A pesar de su cercanía Marruecos sigue teniendo el suficiente componente exótico como para atraer tanto a viajeros como a lectores. Múltiples son las narraciones que nos trasladan al país norteafricano, sus ciudades y escenarios han despertado la imaginación de un importante número de escritores occidentales. Quizá uno de los más significativos sea Paul Bowles y su incomparable El cielo protector, así que no resulta extraño que se preste especial atención a un libro que figura transcrito por el escritor norteamericano.
Es, precisamente en la ciudad donde falleció Bowles donde transcurre el relato de Mohamed Mrabet, un Tánger símbolo de la interculturalidad de los occidentales ahí refugiados y del Marruecos más profundo. Es aquí donde interviene el narrador en que se convierte Mrabet, al transmitirnos el latir de dos ciudades envueltas bajo los mismos muros.
Mohamed será el perfecto interlocutor entre ambas, un superviviente y buscavidas que se verá atrapado por dos universos por elección propia. Cada uno de ellos aparecerá representado por dos personajes esenciales tras los cuales se esconderá una cohorte de secundarios que autentifican la propia historia: Mr. David y Mina.
Con una lectura ágil y sencilla, en la que no se puede obviar la mano de Bowles, los protagonistas nos llevan a un Tánger en el que se mezcla, siempre de manera convincente, la realidad y la fantasía. Una fantasía alejada de los tópicos actuales, que se sumerge en la magia de la tradición marroquí, envuelta en hechizos y conjuros que fundamentarán buena parte de la lectura. Una narración que nos devuelve la cultura popular, la de los contadores de historias, la que penetra directamente en la vida cotidiana y que es capaz de mezclar marginalidad, opulencia y normalidad de manera poética.
Hay mucho de engaño, de manipulación, pero también de ese exotismo necesario para atraer al lector occidental en la búsqueda de unos escenarios y unos personajes fácilmente reconocibles. Todo queda reflejado en su justa medida, no hay momentos vacíos que puedan cansar la lectura, seguimos los pasos de Mohamed con total atención. Somos verdaderos espectadores, pero en más de una ocasión existe la tentación de advertir al protagonista de que sus pasos son erróneos, al menos desde nuestro punto de vista.
Un libro que nos vuelve a trasladar a Tánger (ver en este mismo blog "Calle de los ladrones" de Mathias Énard), pero esta vez con una visión, o mejor, con dos visiones, totalmente distintas, la reconocible por quienes viajan como turistas y la que se esconde en las callejuelas y las almas de sus habitantes.
Mohamed será el perfecto interlocutor entre ambas, un superviviente y buscavidas que se verá atrapado por dos universos por elección propia. Cada uno de ellos aparecerá representado por dos personajes esenciales tras los cuales se esconderá una cohorte de secundarios que autentifican la propia historia: Mr. David y Mina.
Con una lectura ágil y sencilla, en la que no se puede obviar la mano de Bowles, los protagonistas nos llevan a un Tánger en el que se mezcla, siempre de manera convincente, la realidad y la fantasía. Una fantasía alejada de los tópicos actuales, que se sumerge en la magia de la tradición marroquí, envuelta en hechizos y conjuros que fundamentarán buena parte de la lectura. Una narración que nos devuelve la cultura popular, la de los contadores de historias, la que penetra directamente en la vida cotidiana y que es capaz de mezclar marginalidad, opulencia y normalidad de manera poética.
Hay mucho de engaño, de manipulación, pero también de ese exotismo necesario para atraer al lector occidental en la búsqueda de unos escenarios y unos personajes fácilmente reconocibles. Todo queda reflejado en su justa medida, no hay momentos vacíos que puedan cansar la lectura, seguimos los pasos de Mohamed con total atención. Somos verdaderos espectadores, pero en más de una ocasión existe la tentación de advertir al protagonista de que sus pasos son erróneos, al menos desde nuestro punto de vista.
Un libro que nos vuelve a trasladar a Tánger (ver en este mismo blog "Calle de los ladrones" de Mathias Énard), pero esta vez con una visión, o mejor, con dos visiones, totalmente distintas, la reconocible por quienes viajan como turistas y la que se esconde en las callejuelas y las almas de sus habitantes.
Adoro este libro de Mohamed Mrabet y me encanta cómo mezcla la cotidianidad del buscavidas con los amoríos, las supersticiones y la brujería. Es una auténtica delicia. Lástima que sea difícil encontrar en castellano el resto de los libros de este autor.
ResponderEliminarHoy descubro este blog y me alegra comenzar por un autor que siento cercano a mí. Bucearé en las recomendaciones.
Un abrazo.
Alberto Mrteh (El zoco del escriba)