de construir un relato, logra, con una historia que parece de antemano intrascendente, crear un universo propio, un escenario mucho más amplio que lo que parece suceder en las apenas setenta páginas del relato. Cortázar consigue que un simple embotellamiento en la autopista entre Fointainebleau y París se convierta en una historia con mayúsculas, una historia en la que los personajes se escapan de las páginas del libro a pesar de que apenas unas breves palabras se ocupan de su descripción.
Sí, claro que se trata de un cuento, más que un relato, pero un cuento en el que suceden, o al menos así lo parece, muchas más cosas de las que se narran. Incluso ese calor, esas altas temperaturas con que se inicia, darán paso a otras que obligarán a los protagonistas a buscar refugio en los vehículos, en los "autos" de distintas marcas, y a recurrir a las escasas prendas que en un mes de agosto llevan en el coche. Escenas que se van dibujando, como fotogramas, según nos cuenta el narrador que en tercera persona nos lleva de un coche a otro, de unos conductores y acompañantes a otros, mostrándonos historias personales que agrandamos más allá de las notas que aparecen en el texto.
Cortázar crea una sociedad en miniatura, una comunidad en la que todos cobran un protagonismo casi imprescindible y en la que cada detalle es importante para que el siguiente también lo sea. Y hay magia, esa magia que solo el autor sabe transmitir, dotando de importancia a hechos que en otro relato casi serían insustanciales.
Un relato breve pero intenso, en el que el lector se convierte en un espectador de lujo que debe buscar con rapidez el nuevo "auto" al que dedica sus explicaciones el narrador, en el que las páginas se pasan con avidez para descubrir en que acaba la "aventura a la que se ven sometidos los protagonistas.

Otras obras del autor:
La otra orilla (1945), Bestiario (1951), Final del juego (1956), Las armas secretas (1959), Los premios (1960),  Historias de cronopios y de famas (1962), Rayuela (1963), Todos los fuegos el fuego (1966), La  vuelta al día en ochenta mundos (1967), 62 modelos para amar (1968), Libro de Manuel (1973), Octaedro (1976), Alguien anda por ahí (1977), Un tal Lucas (1979), Queremos tanto a Glenda (1980), Deshoras (1982), Divertimento (1986), El examen (1986), Diario de Andrés Fava (1986)


domingo, 11 de enero de 2015

A QUÉ ESPERAN LOS MONOS... Yasmina Khadra



Cualquier anuncio de una nueva novela de Yasmina Khadra suelo recibirlo con la alegría de una agradable lectura, aunque con la incógnita de si esta seguirá estando a la altura de las anteriores. No puedo evitar sentir ese miedo a que se rompa el encanto de aquellos autores que siempre me han ofrecido una buena obra, por eso no suele resultar extraño que sus nuevos trabajos pasen meses apilados esperando el momento oportuno para ser leídos.
La espera esta vez no ha sido larga, había algo en la novela que me atraía con un magnetismo especial, no sé si el título o la sensación de volver a leer una novela de intriga con tintes policíacos. Sí, desde las primeras páginas uno se siente sumergido en una historia llena de misterio, de esas que atrapan y se van desgranando con lentitud, exiguiéndote una paciencia que consigue que la lectura se acompase con imágenes claras y concisas del entorno en que suceden los acontecimientos. Pero hay algo que la hace diferente, que te demuestra que Yasmina Khadra (pseudónimo de Mohamed Moulessehoul) escribe de forma diferente, que sus libros siempre aportan algo más que un simple entretenimiento.
A qué esperan los monos... como prácticamente todas sus novelas anteriores tiene mucho de denuncia. Sí, claro que es una novela de ficción y tan bien escrita que el lector queda atrapado desde el inicio, pero antes que señalarla como novela negra, género al que parece pertenecer, sería más fácil enclavarla dentro del género de la novela política ya que a lo largo de sus páginas el autor dedica sus esfuerzos en denunciar la corrupción existente en Argelia. Una corrupción que parece atrapar todo el sistema del país norteafricano y que abarca los ámbitos más variopintos como el económico, el político, e incluso el religioso.
Con la precisión que le caracteriza Khadra convierte cada página en un fresco en el que aparece dibujada una parte de la sociedad argelina, construyendo una historia tan real que hay momentos en los que parece estés leyendo una noticia veraz, hasta tal punto que pasas la página esperando descubrir una entrevista que aclare lo que hasta el momento ha sucedido. Logra, además, crear la tensión suficiente para que toda tu atención se centre en lo que en ese momento se está narrando, aunque sin poder evitar que cientos de imágenes aparezcan en tu mente intentando completar el puzzle cuyas piezas van apareciendo tras cada palabra.
Una novela inquietante, de lectura ágil y con sorprendentes giros que ponen a prueba la pericia del lector para atar los cabos a la misma velocidad con que son narrados. Una lectura para mirar a ambos lados y comprobar que todo está como tú lo imaginabas antes de ponerte a leer.

Otras obras de Yasmina Khadra:
Morituri (1997), Los corderos del señor (1998), Doble blanco (1998), El otoño de las quimeras (1998), Lo que sueñan los lobos (1999), El escritor (2001), Las golondrinas de Kabul (2002), Trilogía de Argel (2002), La prima K (2003), La parte del muerto (2004), El atentado (2005), Las sirenas de Bagdad (2006), Lo que el día le debe a la noche (2008), La ecuación de la vida (2012), Los ángeles mueren por nuestras heridas (2013).