Para qué lo voy a negar, por muchas vueltas que le he dado no sé como catalogar el último libro de Manual Vicent. Tengo claro que es una obra de ficción, pero son tan reales la mayoría de los aspectos que narra que hay momentos que hasta ni eso tengo claro.
Los protagonistas son reales, muchos de los acontecimientos también y los cambios producidos en España durante la década de los sesenta son estimulantemente conocidos. Así que a nadie le debería extrañar la cantidad de dudas que aparecen en cuanto comienza la lectura.
Manuel Vicent domina el escenario -esa España a punto de cambiar, en la que empiezan a soplar aires nuevos y en la que todo parece sacado de la mente de un escritor surrealista- con una buena dosis de ironía, de humor descarnado que logra, no sé si la sonrisa, pero seguro que sí el asombro.
Una novela ácida, que parece corroer la propia memoria, agujereando esos espacios aún no tapados y que bien podrían completar el triángulo que el autor ha creado para nuestro deleite: Adolfo Suárez, el príncipe Juan Carlos y una mujer rubia llamada Carmen Díaz de Rivera.
La historia comienza con la imagen de Suárez acompañado por el rey. El monarca conduce al expresidente enfermo de alzehimer con un brazo sobre el hombro en lo que parece el paseo de un par de amigos. Serán los desvaríos de Suárez los que nos muestren al principio las imágenes, a veces reales, a veces confusas, de una España a punto de entrar en democracia, para pasar a una España más actual. Siempre con nombres y apellidos que a todos no son conocidos y nos harán recuperar imágenes de nuestra memoria.
La capacidad de describir de Vicent, a todas luces inteligente, logra construir momentos de gran belleza imaginativa consiguiendo una lectura ágil y entretenida.
Los protagonistas son reales, muchos de los acontecimientos también y los cambios producidos en España durante la década de los sesenta son estimulantemente conocidos. Así que a nadie le debería extrañar la cantidad de dudas que aparecen en cuanto comienza la lectura.
Manuel Vicent domina el escenario -esa España a punto de cambiar, en la que empiezan a soplar aires nuevos y en la que todo parece sacado de la mente de un escritor surrealista- con una buena dosis de ironía, de humor descarnado que logra, no sé si la sonrisa, pero seguro que sí el asombro.
Una novela ácida, que parece corroer la propia memoria, agujereando esos espacios aún no tapados y que bien podrían completar el triángulo que el autor ha creado para nuestro deleite: Adolfo Suárez, el príncipe Juan Carlos y una mujer rubia llamada Carmen Díaz de Rivera.
La historia comienza con la imagen de Suárez acompañado por el rey. El monarca conduce al expresidente enfermo de alzehimer con un brazo sobre el hombro en lo que parece el paseo de un par de amigos. Serán los desvaríos de Suárez los que nos muestren al principio las imágenes, a veces reales, a veces confusas, de una España a punto de entrar en democracia, para pasar a una España más actual. Siempre con nombres y apellidos que a todos no son conocidos y nos harán recuperar imágenes de nuestra memoria.
La capacidad de describir de Vicent, a todas luces inteligente, logra construir momentos de gran belleza imaginativa consiguiendo una lectura ágil y entretenida.
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