A pesar de lo que pueda parecer no existe ninguna relación, al menos conscientemente, entre hablar de este libro y el día de hoy. Es cierto que llevaba varios días encima de mi mesilla, pero fue anoche cuando acabó de seducirme. Y no es por su imagen en la portada, pues es algo a lo que ya estoy acostumbrado.
Tengo que reconocer que llevaba mucho tiempo sin leer a Amélie Nothomb (no puedo considerarme lector de sus obras pues únicamente he leído Higiene del asesino y Antichrista), a pesar de que sus obras pasaban por mis manos con demasiada frecuencia. Llegué a pensar que muchos de sus libros se recuperaban en nuestro país después del notable éxito de alguna de sus obras, pero no, estamos ante una escritora prolífica, que publica más de un título al año. Así que es fácil entender que tenga varios libros pendientes de leer.
Pero ha sido este, el último publicado, el que me ha vuelto a ofrecer la gran escritora que es, el perfecto dominio del lenguaje, de la trama, de los personajes. Hasta tal punto que parece que estés leyendo una novela sencilla, casi demasiado sencilla. Eso sí, hasta que las páginas empiezan a sumarse, hasta que la trama, esa trama sencilla, comienza a descubrir juegos ocultos y el lector trastabilla un poco y debe poner todos los sentidos al servicio de la lectura. Y entonces se convierte en una escritura inteligente, meditada y, en más de una ocasión sorprendente.
Es quizás, esa enorme facilidad para narrar, la que logra que el lector apenas aparte la vista del libro, que la historia transcurra como en una imagen cinematográfica. Pues poco parece importar que los hechos se sucedan, que los años pasen, todo parece pertenecer a un mismo plano.
Oirán que el libro habla del mundo de la magia, es cierto cuando dos de los protagonistas son mago y aprendiz (la tercera es la mujer del primero y ejerce como madre del segundo), pero más parece la excusa necesaria, que la verdadera temática del libro.
Un libro en el que lo más importante son las relaciones humanas, el perfecto reflejo psicológico de cada uno de los personajes. Esa relación a tres bandas, en la que no es ajeno ni el mito de Edipo, que nos va situando cada vez en un plano diferente.
Una lectura agradable. incluso en el drama, en la que todo está en su sitio y nada parece sobrar, en la que el lector se sitúa detrás de esa cámara imaginaria que permite observar lo que sucede con cada uno de los tres protagonistas. Convirtiendo, además, la lectura en un verdadero juego en el que el lector no es mero espectador, sino partícipe necesario para que se desarrolle completamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario