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martes, 10 de septiembre de 2013

POR SI SE VA LA LUZ. Lara Moreno



Hay veces que hablar de un libro es complicado, cuesta que salgan las palabras mientras multitud de imágenes se amontonan en la cabeza de manera desordenada intentando explicar lo inexplicable.
Sí, Por si se va la luz es una novela de ruptura, de una pareja de habitantes de ciudad (se me antoja que grande por sus trabajos) que decide un buen día abandonarla para vivir o refugiarse en el campo, adquirir una casa en un pequeño pueblo y comenzar una nueva vida.
Hasta ahí nada más fácil de contar. Pero claro, qué sucede cuando ese mundo rural, ese campo duro y exigente se va mostrando a los ojos del lector, cuando las explicaciones en nada se parecen a la idílica narración que se intuía en las primeras líneas.
Lara Moreno no se ha conformado con volver la vista a ese entorno rural, sino que ha logrado transmitir la crudeza de sus imágenes. Que nadie quiera buscar similitudes con Intemperie de Javier Carrasco, si las hay se encuentran únicamente en la intensidad de las imágenes y el desgarro que estas producen en más de una ocasión. Cada una, por suerte para los lectores, ocupan su lugar de manera convincente.
Y es que el lirismo que despide esta narración desgarra y oprime de tal manera que en más de una ocasión te ves obligado a cerrar el libro para tomar aire. Para, instantes después, no poder evitar la atracción de esa fuerza vital que te obliga a continuar con la lectura de manera casi compulsiva, abriendo los ojos todo lo posible para evitar que la más insignificante de las imágenes narradas pasase inadvertida.
No voy a negar que en mi mente aparecieron, casi desde la primera página, imágenes de autores para los que el entorno rural, la crudeza del campo, fueron motivo de inspiración y lograron reflejarlo de tal manera que sus libros se han ido engrandeciendo con el paso del tiempo (Luis Mateo Díez, Julio Llamazares, Avelino Hernández...). Pero Lara Moreno va más allá, no tanto porque logre, como los anteriores, colocar a sus personajes al límite, al filo de esa navaja que deja al lector sin respiración, sino porque logra que veamos a estos, en especial a Martín y Nadia, la pareja protagonista, como alguien reconocible y cercano.
Las continuas reflexiones, de las que hace partícipe al lector en todo momento, los cambios físicos y psíquicos que se van produciendo en ellos, logran crear una complicidad que no desaparece ni en los momentos más dramáticos. Todo ello aumentado por las voces de quienes van contando, en primera persona, los acontecimientos de que son protagonistas.
Una  novela para disfrutar de la lectura, que se renueva a cada página y que logra que el asombro de paso a la repulsión, esta a la incertidumbre y la sorpresa, pero siempre con la necesidad de descubrir que acontece en el siguiente instante o en la página que sigue a continuación.

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