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domingo, 7 de abril de 2013

LA BÚSQUEDA DEL TESORO. Andrea Camilleri



Hablar a estas alturas de Andrea Camilleri o de Salvo Montalbano, su personaje, casi me parece pretencioso. No tanto porque pocos deben ser quienes no los conozcan, si es así mal hecho, sino porque he crecido con ellos. Y digo crecido casi con la convicción de haber leído prácticamente todas sus novelas, creo recordar que esta hace el número 20 de las publicadas en España.
Veinte historias que dan mucho de si, que permiten conocer al comisario Montalbano de una manera casi pasional, o al menos a esa ciudad imaginaria de Vigàta (al menos eso creo haber leído en alguna ocasión y que me quitó la ilusión de hacer un viaje solo para conocer las calles y los lugares que frecuenta). Y es que el ver envejecer a un personaje (son demasiados ya con los noto dicha sensación) te hace más fácil ponerte en su piel, pero también descubrir ese cansancio, esa desazón que parece adueñarse de él cuando las cosas parecen enrevesarse.
Sí, vemos a un Montalbano cansado, aunque más por notar que su ideología no se adapta a los tiempos que por un cansancio físico. Eso sí, también hay algo de pérdida de autoestima que será, no obstante, uno de los instrumentos de Camilleri para dotar de humanidad a su personaje.
De nuevo vuelven a acompañarnos todos aquellos secundarios sin los que la novela no sería la misma: Fazio, Mimi, Gallo, Galluzzo, Augello, Livia, Adelina y Catarella. Será esta última la que logre esos momentos cumbre, esos instantes hilarantes en los que el lector se siente incapaz de mantener el libro abierto y tiene que cerrarlo para evitar que las lágrimas de risa amenacen la integridad del libro. Por no hablar de esos lugares emblemáticos de Vigàta por los que trascurre el día a día del comisario, esa Trattoria de Enzo en la que mis jugos gástricos se alimentan de igual manera a como lo hace Montalbano. Cosa que también celebramos con los menús de Adelina y... alguna que otra sorpresa.
Veinte novelas, algunas de relatos, que antes que cansar se van asentando lentamente en mi memoria -no me extraña que en Italia Montalbano tenga aureola de héroe- y de los que ya no puedo, ni quiero prescindir.
Ya ni siquiera me importa quién es el culpable del, o de los crímenes, ni siquiera me importa la posibilidad de saberlo antes incluso que el propio comisario Montalbano, es la propia historia, su naturaleza, y la manera que tiene Camilleri de narrar, la que me atrapa desde el principio, la que logra que pase en la misma página de la seriedad más absoluta, a ese estallido sonoro de una carcajada a la que acompañan esas lágrimas antes mencionadas. 
Y es que Camilleri no solo es ocurrente e inteligente, es también capaz de lograr hacer crítica de una sociedad, de quien la gobierna y de quien se deja gobernar. Es capaz de hacernos partícipes de esos análisis de la conducta humana que tanto hacen de Montalbano lo que es, un funcionario de la ley que solo pretende hacer su trabajo y hacerlo bien.
Solo me queda decir que si algo tiene Camilleri, al menos cuando es Salvo Montalbano su protagonista, es la capacidad para entretener, para que el lector se entregue a la lectura con esa avidez de quien se encuentra totalmente integrado en la historia que se cuenta. Lo mismo da que se conozca una, varias o ninguna de sus novelas, dicho entretenimiento y atención están asegurados.

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