No recuerdo cuál fue el primer libro de Erri De Luca que cayó en mis manos, ni siquiera cuántos tengo apuntados como de obligatoria lectura. Pero lo que sí tengo claro es que es uno de los narradores más destacados del panorama literario europeo y que cada libro nuevo que aparece es perseguido por esa legión importante de seguidores fieles que crece día a día.
No sabría decir qué es lo más destacable de su literatura: los temas, que siempre parecen prometer algo diferente, la brevedad de los libros, algo de agradecer en estos tiempos en los que a muchos lectores parecen sobrarnos siempre una centena de páginas en muchos de los libros que leemos (en el cine tenemos la misma sensación, como si quitando 60 minutos la película ganara en interés), parece existir un rellleno prescindible para nosotros pero no para los autores ¿o es cosa de las editoriales? Con su forma de narrar, por lo general con Erri de Luca nos pasa que casi es secundario lo que nos cuenta, siendo lo más importante, lo verdaderamente imprescindible, cómo nos lo cuenta.
En esta ocasión lo mejor del libro son las diversas voces que lo componen, voces que engrandecen las distintas historias que confluyen en apenas una decena de páginas. Retazos de vida, de experiencias vitales, de amores y, por encima de todo, de horrores.
Estamos ante un libro corto, casi un relato, pero que invita al lector a volver a la primera página una vez acabada la última en busca de esa frase, ese mensaje, ese reflejo de dos historias que confluyen. Una narrativa tan ágil como precisa, que no necesita ningún tipo de preámbulo, ningún dibujo ilustrativo para meternos en las historias que cabalgan, casi salvajes, entre las páginas del libro. Un perfecto disfrute para el lector que, de nuevo, queda hipnotizado ante la prosa de Erri De Luca.
En esta ocasión lo mejor del libro son las diversas voces que lo componen, voces que engrandecen las distintas historias que confluyen en apenas una decena de páginas. Retazos de vida, de experiencias vitales, de amores y, por encima de todo, de horrores.
Estamos ante un libro corto, casi un relato, pero que invita al lector a volver a la primera página una vez acabada la última en busca de esa frase, ese mensaje, ese reflejo de dos historias que confluyen. Una narrativa tan ágil como precisa, que no necesita ningún tipo de preámbulo, ningún dibujo ilustrativo para meternos en las historias que cabalgan, casi salvajes, entre las páginas del libro. Un perfecto disfrute para el lector que, de nuevo, queda hipnotizado ante la prosa de Erri De Luca.
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