QUÉ LEO HOY:

QUÉ LEO HOY: Sugerencias, debate, crítica, opinión...

martes, 31 de diciembre de 2013

BREVIARIO DEL BUS. Luís Pousa



Tenía pensado acabar el año con otro libro, pero la prosa precisa de Luis Pousa no solo me ha señalado mil mundos, sino que ha despejado mi memoria y ha descubierto ese hueco del pasado que guarda recuerdos con historias en las que el autobús era el protagonista, cuando recorrer apenas 50 kilómetros era toda una aventura.
Las letras de Pousa, las ilustraciones de Miguel Ángel Martín y el prólogo de Enrique Vila-Matas me han trasladado a esos asientos en los que lectura es obligada, en los que las historias se ven acompañadas de escenarios ajenos en los que vislumbrar tantas experiencias como palabras se dejan de leer.
Sí, en mi memoria se asoma el recuerdo de un 31 de diciembre, un autobús sin libros ni viajeros y un niño que trataba de llegar a casa. Un viaje que se convirtió en una aventura de la que, gracias a Luis Pousa, han reaparecido muchos de sus personajes. Y es que sus textos, sus viajes, son eso, una ventana abierta a la mente, al recuerdo de aquellas sensaciones que permanecen en nosotros sin que les prestemos mucha atención, pero que de vez en cuando, cuando reciben el estímulo necesario, reaparecen con una fuerza que hacen dudar de su veracidad.
El autor no se conforma con narrar, con contarnos anécdotas, con despertar nuestra mente, sino que recorre pacientemente las vidas de aquellos que eligieron el bus, el autobús o el trolebús como medio de transporte. Y lo hace de la mejor manera posible, con una prosa depurada, fresca, que no esconde nada, que rebusca en la propia literatura y en su lectura la esencia del libro sobre los asientos gastados del bus. El rescate que hace de las palabras y los hechos de un buen número de escritores es la excusa perfecta para incitarnos a sus textos, a aquellos relatos en los que queda demostrada la valía de los narradores.
Jardiel Poncela, Italo Calvino, Ramón Gómez de la Serna, Paul Bowles, Martin Amis, Manuel Rivas, Julio Cortázar, Miguel Torga, Franz Kafka, Camilo José Cela, Walt Whitman, Anatole France, Charles Bukowski, el propio Vila-Matas y unos cuantos maestros de literatura prestan sus palabras o sus gestos a Pousa para crear un libro magnífico, en el que es fácil ensoñar, añadir y releer.
No debe extrañar que a medida que se van leyendo cada uno de sus 25 textos nazca en nuestro interior ese deseo de viajar y leer, de leer y viajar, de correr en busca del Urbano, del Coche de Línea o de la Exclusiva que, permítanme siguen siendo las formas en que el autobús se sigue llamando en mi casa.

¡Feliz Año! y unas prósperas lecturas nuevas.



sábado, 28 de diciembre de 2013

LAS MUCHACHAS DE SANFREDIANO. Vasco Pratolini



Nada más coger el libro entre mis manos hubo algo que me impulsó a saber algo más de un escritor del que desconocía prácticamente todo. No sabía ni quién era y su nombre no me sonaba en absoluto, así que me dediqué a leer (cosa que procuro no hacer antes de empezar a leer para no intoxicarme) la completa biografía que aporta el propio libro.
Y claro, lo primero que descubro es que, entre otras cosas, era el guionista de "Rocco y sus hermanos" de Luchino Visconti (el cartel de la película ocupó durante muchos años un lugar preeminente en mi habitación). A partir de ahí, no sé si influenciado por su relación con el cine italiano de los años cincuenta, no pude por menos que leer toda la novela como si estuviese viéndola a través del objetivo de una cámara.
Pratolini pasó a darme, en la intimidad de la lectura, una dosis completa del neorrealismo italiano. Y en cada párrafo, cada línea, no podía escapar de esas imágenes que formaban parte de una época de la historia del cine europeo.
Ya desde la primera página, repito que no podía apartar de mi mente las imágenes, en especial las femeninas, que la gran pantalla me había ofrecido y que gracias a Pratolini volvía a recuperar como si fuesen nuevas y reales. Desde la descripción de Sanfrediano, a la orilla izquierda del Arno, hasta cada una de las seis mujeres protagonistas, iban recreándose en mi mente en un blanco y negro tan característico que casi me parecía oír de fondo el ruido del proyector.
No sé si esa sensación cinematográfica me acompañó mucho tiempo, pero el caso es que la lectura se convirtió en un verdadero disfrute, descubriendo en cada línea esos estereotipos que caracterizaban el cine de la época. escuchaba los sonidos del barrio, los piropos y juegos de palabras que los protagonistas se lanzaban, llegando a ser incluso uno más dentro del barrio de Sanfrediano.
Una novela fresca, de lectura ágil, en la que la mayor parte del tiempo la boca se arqueaba hacia arriba al borde de dibujar una sonrisa, disfrutando de cada descripción, de cada diálogo como si las letras hubiesen traspasado el propio libro y una pantalla se presentase ante mi.
Sí, claro que si alguien hubiese escrito hoy esta novela muchos sectores habrían hecho sonar todas las alarma y más de una ruptura de vestidura habríamos visto en directo. Pero gracias a la narración de Pratolini que logra situarnos en esa posguerra europea, en el barrio florentino que da título al libro, vemos los rostros de Tosca, Mafalda, Gina, Bice, Silvana y Loretta y, lo que es más importante, sus expresiones y contoneos, su voluptuosidad y gracia, pero sin olvidar su desparpajo, sus arrestos y esos aires italianos que el cine tan bien ha sabido retratar.
Ah! Claro y también a Aldo Sernesi, ese "Bob" con un perfecto parecido a Robert Taylor. Ese donjuán que logra que las seis caigan rendidas a sus pies. Eso sí, el desenlace es mejor que lo descubra cada cual leyendo un libro que se saborea con deleitación en cada uno de sus catorce capítulos. Recomiendo que no se lea el índice para que no se adultere la lectura.
Por cierto, hay que resaltar la edición conseguida por Editorial Impedimenta que logra que el libro sea un objeto bello, atractivo, que invite a tocarlo y, lo que es más importante, a leerlo y conocer qué atesora en sus páginas.

martes, 17 de diciembre de 2013

DIES IRAE. César Pérez Gellida



Me suele costar mucho leer segundas partes de novelas que me han gustado mucho. No hablo de novelas en las que los personajes son los mismos, esas sagas en las que vemos como los protagonistas van evolucionando y creciendo y en las que cada novela tiene un principio y un final, sino de aquellas que forman parte de una trilogía (o incluso más) y cuya historia se reparte entre los libros que la conforman. De hecho en muchas de ellas he naufragado en el intento de leer la segunda de las "entregas".
El buen sabor de boca, el disfrute de la lectura y las imágenes de Memento Mori aún estaban presentes cuando llegó a mis manos esta segunda parte de la trilogía "Versos, canciones y trocitos de carne" (nombre que seguro a muchos lectores les puede echar para atrás, ellos se lo pierden). Agarré el libro con tanta energía como ganas tenía de seguir con las andanzas de Augusto, Ramiro y Armando. Pero había algo, algo difícil de explicar, que me impidió comenzar la lectura. De hecho me acompañó en más de veinticinco horas de avión y, al menos, cinco más de autobús,siendo incapaz de comenzar la lectura, ni siquiera de ojear el prólogo que, había leído, era de Jon Sistiaga.
No sé si tenía miedo a lo que me iba a encontrar o simplemente mi subconsciente me hizo pensar que  no era la lectura más adecuada para un viaje largo. El caso que una vez de vuelta, en la tranquilidad de la noche, no pude por menos que restarle al sueño todas las horas posibles para sumergirme en una lectura a la que pretendía lanzarme a tumba abierta.
Pocas veces una segunda parte tuvo tanta entidad como para poder leerse de manera independiente. Estamos ante una historia en si misma. Sí, continúa y aclara mucho lo acontecido en la primera parte, pero es que tanto los personajes, los escenarios y los acontecimientos dibujan una historia nada parecida a la anterior. Y es que Pérez Gellida logra trasladarnos, sin ningún tipo de esfuerzo, a unas calles que nada tienen que ver con las del Valladolid de Memento mori, nos muestra unos personajes que han evolucionado, y de qué manera, y nos vuelve a involucrar en una historia que se va gestando a medida que pasan las páginas.
La verdad es que se hace muy difícil hablar del libro sin desvelar sus secretos, pero ha medida que se intenta explicar van surgiendo imágenes a modo de flash que dan más valor si cabe a la propia lectura. Claro que tiene mucho de cinematográfica, el autor no se conforma, como ya lo hacía en su anterior novela, con narrar la historia sin más, nos introduce en la mente de los personajes, en la historia de estos y en la de la Europa reciente. De hecho la narración combina a la perfección los acontecimientos presentes de 2011 y la vuelta al pasado, de 1995 en adelante, para que profundicemos aún más en los protagonistas, en esos personajes con los que línea a línea vamos compartiendo algo más que la conexión acto-espectador.
Pérez Gellida vuelve a demostrar que es un escritor inteligente, capaz de ofrecernos una lección de historia para algo más que rellenar páginas y páginas, nos pone en antecedentes para que no sucumbamos a los hechos y acontecimientos que se van a producir más tarde. Vuelve a permitir que música y poesía se den la mano para que los personajes evolucionen y juega, como no podía ser de otra manera, con la narración en tercera persona combinada con la de primera persona que usa cuando quien nos habla es Augusto Ledesma.
Recuerdo que al escribir la reseña de la anterior novela, para este mismo blog, hablaba de lo que me gustaba ser capaz de imaginar los lugares que apareciesen en la historia que estaba leyendo, que fuese capaz de reconocer sus calles sin necesidad de plano alguno. En Memento mori jugaba con la ventaja de conocer Valladolid, pero en Dies irae desconocía completamente Trieste y Belgrado, así que el reto era mayor. Y si bien es cierto que no me voy a poder orientar por ninguna de las dos ciudades, si que soy capaz de sentir su esencia, ese carácter que hace que cada ciudad tenga su propia identidad.
Lo más sorprendente es que esa característica que busco en los lugares y escenarios que aparecen en el libro, la he encontrado también en los personajes que van sumando a los ya conocidos. Personajes a los que soy capaz de dibujar a pesar de que el dibujo no es lo mío, de los que parece conozco algo más que sus rasgos faciales, y con los cuales podría atreverme a mantener una conversación en un momento dado. Como se pueden imaginar quienes conozcan los libros, o incluso quienes se paren a pensar en el nombre que recibe la trilogía, habrá con quien la conversación sea más interesante y con quien es más que probable que el miedo me impida cruzar más de una palabra.
El caso es que César Pérez Gellida a vuelto a hacerme partícipe de una historia en la que la complejidad de la mente criminal me ha tenido con los ojos abiertos de principio a fin, aguantando en ocasiones la respiración para que algunos de los personajes no sintiesen mi presencia, evitando la mirada de aquellas escenas en las que el sonido parecía escaparse del libro, respirando a pleno pulmón en los breves momentos en los que la trama lo permitía.
No me queda más remedio que esperar, con impaciencia, la tercera entrega de la saga, la consumación de una historia adictiva e inteligente, capaz de atrapar a los amantes del género negro y aquellos que se apasionen con el retrato psicológico de los protagonistas

jueves, 12 de diciembre de 2013

AMANECE, QUE NO ES POCO. José Luis Cuerda




A estas alturas uno tiene claro qué es lo que es fruto de sus lecturas, de sus músicas, de sus viajes y sus películas. De la misma manera que hay libros que logran dirigirnos en una dirección, hay películas que nos marcan de tal manera que no solo nos acompañan siempre, sino que nos sirven de referencia para lo que vamos a ver a continuación.
No puedo negarlo, me declaro "amanecista", voy a robarle las palabras al propio José Luis Cuerda para explicar su significado: "esa sociedad secreta en la que puede participar cualquiera y que cuenta con lenguaje, contraseñas, valores, autoridades y santoral propio". Así que es fácil de entender las incontables veces que he podido disfrutar de la película (ya sea en soledad o en compañía de otros), el aprendizaje de ciertos diálogos y códigos, el conocimiento de la práctica totalidad de sus escenas. Y sin embargo soy capaz de divertirme cada vez que la vuelvo a ver, de descubrir nuevos personajes, nuevos guiños, de volver a reírme a mandíbula batiente como si estuviese viendo la película por primera vez. Aquí debo también confesar que me sucede otro tanto, aunque quizá no en tamaña medida, con Total Así en el cielo como en la tierra (y en menor medida con El bosque animado). Tengo pues a José Luis Cuerda en una especie de pedestal del que espero no se baje nunca o, al menos, tarde todo lo posible en bajarse.
Así que claro, recibir un libro cuyo título corresponde con el de la película, en su portada aparecen Resines y su "padre" Ciges y está firmado por el propio director, produce que se paralicen, durante unos segundos, tus constantes vitales. Y uno, en ese intento de bajarse del guindo en que parece encontrarse, logra no ceder a la tentación y guardar el libro para cuando el "subidón" haya pasado del todo.
Abrir sus páginas y dejarse llevar por la voz de Cuerda, por su manera de narrar, que aunque muchos no se lo crean, se acerca mucho a su instinto cinematográfico, por el juego a que el director albaceteño me invita desde la primera letra, es todo uno. De inmediato empiezan a aparecer decenas de imágenes de la película, diálogos inolvidables, gestos desternillantes, situaciones surrealistas. Bueno, surrealistas no, que José Luis Cuerda ha repetido en más de una ocasión que su cine no es surrealista, sino heredero de la picaresca española y de una dupla a la que debe mucho el cine español: Berlanga y Azcona.
Cuerda no se conforma  con ofrecernos el guión original, con escenas que no hemos visto bien por que no fueron rodadas o porque se encargó el montaje de dejarlas al margen, sino que va mucho más allá regalándonos un prólogo que por si mismo ya engrandece la publicación, un  álbum fotográfico (por llamar de alguna manera a las instantáneas que acompañan la publicación), un anecdotario (que hará las delicias de todos, en especial de los "amanecistas") y una completa y refrescante descripción de personajes y escenarios.
Con todo ello estoy seguro de que quien penetre en el libro recuperará una a una todas las escenas de la película, el lenguaje de sus protagonistas, sus actos, lo disparatados de las situaciones y una historia al más puro estilo "subruralista" de su autor.
Una verdadera y completa delicia para reír y disfrutar desde la primera hasta la última página. Ninguna tiene desperdicio, hasta tal punto que puesto en canción te lees de igual manera las anécdotas, el guión como el índice, los agradecimientos y la ficha técnica de la película. Por no hablar del impulso que recibe la imaginación cuando se pone a construir esos momentos que no están en la versión cinematográfica.

viernes, 6 de diciembre de 2013

CUENTOS MACABROS. Edgar Allan Poe



Hay días en los que te apetece volver a leer a los clásicos, recuperar esas lecturas que no solo dejaron huella en algún momento, sino que siguen presentes y se reflejan con mucha frecuencia en nuevas narraciones. No hay duda de que Edgar Allan Poe es uno de esos escritores eternos que además de pervivir se asoma continuamente a muchos más ámbitos que el literario. El cine, también la música, ofrece sin descanso referencias que nos hacen revivir algunos de sus cuentos, algunas de esas escenas inolvidables que se han alojado en nuestra mente y se dibujan repetidamente en la memoria.
Crecí con varios libros que alojaban los cuentos de Poe, pero ha sido la edición de Alianza la que más he exprimido, la que más he leído y releído, señalado y anotado, la soberbia traducción de Julio Cortázar ocupa ahora el doble de su tamaño original a fuerza de abrirla y recuperar frases y momentos estelares. A pesar de poseer más de una edición de los mismos Cuentos en dos volúmenes, siguen siendo los primeros los que con más fervor atesoro. Por mucha pena que me da su estado prefiero recurrir a ellos antes que a las siguientes ediciones (intactas de apenas ser tocadas).
Pero claro, hay libros de los que no puedes abstraerte, libros que te llaman tan poderosamente la atención que te atrapan desde el primer momento, Da lo mismo que sus páginas vuelvan a repetir los textos que ya conoces, los relatos que has vivido en varias lecturas, libros de una belleza tal que casi logran emocionarte una vez los tienes entre tus manos.
Uno de los más destacados, por suerte se repite con frecuencia en estos últimos años la fórmula de recuperar autores clásicos e ilustrarlos con maestría, es este libro de Edelvives que cuenta con la propia traducción de Cortázar y las soberbias ilustraciones de Benjamin Lacombe. Una obra que corta la respiración, que a mi particularmente me dejó sin aliento una vez sentado en mi mesa, en la soledad de la noche me puse a disfrutar de sus Cuentos macabros. No solo son las ilustraciones, es el diseño, de la primera a la última página, de la portada a la contraportada, de los títulos al índice. El libro es un todo que merece, cuanto menos, un repaso general a su contenido.
Además de los cuentos "Berenice", "El gato negro", "La isla del hada", "El corazón delator", "La caída de la Casa Usher", "El retrato oval", "Morella" y "Ligeia", en el libro encontramos el texto "Edgar Allan Poe, su vida y sus obras" de Charles Baudelaire y las biografías de este, el propio Poe, Cortázar y Lacombe.
Un libro completo, que conjuga de manera magistral la prosa de Poe, esos relatos (cuentos) que despiertan la imaginación (algunos no puedo aislarlos del rostro de Vincent Price en las películas de Roger Corman) y que mantiene a lector atento y expectante en todo momento, con el misterio suficiente como para que en más de una ocasión la respiración se acelere y la lectura corra en pos de ese desenlace que se siente apasionante.
Aunque lo más destacado de esta edición lo encontramos no tanto al ojearlo con asombro, sino al leerlo con detenimiento y comprobar que los ojos pasan con sorprende velocidad de las letras a las imágenes, participando en un juego que logra que la lectura sea aún más gratificante. 
Una completa joya literaria a la que invito fervientemente se le preste una especial atención. Lleva dos años conmigo y no me canso, cada cierto tiempo, de leer y observar, de sentir e imaginar mientras las horas nocturnas pasan como si nada.

domingo, 1 de diciembre de 2013

KIOTO. Yasunari Kawabata



Recurrir a grandes escritores cuando uno se encuentra en plena zozobra literaria (los grandes y largos viajes en avión te obligan a que las lecturas sean tan cómodas que exijan un esfuerzo menor) suelen traer su recompensa.
Aunque no debería extrañarme, es cierto que cerrar un libro y sentir la sensación de mantener viva una historia con mayúsculas, es algo que, por desgracia, no ocurre todos los días, pero sucede muy a menudo cuando acudes a una serie de escritores que, nunca entenderé porqué, siguen apareciendo en un segundo plano.
Uno de los casos más llamativos es el de Yasunari Kawabata, autor entre otros de Lo bello y lo triste, El rumor de la montaña y País de nieve. Premio nobel en 1968 y que en nuestro país ha sido editado casi en exclusividad por la editorial Emecé.
Y es que con Kawabata se produce ese extraño efecto de que la historia pase a segundo plano, no por ello deja de ser atractiva y consecuente, en favor de una narración, de una estética soberbia, con una profundidad que en ningún momento se convierte en opresiva, muy al contrario, la lectura parece flotar sobre un mar de palabras en las que cobra sentido de inmediato la naturaleza, los estados de ánimo y, porqué no, la seducción de la soledad y unas dosis nada desdeñables de erotismo.
De nuevo encontramos las disputas internas que oculta la prosa de Kawabata, el enfrentamiento, por decirlo de alguna manera, entre la juventud y la vejez (representados por Chieko y su padre), la naturaleza serena y la salvaje (de nuevo Chieko frente a su hermana Naeko), lo urbano y lo rural, la tradición frente a la modernidad. El autor japonés logra acercarnos a los detalles más insignificantes, a los movimientos más tenues, para percibir con toda claridad todo lo que sucede alrededor de los personajes que protagonizan la historia. Miradas, roces, colores, sonidos, incluso sentimientos, aparecen bajo la prosa de Kawabata dibujados con la maestría necesaria para que el lector no solo sea consciente de ello, sino para que los sienta como propios.
Una lectura pausada, es imposible no sucumbir al ritmo que el autor propone, que transmite tanta paz como belleza, logrando que la melancolía que despide a raudales se recomponga en vitalidad. Sin duda alguna una de las mejores maneras de penetrar en ese universo casi mítico de la cultura oriental en general y de la japonesa en particular, pues aunará la belleza estacional de la naturaleza y el eterno debate sobre tradición y modernidad.

jueves, 28 de noviembre de 2013

EL COMPLOT DE LA MEDIA LUNA. Clive Cussler y Dirk Cussler



Seguro que hay muchos que pondrían en entredicho las excelencias de Clive Cussler, máxime cuando recibe la ayuda de su hijo, pero tengo bien claro que siempre es un buen compañero de viaje, sobre todo cuando los vuelos son largos y tediosos.
No voy a negar que en su día la portada ganó muchos enteros a la hora de elegir el libro, conjugaba al personaje más carismático de Cussler, Dirk Pitt y un entorno tan atractivo, al menos para mí, como Estambul. Casi la portada y la contraportada (me conformé con leer quien era el protagonista) lograron que escogiese este en vez de otros libros que hiciesen gala de intriga y entretenimiento por encima de todas las cosas. Aunque también tengo que reconocer que en su día dejé la lectura incompleta, no sabría decir cuál fue el motivo, pero seguro que intenté leerlo en un ambiente que no era el adecuado.
Es posible, en especial si alguien conoce a Pitt por primera vez, que estemos ante uno de los títulos del autor con la trama más rebuscada y llena de coincidencias, pues en esta aventura no solo será Loren, la esposa del protagonista quien participe de la trama, sino también sus hijos Dirk Y Summer. Demasiado rebuscado, es más que probable, hasta tal punto que hay momentos en que uno se siente incómodo por como se van encajando los puzzles.
Eso sí, Cussler (y su hijo) lo solventa de la mejor manera, evitando que el lector se aburra, con una acción trepidante, lo mismo nos da el escenario y los personajes que en ese momento aparezcan, todo ocurre ante nuestros ojos con la velocidad de vértigo necesaria como para que no perdamos tiempo alguno en pararnos a pensar nada salvo en lo que va a suceder a continuación.
Sí, es cierto que como buen narrador hay veces en las que recurre en exceso a las explicaciones, que no se conforma con contarnos el escenario por el que se mueven los protagonistas, sino que trata de situarlo en la historia para darle trascendencia. Pero también lo es que Dirk Pitt (el padre) se ha convertido en un compañero de tantas aventuras que, junto al bueno de Giordino, se le perdona casi todo.
Una novela entretenida, que seguro no descubre nada al lector, pero le servirá de distracción el tiempo que dure la novela. Por supuesto que no es el mejor libro de Cussler, contiene demasiados peros, mas logra atraernos de tal manera que en todo momento somos capaces de ser partícipes de la aventura. 

domingo, 10 de noviembre de 2013

EL INVIERNO EN LISBOA. Antonio Muñoz Molina



A estas alturas es posible que pocos sean los lectores que no se han asomado al universo literario de Antonio Muñoz Molina, uno de los grandes escritores en lengua castellana de finales del siglo XX y principios del XXI. Autor de El jinete polaco, Los misterios de Madrid, El viento de la luna y Plenilunio, entre otros, ha obtenido recientemente el Premio Príncipe de Asturias; premio al que hay que sumar el Planeta en 1991, Premio de la Crítica en 1988, Premio Nacional de Literatura en los años 1988 y 1992.
Había disfrutado de muchas de sus novelas (incluso Ardor Guerrero me mostró la "mili" que yo no había hecho), pero tenía la deuda de hacerlo con El invierno en Lisboa, máxime cuando sus páginas me acompañaron en un viaje de ida y vuelta a la capital portuguesa sin que me atreviese a pasar de la primera página.
Cosa que agradezco, pues de haberlo hecho mis pies se habrían dirigido en pos del jazz, al que me sentía más cercano, en vez de hacerlo del fado, del que desconocía prácticamente todo, salvo quizá parte de su melancolía. Así que tengo que reconocer, ahora que por fin he leído la obra de Muñoz Molina, que sentí el lamento del fado gracias a no pasar de la primera página del libro. estoy seguro que de haberlo hecho habría buscado la también melancólica música del jazz lisboeta.
Quizá lo primero que me sorprendió fue descubrir que la lectura rápida y ágil que se me había antojado no era tal, y que me exigía un esfuerzo que, de inmediato, te ofrecía una satisfacción tan grande que te hacía aún más partícipe de la trama que en el libro se iba desarrollando.
Una trama sonora, que nadie dude que la música, el jazz, suena en cada una de sus páginas. De la misma manera que se ven envueltas en un abrazo donde el amor genera todo tipo de pasiones. Amor y música que se palpan más allá de lo que el narrador anónimo nos cuenta, que se sienten a sus anchas en los escenarios en que se desarrollan, en esos bares llenos de humo (en más de una ocasión uno siente que son sus ropas las que despiden el olor que genera la novela) y dibujados en blanco y negro.
Y es que, como bien refleja la contraportada del libro (qué bien no haberle prestado atención hasta una vez leído, o al menos qué bien olvidarme de las palabras allí escritas) nos encontramos con un homenaje al cine negro americano, hasta tal punto que uno como lector no se puede abstraer y lee y vive la novela siempre en estos matices. ¡Cómo no sentir la "Casablanca" de Bogart y Bergman!
Muñoz Molina nos ofrece un relato oral en el que el narrador nos contará unos hechos que él no ha vivido, sino los que otros le han contado, se convierte, desde esa primera página, en el interlocutor entre los protagonistas de la historia y el lector. Nos traslada la melancolía y la soledad de unos acontecimientos que antes que apurarnos, nos invitan a sumergirnos en ellos, a descubrir los entresijos de las relaciones entre sus protagonistas.
Tugurios sórdidos, llenos de humo, oscuros, donde las fisonomías que apenas se vislumbran logran atraparnos para vestirnos con gabardina y sombrero, eso sí, como dije antes, siempre en blanco y negro.
Una invitación a saborear una literatura de muchos quilates, en la que lo que más nos interesa es cómo su autor nos narra las cosas, hasta tal punto que lo que nos cuenta pasa a segundo plano. Claro que disfrutamos de la atmósfera de San Sebastián, Madrid y Lisboa (de sus locales), pero lo hacemos mucho más con la manera que tiene Antonio Muñoz Molina de trasladarnos allí y, lo que es más importante, de transportarnos a unos ambientes perfectamente definidos.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

SEÑORAS Y SEÑORES. Juan Marsé



Hay novelistas, grandes novelistas, que cuando cambian de registro y se acercan al mundo de los apuntes, las columnas de opinión, o al entorno periodístico, no demuestran la destreza narrativa propia de sus libros. Sí, claro que tienen seguidores y sus opiniones son tenidas en cuenta, pero esos textos, generalmente de pequeño tamaño están muy por debajo de la calidad que atesora su pluma.
No es el caso de Juan Marsé, o al menos no lo es si nos atenemos a los retratos que encontramos en este libro, esos retratos aparecidos en las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado (salvo dos últimos que merecen ser tenidos muy en cuenta) y que, en su mayor parte, siguen estando de actualidad.
No sé muy bien porqué, seguro que por su aporte de cercanía en el tiempo, no me pude resistir a comenzar el libro por el final, por el último de los textos con que Marsé logra ilustranos. Los dos últimos, además de ser los más actuales (dedicados al Artur Mas y María Dolores de Cospedal), son los que más espacio dibuja el autor en sus descripciones. Y puedo asegurar que son esos dos solos los que me despertaron el deseo irrefrenable de leer los otros cuarenta y uno, de descubrir no tanto la visión del autor de Últimas tardes con Teresa o Rabos de lagartija, sino la perspectiva con es capaz de mostrarnos los retratados.
Y es que Juan Marsé , con un perfecto dominio del lenguaje y el trazo firme de su narrativa nos acerca a cada una de las 43 figuras sin necesidad de ver más imágenes que las que ofrece sus palabras. Ese lenguaje ácido, cáustico nos adentra en el mundo de la descripción perfecta, capaz de recoger los guiños, los gestos y las manías de esos personajes a los que el autor ha sabido trasladar, antes a las revista "Por Favor" y el diario "El País", y ahora a este pequeño libro.
Con un perfecto manejo de la ironía, un poco de pasión y una buena dosis de mala leche Marsé nos hace disfrutar con cada una de las imágenes que nos ofrece, haciéndonos pasar del asombro a la sonrisa en la misma línea. Además nos ofrece una notable lección de la forma correcta de escribir, aquellos que quieran aprender (algunos aún estamos a tiempo) tienen en cada retrato una buena lección. Y si no, compruébenlo ustedes mismos:

  "La boca musculosa y risueña, el mentón sólido, la nariz recta, los ojos oscuros y burlones, las cejas espesas. El diseño de la cara no es dulce, y sin embargo, la expresión lo es. Resabios de un temperamento reflexivo y burlón configuran el gesto y la mirada."

O en este otro:

   "El maxilar cuadrado y ligeramente popeyesco va siempre un paso por delante de la mirada estreñida: el paso largo y la vista corta, he aquí un problema para cualquier conductor de multitudes, sobre todo si maneja un timón más decorativo que funcional."

El primero nos acerca al rostro de Carmen Maura, mientras en el segundo las facciones dibujan a un Artur Mas al que, como dije antes, dedica más espacio que a los anteriores retratados y retratadas.




martes, 5 de noviembre de 2013

CUENTOS INÉDITOS. Bram Stoker



Que mejor manera que celebrar el pasado fin de semana que leyendo una novela de terror. Después de descartar un par de autores actuales y desconocidos que ofrecían novelas de terror inteligente (no descubrí ninguna de las dos cosas) me dediqué a releer algunas de las Leyendas  de Bécquer, un poquito de Lovecraft y algunos relatos de Poe.
Pero claro, en mi mesa reposaba una recopilación de cuentos de Bram Stoker, y no era cuestión de seguir esquivándolos. Hace algunos meses llegaron a mis manos los relatos del autor dublinés  publicados por Valdemar: Cuentos de medianoche (y que también puedes encontrar en este mismo blog), así que di un tiempo prudencial a esta nueva entrega de Ediciones del Viento.
Reconozco, como me sucedió con el anterior libro, aunque esta vez ya sobre aviso, que traté de buscar la sombra del autor de Drácula, de esa narrativa de terror que diese un sentido especial a las noches de Todos los Santos y de Difuntos, pero volví a encontrar a un verdadero narrador de Cuentos. Sí, con mayúsculas, recuperando esos cuentos para adultos que nos acercan al mundo de la imaginación y que, al menos durante el instante que dura su lectura, nos corta la respiración.
Stoker vuelve a demostrar, hay que señalar que estos relatos se escribieron antes que su novela más famosa, que es un escritor notable, dotado de una gran imaginación, un narrador que maneja el Cuento de una manera especial, atrapando al lector casi desde la primera línea, llevándole por caminos desconocidos que no sabe dónde le van a llevar. Ese es, sin duda, el mayor logro de una recuperación de textos como esta, mantener al lector en una continua intriga y permitirle descubrir un universo diferente al esperado.
Estamos ante unas narraciones llenas de humor, negro en más de una ocasión, en las que las descripciones logran crear una atmósfera que conseguirá que quien penetre en sus páginas vaya más allá de lo descrito, hasta tal punto que Stoker aporta el cuento, las descripciones y los personajes, y el lector su imaginación para construir un nuevo espacio en el que se desarrolla la trama.
Siete relatos soberbios, diferentes entre si, que atrapan y que juegan con la muerte y el lado más oscuro de manera sencilla y normal, hasta tal punto que en ningún momento da la sensación de estar leyendo historias fantásticas nacidas de la imaginación de su autor.
Eso sí, también hay vampiros, muertos, patíbulos y cementerios (estos al menos junto a las iglesias) que lograrán entretener tanto a los lectores ocasionales como a los lectores más exigentes.

martes, 29 de octubre de 2013

¡MUUU! David Safier



No voy a intentar a estas alturas descubrir a David Safier, ni siquiera señalarle como el creador de un género propio. Pero lo cierto es que su trayectoria desde 2009 en nuestro país lo sitúa como un narrador prolífico. Maldito Karma nos descubrió un escritor en el que el sentido del humor iba mucho más allá de lo que estábamos acostumbrados, hilarante y sorprendente el libro logró que su siguiente novela, Jesús me quiere (2010), fuese esperada por un buen número de lectores.
Yo, mi, me, contigo (2011) y Una familia feliz (2012) no cosecharon el mismo reconocimiento, pero una legión de seguidores no perdía la ocasión de disfrutar de una novela de humor como eran ambas.
No voy a decir que Safier vuelve a sus orígenes, pero sí que vuelve a dar voz, y de que manera, a los animales. Vacas, perros y gatos circulan por las páginas del libro no solo entreteniendo en todo momento, arrancando sonrisas, e incluso risas desaforadas, sino que ofrece todo un catálogo de optimismo.
Sí, como es fácil de comprobar tanto en el título como en la portada, las protagonistas de esta historia son vacas. Lolle, Rabanito, Hilde y Susi, a las que acompaña el toro Champion y el gato Giacomo, nos ofrecen imágenes desternillantes y tremendamente elocuentes, hasta tal punto que seguro que quien cierra sus páginas y observa la portada espera que las vacas empiecen a hablar.
Con una prosa ágil y de una frescura destacable Safier nos introduce en una historia que no se conforma con hacernos reír, sino que logra también que seamos capaces de acercarnos a las reflexiones que se hacen las protagonistas. Sexo, religión, racismo y muchos otros temas se van sumando mientras somos testigos de las aventuras de las protagonistas, pero siempre sin abandonar, incluso en los momentos más tensos, la ironía y jocosidad que caracteriza al escritor alemán.
Gracias a los capítulos relativamente cortos, 66 en poco más de 300 páginas, la lectura logra esa agilidad y comodidad que suelen caracterizar a los libros que parecen acompañarte más allá de la propia lectura, hasta tal punto que ese capítulo más que vas a leer, se convierte con notable facilidad en tres o cuatro.
Canciones, chascarrillos y juegos de palabras aumentan la comicidad a extremos exagerados. Pocas veces unas pocas vacas han suscitado anécdotas y situaciones repletas de comicidad.
Un libro para pasar un buen rato, para pasar del asombro a la carcajada en apenas unos segundos, para descubrir cómo la imaginación y el sentido del humor pueden construir una novela entretenida, divertida  y, por encima de todo, llena de optimismo. Un placer de la primera a la última página.  

viernes, 25 de octubre de 2013

ASTÉRIX Y LOS PICTOS. Jean-Yves Ferri y Didier Conrad



Sí, ya sé que los más puristas se estarán rasgando las vestiduras, pero yo estaba deseando la llegada del álbum número 35 de la serie, así que en cuanto lo he tenido en mis manos no he podido hacer otra cosa que leerlo con los cinco sentidos.
No niego que la desaparición de Goscinny hiciera que nuestros irreductibles galos perdieran parte de su chispa, y que las últimas entregas nos lo hicieran añorar aún más. Pero es que las cosas eran así. De la misma manera que ahora sean Jean-Yves Ferri y Didier Conrad, este último como dibujante y el anterior como guionista, los que traten de acercarse lo más posible a nuestros emblemáticos personajes.
Y que queréis que os diga, salvo ciertos guiños a la actualidad que, no se nos olvide, han formado parte siempre de la esencia de Astérix y Obélix, no me he sentido defraudado. Incluso considero que el personaje de Mac Loch es un homenaje a "Oumpah-Pah, el piel roja" perfectamente conseguido.
¿Quién no ha imaginado que las historias de nuestros personajes no tenían un final diferente? ¿quién no ha escrito un guión imaginario en el que ellos eran de nuevo los protagonistas? Si no te ha sucedido, lo siento, pero deberías dejar que tu imaginación volase y se pudiera aprovechar de lo que tiene delante.
Eso creo que es lo que les ha tenido que suceder a Ferri y Conrad que, como era de esperar, han contado con el beneplácito de Uderzo. Y han construido una historia sólida, bien contada e ilustrada, en la que se encuentran todas las características de la saga, aunque, por qué no decirlo si he echado un poco de menos más peleas, pero bueno seguro que todo se andará.
Lo que sin duda es buena señal es que me ha parecido corta la historia, como si esperase que sucediesen más cosas. Atribuible, me imagino, a las imágenes de los demás álbumes que tengo alojadas en la memoria y me hacen imaginar que en cada una de las historias sucedían más cosas.
Astérix, Obélix, Panorámix, Abraracúrcix y demás miembros de la aldea vuelven a ofrecernos una buena historia que obliga, como siempre, a estar atentos hasta en los más pequeños detalles. Personajes que mantienen una buena salud, incluso Edadepiédrix, y que parecen asegurar su presencia en el futuro. Sobre todo porque Uderzo y los herederos de Goscinny están orgullosos de la emancipación de los personajes más emblemáticos, junto con Tintín, de la ilustración europea.
Juegos de palabras, guiños, viñetas antológicas y sonrisas aseguradas en una entrega que permitirá que los nostálgicos volvamos a disfrutar de Astérix y Obélix y que nuevas generaciones se acerquen a ellos.

miércoles, 23 de octubre de 2013

EL ÚLTIMO CORTEJO. Laurent Gaudé



Tengo que reconocer que lo primero que tuve que superar en la lectura del libro fue la primera frase, esa punzada que uno siente cuando algo resquebraja la intención de disfrutar de un libro. De hecho han tenido que pasar tres meses antes de aventurarme de nuevo en sus páginas. 
Pero claro, tenía demasiado presente El legado del rey Tsongor como para no darle una segunda oportunidad. Así que comencé a leer el libro con la esperanza de recuperar algunas de las sensaciones que me había producido aquel.
Sin las expectativas que tenía cuando lo cogí  por primera vez, allá por los últimos días de junio, me encuentro casi sin respiración en la página 16, habiendo acabado un primer capítulo y negándome a dejar el libro bajo ningún pretexto. Sin embargo había algo que me obligaba a leerlo con detenimiento, con respeto, como si los acontecimientos que se iban produciendo en él me impresionaran sobremanera.
La prosa absorvente de Gaudé de inmediato me trasladaron a los textos clásicos, a los poemas épicos. Los capítulos breves, los párrafos espaciados, la utilización del lenguaje y la propia figura de Alejandro me envolvieron de tal manera que no hacía falta, en absoluto, que el autor me llenase con imágenes superfluas y recurrentes. Me encontraba con una novela breve, sí, pero que estaba construida en su justa medida, a la que no le sobraba ni una coma, pero que gloriosamente no le faltaba tampoco nada.
A caballo entre la historia y la leyenda, la tragedia y la gloria, el autor nos sitúa en pleno siglo IV antes de Cristo sin tener que llenar páginas y páginas de presentaciones, descripciones y datos, nos introduce directamente en la propia historia sin crear caminos alternativos que tengan que demostrar los conocimientos adquiridos por el autor.
Laurent Gaudé vuelve a darnos una lección de escritura, de manejo de la prosa, de lograr transmitir al lector esa soledad del héroe que tanto se ha buscado a lo largo de la historia de la literatura y lo hace de la mejor manera posible, con un texto profundo y cargado de significado, donde el lector nota, a medida que van pasando las páginas, que el vello se eriza ante las imágenes que se van dibujando sin descanso.
Los últimos instantes del gran Alejandro Magno a modo de narración épica, hasta tal punto que las gestas anteriores se diluyen, hacen que  nos interese ese presente dramático del que somos testigos. Una evocación mística que logra invadirnos como si hubiésemos encontrado un manuscrito perdido.

domingo, 20 de octubre de 2013

LOS INGENUOS. Manuel Longares



La Gran Vía madrileña es, para quienes somos de provincias, ese espacio urbano que nos permite ver las bellezas y las miserias de una de las ciudades más representativas de Europa. Quien no se haya quedado extasiado con sus edificios, con sus comercios y espectáculos quizá debería hacérselo mirar o, cuanto menos, disfrutar  más con aquello que se le presenta y rompe el universo en que se mueve. De la misma manera nos ha sorprendido, hasta estos últimos años al menos, aquellos habitantes de las aceras que luchan por sobrevivir de la mejor manera posible; por no hablar de esas calles perpendiculares que se nos antojaban caminos hacia lugares que nada tienen que ver con la calle madrileña por excelencia.
Manuel Longares, madrileño, nos arrastra por ese mismo espacio a lo largo del mismo siglo XX de Las cuatro esquinas y Romanticismo.Y lo hace mostrándonos la brillantez de la Gran Vía y los tonos grises de aquellas calles que convergen en ella.
Con ese estilo tan personal y la voz propia en que ha convertido su lenguaje nos traslada al Madrid del siglo pasado como si nos estuviera contando un hecho anecdótico más que una historia, serán necesarias casi treinta páginas para que nos percatemos de que es Gregorio Herrero el protagonista de esta novela a tres tiempos. Tres momentos de la historia de la capital de España y sus personajes, el ya mencionado Gregorio, su esposa Modesta y sus hijos Goyo y Modes.
Tres tiempos que nos recuerdan a los de Romanticismo (Premio de la Crítica 2001), aunque ahora, en vez de ser la burguesía del barrio de Salamanca, serán los miembros de las clases más llanas los protagonistas: los porteros de una finca de la calle Infantas.
El lenguaje rico y profundo (a mí particularmente me sobra algún que otro laísmo que me chrirría) nos envuelve desde el primer momento, haciendo literatura del lenguaje popular, de las tonadillas, jotas y chotis, acercándonos al Madrid de los años cuarenta primero, los setenta después, para finalizar en el mes de noviembre de 1975.
Pero sin duda alguna el aspecto que más logra llamar la atención de la novela es la ingenuidad que da nombre al título del libro, ingenuidad de los protagonistas ante las diferentes situaciones en que se encuentran. Manuel Longares consigue que toda la novela esté inmersa en un tono amable, como si se hubiese contagiado de la propia ingenuidad de los personajes, hasta tal punto que los dramas apenas son tales y simplemente se perfilan para señalar que están ahí.
Una novela agradable, de lectura ágil, que nos mantiene siempre atentos, para comprobar si las expectativas de los Herrero se cumplen o no. Un narrador genial que no tiene que demostrar nada, simplemente nos cuenta una historia, o varias historias, y lo hace de manera personal, dando voz a quien sí tiene algo que contarnos, acercándonos a su lenguaje y sus pensamientos. Para ello se acercará más a la ironía y el humor, siempre de manera inteligente, antes que a lo dramático.

jueves, 17 de octubre de 2013

EL ÚLTIMO LAPÓN. Olivier Truc



No sucumbí a la avalancha de autores nórdicos de  novela policíaca. Y eso que llevo muchos años enganchado a Henning Mankell y su inspector Kurt Wallander -y unos cuantos menos a Jussi Alder y su Departamento Q con Carl Mock a la cabeza-,y no han faltado en el último lustro autores y libros que casi nos hicieron concebir la idea de que en el norte todo se vive en clave de novela negra.
Pero a pesar de leer numerosos de sus libros, incluso de recuperar lecturas de quienes casi habían pasado inadvertidos ante los lectores españoles, pocos han logrado que sucumbiese a su literatura. 
Stieg Larsson (debo ser de los pocos a los que sus libros se me hicieron eternos), Assa Larsson (la segunda de sus novelas editada en España era tan similar a la primera que uno se sentía, cuanto menos, confuso), Arne Dahl (inquietante y duro), Arnaldur Indridason (sobrio y con unos personajes memorables, Erlendur Sveinsson), Jo Nesbo (atrapa y no te suelta) y muchos más siguen presentes en las librerías. 
Sin duda alguna lo mejor es que tras unos años de agobio aparecen ahora novelas notables de un género que tiene muchos seguidores. Un género que se amplia continuamente pues, como sucede con El último lapón hay algo más que intriga, se convierte en un método de denuncia ante una situación a todas luces injusta.
Sí, claro que es una característica de muchas de las novelas de intriga, especialmente las procedentes de los países nórdicos, pero al contrario de lo que sucede en otras (la denuncia hace que a veces se pierda el hilo y se convierta en una especie de anotación al margen que se aleja, a medida que avanza el libro, de la trama principal). Olivier Truc nos lleva de la mano por la Laponia central, un lugar idílico que no lo es tanto. Y lo hace de la mejor manera posible, de la mano de Klemet Nango y Nina Nansa dos "policías de renos". Sí, como lo oís, dos policías pertenecientes al cuerpo que trata de establecen el orden entre los ganaderos de renos. 
El autor nos muestra el pueblo Sami en toda su esencia, hasta tal punto que de la novela se podría extraer un tratado etnológico sobre ese pueblo. No solo conocemos sus costumbres, sus ritos, su experiencia vital, sino que comprobamos con qué problemas se deben enfrentar en la actualidad.
Una novela sencilla en origen, de fácil lectura en todo momento, pero que va creando en el lector una implicación que hace que no se pueda evitar conocer algo más sobre la cultura del pueblo lapón. Con una trama notable que nos obliga a seguir leyendo y descubrir quien o quienes son los culpables del tambor sagrado, aquel con el que los chamanes se comunicaban con los muertos, y de crimen del... Bueno, lo mejor es leer el libro y no esperar a que yo trate de contarlo.
Por cierto, cada uno de los personajes, además de los dos "policías", merece toda la atención del lector y un reconocimiento al escritor culpable de su creación.

lunes, 14 de octubre de 2013

LO QUE ESCONDEN LAS ISLAS. Alfonso Vázquez



Hay libros que necesitan centenares de páginas para desarrollar una historia, y otros, en cambio, con  apenas 110 son capaces no solo de contar una historia, sino lograr que el lector se involucre en ella y saque, cuanto menos, una buena dosis de carcajadas.
Y es que si de algo se puede catalogar este libro, o este relato, como ustedes quieran, es de atrevido. O no es una osadía en los tiempos que corren lograr que el fantasma del propio Robert Louis Stevenson, el padre de La isla del tesoro, protagonice una historia junto a unos cuantos miembros de la fauna televisiva española.
Alfonso Vázquez consigue, desde la primera página, que el lector tome partido (no es nada difícil comprobando ambos bandos) y que los distintos escenarios, en especial el atolón de las islas Kiribati, aparezcan con total nitidez.
Con un lenguaje sencillo, en el que la ironía campa a sus anchas, el autor crea una narración ágil e inquietante, en la que lo surrealista de la situación se engrandece con las dosis necesarias de intriga por ver en qué acaba la cosa.
Un juego literario en el que los vencedores resultan los lectores y la literatura, ésta en su enfrentamiento con la llamada telebasura, y aquellos por el entretenimiento y humor que destila la novela. Y es que Alfonso Vázquez no trata de hacer moralina alguna, sino entretener a quienes acceden al libro. Cosa que consigue en todo momento, ya que está construido en su justa medida. Ni sobran ni faltan páginas, un mérito que no todos los escritores logran, y mucho menos quienes se aventuran en el exquisito mundo del relato.
El lector agradece el humor ocurrente, surrealista, pero también el que la historia nos cuente algo más que la simple anécdota. No estamos ante una novela construida a base de golpes u ocurrencias, al contrario, la trama y su realización es la que logra que en todo momento nos acompañe una sonrisa, cuando no una carcajada, y nos sintamos satisfechos de la lectura.
Fresco, ágil, ocurrente y muy, muy divertido, el relato nos permite pasar un buen rato además de incitarnos a la ensoñación por las idílicas islas de Samoa.

jueves, 10 de octubre de 2013

EL GANDUL Y OTROS CUENTOS. Raimundo Lozano Vellosillo



Raimundo Lozano es de esos escritores de los que recibes lo que te esperas porque lo da todo en sus libros. Aunque habría que decir en sus relatos, pues a pesar de tener sobre sus espaldas unos cuantos poemarios son los relatos los que mejor le permiten expresarse. O al menos en los que más a gusto nos encontramos sus lectores.
Sencillos, clásicos y cercanos, a pesar de las distancias de tiempo y espacio que nos separan, los relatos de Raimundo nos descubren con enorme facilidad los personajes, acontecimientos y quehaceres de nuestros pueblos y ciudades. Tratados todos por igual, con una ternura que logra que nos sintamos aliviados en cada cuento a pesar del drama que en muchos de ellos se narran.
Y digo cuentos y no relatos, como bien indica el título del libro, porque el autor logra trasladarnos en cada uno, de manera individual a un universo que reconocemos más gracias a la memoria familiar que a la individual. Hay situaciones y hechos que parecen sonarnos, que nos da la sensación hemos vivido anteriormente, pero Raimundo Lozano logra darles los giros necesarios para que aquellos cobren vida de nuevo.
Un completo manejo del lenguaje y la narrativa nos acerca aún más a aquel universo campesino del que ya apenas queda nada. Y lo hace de la mejor manera, alimentándonos con gran cantidad de vocablos que están a punto de desaparecer y que se suman, de inmediato, a nuestro vocabulario.
Pero sin duda alguna quienes mejor representan al escritor son sus personajes, no solo porque cada uno de ellos nos cuenta, aunque su aparición sea muy breve, su vida y lo que les rodea, sino porque nos los presenta de tal manera que según vamos leyendo nos da la sensación de que les conocemos desde hace mucho tiempo. El Gandul, Evarista, Balbina, don Aurelio, don Primitivo y un montón de personajes más nos muestran en las páginas del libro cómo vivían y de qué, con qué soñaban y divertían y un montón de detalles más que nos permiten reconstruir aquel mundo no muy lejano en el tiempo pero del que parece nos separa una eternidad.
No sabría decir bien si es moraleja o no lo que Raimundo nos regala al final de casi todos los cuentos, pero sí las aclaraciones necesarias para que nuestra imaginación nos acerque a crear las situaciones narradas.

martes, 8 de octubre de 2013

LA TARDE PERFECTA DE JOSÉ TOMÁS. Simon Casas




No soy taurino, las veces que he visto festejos con picadores se pueden contar con los dedos de la mano, pero debo reconocer que leyendo el libro de Simon Casas he estado tentado, en más de una ocasión, de buscar la hucha de mis ahorros y tenerla preparada para cuando José Tomás anuncie su siguiente corrida.
No sé qué es lo que me atrajo del libro, ni siquiera qué esperaba encontrar, pero sí que tengo claro que el autor logra transmitir toda la pasión que él siente por el mundo del toro, acercándonos a su esencia histórica y artística. Hasta tal punto que hay momentos en los que aparece la figura del torero de Galapagar y ofrece al lector esa maestría, esa sabiduría que ni las cámaras son capaces de reflejar.
En tres tiempos es capaz de llevarnos de la mano a la arena del Coliseo de Nimes, al Madrid bohemio y taurino de los años sesenta y a los propios entresijos de la fiesta. Y lo hace con la pasión de artista, para él "escribir es igual que torear", que se entrega en cuerpo y alma, que no pretende demostrar nada, sino narrar los acontecimientos desde su propio y personal punto de vista.
Un libro taurino, sí, pero muy literario, donde la poesía dibuja con trazo firme las distintas suertes que José Tomás regaló a los 18.000 espectadores de aquella tarde perfecta, de aquella faena llena de magia que dejó sin aliento a los testigos de un momento épico de cuyos ecos Simon Casas nos hace testigos.
Con un prólogo incitante Andrés Calamaro ofrece las primeras pinceladas de lo que el lector va a encontrarse en el libro, haciéndonos partícipes de los nervios, sensaciones y asombros que aparecerán a continuación.
Y es que a lo largo de las poco más de cien páginas del libro el empresario taurino, escritor y torero, nos ofrece un verdadero disfrute para los sentidos, pues a través de sus palabras se puede oír el roce de la capa con el toro, incluso el de este con el traje de luces; se huele la lucha titánica entre dos colosos; se observa la faena conteniendo la respiración "pases raros con los enlaces más insólitos: caleserinas, fregolinas, serpentinas, tapatías, rancheras... ¡Pases recogidos en ramos como si fueran flores" (reconozco que he tenido que pedir ayuda para entender, o tratar de entender muchos de estos términos); se grita un olé casi místico al sentir la trayectoria de Ingrato; se toca la arena como símbolo de un ritual en el que se participa; y se saborea, casi con deleitación, cada instante como si se pretendiese mantener en la lengua todo su sabor.
Un relato lírico, al menos la parte en que Simon Casas nos traslada al coso de Nimes, que nos lleva al universo de la ensoñación. Pero también reflexivo e introspectivo, que nos acerca al lado mítico y bohemio del mundo del toro y a los entresijos de una fiesta con claros y oscuros.

miércoles, 2 de octubre de 2013

LA RATA EN LLAMAS. George V. Higgins



Cuando hace unos años la editorial Libros del Asteroide publicó la novela de George V. Higgins Los amigos de Eddie Coyle hice verdaderos esfuerzos por no leerla pues tenía muy fresca en la memoria la interpretación que del personaje que daba título al libro hacía Robert Mitchum en la película del mismo título.
Pero ahora, con la aparición en la misma editorial de otro título del autor, no he dudado un instante en sumergirme en los bajos fondos del Boston de principios de los años ochenta del siglo pasado.
Sí, La rata en llamas es una historia sórdida, donde todo rezuma criminalidad y son las primeras páginas un toque de atención para quien no sepa dónde se está metiendo. El lenguaje duro, de la calle, en el que abundan descripciones bruscas, permite escuchar los gritos y bravuconadas, las amenazas, insultos y broncas dialécticas que consiguen que el lector se sitúe de inmediato en la acción.
Una acción directa, que no necesita más descripciones que las que los diversos personajes aportan en sus diálogos. No hay apenas momento de respiro, de relajación, porque siempre escuchamos la voz amarga y patibularia de uno de los protagonistas. No hay necesidad, y verdaderamente no hace falta, de narrador que nos lleve de la mano por los oscuros entresijos de la trama. Serán Jerry Fein, Leo Proctor, Jimmy Dannaher  y Billy Malatesta quienes nos dibujen a la perfección cada uno de sus movimientos, pasados, presentes y, presumiblemente, futuros.
Hay, no obstante, dos historias paralelas que se suman con vertiginosidad, hasta tal punto que hay momentos en que el lector debe pararse a pensar en cual de ellas se encuentra. Lo que no frena, en ningún caso, el desarrollo de la acción. Una acción con más de una sorpresa que, espero, quien hable del libro no trate de señalar, pues perdería parte de su encanto.
El estilo propio de Higgins -en algún lugar leí que había influido en muchos de los cineastas y escritores  de cine y novela negras de Estados Unidos entre los que cabría destacar a Quentin Tarantino, Elmore Leonard, John Grisham o Norman Mailer- atrapa de tal manera que uno se siente partícipe de las conversaciones, de los diálogos que componen la novela, hasta tal punto que uno tiene que pestañear varias veces para volver a la realidad una vez abandonado el libro.
Novela negra en el más amplio sentido de la palabra, de hecho en la contraportada se añaden citas de escritores y críticos que hacen del escritor imprescindible para los amantes del género y aquellos que pretendan cultivarlo.
Tampoco hay que olvidar el humor, corrosivo en ocasiones, que despiden muchas de las situaciones, un humor que engrandece la historia y consigue que los gestos de quien lee varíen en la misma página 

lunes, 30 de septiembre de 2013

EL ABRAZO. David Grossman y Michael Rovner



Hay libros tan tiernos y delicados que parecen traspasar las páginas del libro. Como si parte de ellos quedase impresa en quien los lee, de la misma forma que parte de quien los lee parece permanecer en sus páginas.
Ese es el caso de El abrazo, un libro lleno de preguntas y respuestas, de humanidad y sentimientos, en el que cada palabra tiene un significado propio y especial, en el que no sobra ni falta nada. 
La sencillez de las palabras y los dibujos no impide que desde que se abre el libro se centren en él los cinco sentidos, que comience a construirse un universo propio alrededor de la lectura, como si una burbuja englobase libro y lector para acompañar al niño y su madre, protagonistas del libro y de los pensamientos que tras su lectura se genera.
El abrazo es un libro bello, de cuidada factura en su exterior y completa ejecución en su interior. Un libro que permanece a nuestro lado mucho después de cerrar sus páginas, que mantiene un aroma tan agradable que se traduce en una sonrisa. Un libro que eterno, cuya lectura vuelve a comenzar en el instante en que se acaba, apto para todo tipo de lectores, sin importar ni creencias ni edad.
Un regalo en toda regla que seguro ocupará un espacio privilegiado tanto en la casa como en el corazón. Amable, coherente, tierno y sencillo, sin más pretensión que dibujar un encuentro entre el yo y nuestro alrededor. Mérito de los autores, David Grossman y Michal Rovner, pero también de la traductora, Raquel García Lozano, que ha sabido transmitirnos a quienes no podemos acudir al original hebreo la esencia completa del libro. 

jueves, 26 de septiembre de 2013

HA VUELTO. Timur Vermes



Lo primero que cabe resaltar del libro es, como se puede comprobar a simple vista, la portada. Una portada tan sencilla como sugerente, que deja bien claro quien es, o al menos quien puede ser, el protagonista de la novela.
En segundo lugar el precio: 19,33 Euros. El juego de señalar el año de acceso al poder de Aldolf Hitler: 1933. 
Y en tercero la explicación que se ofrece en la contraportada del libro. Sí, es cierto que no suelo guiarme por ninguna de estas características, aunque quizá la del precio es la más chocante, y suelo apartar, o al menos dejar para más adelante, aquellas que tratan de lanzarme señales claramente comerciales.
Pero el caso es que piqué, la sinopsis me parecía lo suficientemente interesante como para leer de inmediato una novela, que quede bien claro, que nos muestra al Führer en el Berlin actual, más en concreto en el de 2011.
Antes de nada dejar dos cosas claras: ha sido una lectura notable, llena de ingenio y con una narración sobresaliente, pero no considero que tenga tanto humor como se ha pretendido vender. Sí, es pura ironía y una sátira que merece una señalización aparte, incluso hay escenas de gran comicidad y en la que el escritor ha logrado construir imágenes fácilmente reconocibles, pero no es una novela de humor al uso.
Digo esto porque estamos ante una lectura provocadora -tanto por el personaje principal, que por cierto ejerce de narrador, lo que hace que la novela se engrandezca aún más, como por las situaciones que se van generando-, antes que una novela de humor. Hay situaciones llenas de comicidad, pero abundan más los juegos satíricos que invitan a la crítica y a la reflexión.
Vermes es, al menos lo demuestra en este libro, un gran narrador, que logra que la acción no decaiga a pesar de que no ocurren acontecimientos destacables; que construye unos diálogos en los que quedan reflejadas las distintas personalidades a la perfección; que dota a la figura de Hitler de una frescura, una naturalidad que no solo lo hacen creíble, sino que demuestra el carisma que consiguió arrastrar masas.
La novela no tiene desperdicio ni como lección de historia, para los no iniciados hace un repaso completo a la jerarquía del III Reich y muchos de los acontecimientos más notables, ni como entretenimiento. Incluso se puede pensar en que estamos ante una base perfecta para realizar una película, siempre que el papel protagonista no se lo den a un actor histriónico y exagerado en sus formas.
Y respecto a la ironía que antes mencionaba, que en muchas ocasiones se pueda confundir con humor, el autor crea una atmósfera desde el inicio de la novela que antes de despejarse se afianza y hace más densa a medida que pasan las páginas. Una atmósfera en la que todos los aspectos de la sociedad quedan reflejados, incluso aquellos que nada tenemos que ver con Alemania podemos sentirnos en alguna ocasión identificados. La política, la sociedad, el pensamiento y los medios de comunicación serán los puntales en los que se apoyará Adolf Hitler para reconstruirse setenta años después.
Por no hablar de lo ingenioso del desarrollo, la profundidad de muchas de las apreciaciones y la gran documentación manejada por el autor para que todo sea aún más creíble. Inapreciables las notas que nos acercan a los personajes, estamentos y términos a los que los no alemanes estamos poco acostumbrados.

martes, 24 de septiembre de 2013

EL ARTE DE PAGAR SUS DEUDAS SIN GASTAR UN CÉNTIMO (EN DIEZ LECCIONES). Honoré de Balzac



Hay libros a los que su pequeño tamaño les suele jugar la mala pasada de quedar ocultos entre aquellos otros más robustos y con mayor presencia física. Libros que se mantienen en el más completo de los silencios hasta que aquellos que los ocultaban se mueven con intenciones nocturnas.
Es entonces cuando se repara en ellos, cuando se recuerda lo que se les ha echado de menos y, por encima de todo, cuando se recuperan unas ansias locas por leer su interior. Y por si todo esto fuese poco, una vez abierta la primera página se produce un magnetismo tal que es imposible dejar de leer.
Eso es lo que me ha ocurrido con esta pequeña joya del gran escritor francés, un libro publicado en 1827, pero que no fue incluido en las Obras completas de Balzac por "inmoral, inapropiado e inmaduro". Un verdadero juego literario que no solo ha logrado arrancarme más de una sonrisa, sino que me ha incitado a actualizar su contenido.
Sin duda alguna el primer toque de atención lo recibe el lector al comprobar su completo título: El arte de pagar sus deudas y de satisfacer a sus acreedores sin gastar un céntimo en diez lecciones o manual de derecho comercial para uso de gente arruinada, deudores, desempleados y demás consumidores sin dinero. A lo que hay que añadir el autor que el propio Honoré de Balzac indica a continuación "Por el que fue mi tío, profesor emérito".
Y claro, es difícil resistir, máxime en los momentos actuales, ante tamaña invitación literaria. Invitación que implica la sumisión lectora ante cada una de las frases lapidarias, a modo de aforismos, que el narrador o compilador no deja de aportar en cada página.
Un libro sabroso, dulce y picante a la vez, que parece más actual ahora de lo que pudiera ser en el siglo XIX. Lo que demuestra de que la prosa del gran escritor francés era radiante ya en sus primeros escarceos narrativos y que no debe pasar inadvertido para quien pretenda leer lo mejor de la literatura de todos los tiempos.
No voy a negar que sus continuas reediciones en estos últimos años puedan deberse al reflejo que los lectores podemos encontrar en nuestras situaciones más cercanas y reconocibles, pero que a nadie se le escape que una vez comenzada su lectura de inmediato uno forma parte de los escenarios en que transcurre el texto, de hecho desde el inicio somos compañeros del tío de Balzac por los Baños, el restaurant de Gillet en la Porte Maillot y múltiples lugares más en los que este hizo "sus" negocios.
Para muestra quédense con una de las muchas frases que a lo largo del libro aporta el autor: 
"Mientras más deudas se tienen, más crédito se tiene; mientras menos acreedores se tienen, menos ayuda se puede esperar”.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

PAN, EDUCACIÓN, LIBERTAD. Petros Márkaris



No lo voy a negar, a estas alturas estoy más que harto de la crisis. Y no solo de ella, sino del tema recurrente a centrar en ella buena parte de nuestra propia existencia. Hasta tal punto que la mayor parte de los libros escritos en nuestro país, algunos me han agobiado tanto que he sido incapaz de avanzar más allá de la página 80 (son las páginas de cortesía que doy al esfuerzo de un escritor), le han prestado demasiada atención, llenando páginas y más páginas en ese erróneo afán (al menos así lo pienso) de demostrar que sus autores se sienten involucrados en el drama que aquella está produciendo.
Pero claro, Petros Márkaris, es otra cosa. O al menos me autoengaño (no sé si existe la palabra) pensando que su prosa, su manera de tratar la trama y, como no, la fuerza de Kostas Jaritos, su personaje, me hacen olvidar la hartura de crisis a la que me siento sometido.
Eso sin olvidar que el propio autor habló al aparecer Con el agua al cuello, de "Trilogía de la  Crisis". Que no se desdijo con la segunda entrega: Liquidación final. Y mucho menos con la presente novela que cierra la trilogía y, esperemos, no la presencia del comisario Jaritos. Aunque en algún lugar leí que tenía en mente crear un epílogo que rematase la tarea.
Lo cierto es que Márkaris nos dibuja de tal manera la Atenas actual, la primera entrega nos sumergía en 2010 mientra que esta nos lleva al último día del presente año y los primeros días del 2014, que uno  logra situarse en sus calles y plazas, en sentir las manifestaciones y cortes de tráfico, en pretender buscar las rutas alternativas para llegar a los distintos lugares emblemáticos.
Espero, y deseo, que sus premoniciones no sean tan reales como se sienten en la historia que leemos, pero, ahí están, para ser tenidas en cuenta, al menos mientras dura su lectura.
Lo cierto es que el autor heleno ha creado un personaje que está a la altura de los policías más importantes de la literatura europea y es su entorno, en especial su familia y ayudantes, el que consigue transmitir una aureola a realidad tan difícil de conseguir como de mantener al lector aislado. Hasta tal punto que es tan importante la relación existente entre los personajes como la resolución de los asesinatos.
Pan, educación, libertad  no es tan ingeniosa que Liquidación final, pero está a la altura de está en la recuperación de la memoria histórica de Grecia, en la constatación de la realidad actual del país y en los pasos que dará Jaritos para la resolución del caso. En especial en unos momentos donde la crisis impacta de lleno en el protagonista, y por lo tanto en su familia.
La destreza narrativa de Márkaris consigue atraernos de tal manera en los sucesos que parece tomamos parte de la propia historia y esperamos cualquier escusa para retomar la lectura y comprobar en qué acaba la novela.
Es cierto que la ambientación es perfecta, incluso opresiva cuando Jaritos nos indica las calles por las que circula, que los sucesos se van superponiendo y que en todo momento no parece existir un instante de descanso, pero también lo es que la investigación, no olvidemos que estamos ante una novela policíaca (por mucho que el autor se empeñe en que esta está cada vez más unida a lo social), y que tanto el comisario como el lector pretendemos desentrañarla con la mayor celeridad posible.
Y es que Jaritos, como Carvalho, Brunetti, Montalbano, Wallander, Méndez, Morck, Delicado en incluso Bevilacqua (esperemos añadir al vallisoletano Ledesma), se han convertido en esos defensores de la ley con un alma distinta a la literaria, de quienes conocemos no solo sus pericias investigadoras, sino su forma de ser y de vivir, y de quienes les rodean. Personajes de ficción que se han metido en nuestras vidas de tal manera que conocemos más de ellos que de muchos reales que tenemos a nuestro alrededor. Y eso, no lo olvidemos, es fruto y logro de quienes los crean y enseñan a crecer.
   

martes, 10 de septiembre de 2013

POR SI SE VA LA LUZ. Lara Moreno



Hay veces que hablar de un libro es complicado, cuesta que salgan las palabras mientras multitud de imágenes se amontonan en la cabeza de manera desordenada intentando explicar lo inexplicable.
Sí, Por si se va la luz es una novela de ruptura, de una pareja de habitantes de ciudad (se me antoja que grande por sus trabajos) que decide un buen día abandonarla para vivir o refugiarse en el campo, adquirir una casa en un pequeño pueblo y comenzar una nueva vida.
Hasta ahí nada más fácil de contar. Pero claro, qué sucede cuando ese mundo rural, ese campo duro y exigente se va mostrando a los ojos del lector, cuando las explicaciones en nada se parecen a la idílica narración que se intuía en las primeras líneas.
Lara Moreno no se ha conformado con volver la vista a ese entorno rural, sino que ha logrado transmitir la crudeza de sus imágenes. Que nadie quiera buscar similitudes con Intemperie de Javier Carrasco, si las hay se encuentran únicamente en la intensidad de las imágenes y el desgarro que estas producen en más de una ocasión. Cada una, por suerte para los lectores, ocupan su lugar de manera convincente.
Y es que el lirismo que despide esta narración desgarra y oprime de tal manera que en más de una ocasión te ves obligado a cerrar el libro para tomar aire. Para, instantes después, no poder evitar la atracción de esa fuerza vital que te obliga a continuar con la lectura de manera casi compulsiva, abriendo los ojos todo lo posible para evitar que la más insignificante de las imágenes narradas pasase inadvertida.
No voy a negar que en mi mente aparecieron, casi desde la primera página, imágenes de autores para los que el entorno rural, la crudeza del campo, fueron motivo de inspiración y lograron reflejarlo de tal manera que sus libros se han ido engrandeciendo con el paso del tiempo (Luis Mateo Díez, Julio Llamazares, Avelino Hernández...). Pero Lara Moreno va más allá, no tanto porque logre, como los anteriores, colocar a sus personajes al límite, al filo de esa navaja que deja al lector sin respiración, sino porque logra que veamos a estos, en especial a Martín y Nadia, la pareja protagonista, como alguien reconocible y cercano.
Las continuas reflexiones, de las que hace partícipe al lector en todo momento, los cambios físicos y psíquicos que se van produciendo en ellos, logran crear una complicidad que no desaparece ni en los momentos más dramáticos. Todo ello aumentado por las voces de quienes van contando, en primera persona, los acontecimientos de que son protagonistas.
Una  novela para disfrutar de la lectura, que se renueva a cada página y que logra que el asombro de paso a la repulsión, esta a la incertidumbre y la sorpresa, pero siempre con la necesidad de descubrir que acontece en el siguiente instante o en la página que sigue a continuación.

martes, 3 de septiembre de 2013

INQUIETUD EN EL PARAÍSO. Óscar Esquivias



Aunque a muchos les pueda resultar extraño, esta novela es la primera parte de una de las trilogías más sorprendentes, arriesgadas e inquietantes publicadas en castellano en las últimas décadas. Una trilogía con diferentes registros y que no deja de sorprender al lector en todo momento.
Desde el primer capítulo ("Dante en el Salón Rojo") el lector debe enfrentarse a su propio asombro, a la sensación de estar leyendo una historia que se va a romper de inmediato, fruto de un surrealismo que roza lo extravagante. 
Burgos, verano de 1936 Don Cosme, canónigo penitenciario de la catedral sostiene que el Purgatorio de Dante es una crónica real y que es posible acceder a él desde la mismísima Catedral de Burgos, para lo que está dispuesto a organizar una expedición que lo demuestre. Hasta ahí cualquiera se percataría de que la imaginación del autor le va a llevar por derroteros donde el absurdo, la fantasía y el humor se hacen dueños de la narración.
Pero sin tiempo para cerrar la boca se ve inmerso en otra historia que nada parece tener que ver con la anterior. Y es que estamos en el verano de 1936 y en la ciudad castellana se está preparando, con todo detalle, la sublevación contra la República
Ficción y realidad se dan la mano para construir una lectura absorvente y apasionante en la que todo se encuentra perfectamente entramado, sin fisuras ni añadidos que rompan el ritmo de la narración.
Y es que Óscar Esquivias logra dar con la clave para tener al lector en tensión durante los tres libros (la trilogía se completa con La ciudad del Gran Rey y Viene la noche), para aportarle las dosis suficientes de realidad y disparate como para que no caiga en el aburrimiento en ningún instante.
Una novela, como las dos que le siguen, fresca y subyugante, en la que no dejan de aparecer sorpresas que hacen cómplice al lector, de ofrecer señales para que éste siga uno u otro camino en su imaginación. Esquivias, que logró con este libro el Premio de la Crítica de Castilla y León, dibuja a la perfección el Burgos de los años 30, sus principales personajes y el ritmo vital de una ciudad de provincias. Hasta tal punto que el lector no tendrá ningún problema a la hora de imaginar todo lo que va sucediendo, desde los escenarios en que se mueven los personajes, hasta las características de cada uno de ellos.
Serán los personajes creados por el escritor burgalés los que verdaderamente engrandezcan la novela, desde el mencionado Don Cosme, hasta el general Dávila, encargado de inspirar el golpe militar en la región, pasando por el comandante Paisán, el doctor Albiñana, Rodrigo o Gorostiza. Personajes que tardarán mucho tiempo en apartarse de la memoria del lector, gracias a la maestría del escritor para incitar a éste y lograr que forme parte de la aventura, las aventuras, que se van desarrollando.
Y para aquellos que están un poco hartos de novelas sobre la Guerra Civil, una sola advertencia, este libro no tiene nada que ver con ella, aunque se desarrolle en sus páginas.

miércoles, 28 de agosto de 2013

NADIE QUIERA SABER. Alicia Giménez Bartlett



No recuerdo qué novela de la serie protagonizada por Petra Delicado llegó primero a mis manos, aunque seguro que si hago un pequeño esfuerzo, que no estoy dispuesto a hacer ahora, doy con la historia y el título. Pero sí recuerdo la primera vez que me encontré cara a cara con Alicia Giménez Bartlett, una primera vez en la que hubo sorpresa, ironía, humor y, porqué no decirlo, cierto misterio e intriga. Ingredientes que no pueden faltar en sus novelas. Sin olvidar, claro está, una camaradería de quienes compartimos esa pasión por el mundo de la literatura.
Así que si sus personajes, la mencionada inspectora Petra Delicado y el subinspector Fermín Garzón, ya me tenían ganado gracias a dos o tres de sus "aventuras", fue la propia autora la que logró ganarme para su causa y la de su literatura que, como bien se ha podido comprobar, tiene muchos más registros, igualmente notables e importantes.
Como suele ocurrir en los libros del género cuando son varios los títulos en los que los personajes nos muestran sus andanzas, conocemos tanto su vida profesional como la privada, sus miedos, deseos, sueños y ensoñaciones, de tal manera que no podemos evitar dotarles de un espíritu que seguro no aprecia quien se inicia en la saga por primera vez (que nadie malinterprete la palabra saga, aquí todo el sentido es, por supuesto, positivo). Es, no obstante, un libro adecuado para todo tipo de lector, y no sucede nada por comenzar con él a vivir las peripecias de una de las parejas más sobresalientes del panorama policíaco de la literatura actual.
Seguro que hay puristas que señalan la conveniencia de leer en orden los libros de la serie para no perder detalle de la forma de ser y actuar de Petra y Fermín, por mi parte reconozco que al menos los cuatro o cinco primeros (con éste son nueve ya) me los leí según fueron cayendo en mis manos, sin importarme nada orden alguno.
No sé si es por la narración en primera persona de la propia inspectora, o la forma de ser y enfrentarse ante su trabajo de la pareja (ambos son tan complementarios que casi parece una osadía nombrar a una sin hacerlo con el otro). Lo que sí tengo claro es que Alicia Giménez Bartlett logra crear una novela en la que el lector se ve implicado desde la primera línea, una novela que atrae y te incita a volver a ella con la mayor premura posible, consiguiendo que su lectura sea rápida, ágil y llena de interrogantes.
Nadie puede dudar que son los protagonistas quienes logran que me implique en la historia, que desee seguir a su lado mientras intentan desentrañar el crimen, en esta ocasión sucedido cinco años antes, compartiendo con ellos disputas dialécticas, cañas, discusiones y risas. Llegando a imaginar pensamientos de ambos que no aparecen reflejados en la novela.
Igualmente importante es la trama, la perfecta recreación de los diferentes ambientes en los que transitan los protagonistas, los diálogos (con los que de muestra la autora su calidad literaria y la inteligencia de sus planteamientos) y las situaciones en que se ven envueltos. Giménez Bartlett logra construir una historia en la que lo policial y lo privado se dan la mano para construir a la perfección la manera de vivir de los protagonistas, en especial de Petra Delicado, a quien seguimos (no hay que olvidar que es quien hace de narradora) en todo momento.
Por si todo esto fuese poco, en esta ocasión Roma comparte escenarios con la Barcelona en que suelen moverse los policías. Lo que engrandece la novela y la hace más creativa y compleja, haciendo que la lectura sea más agradecida.