Después de haber leído Almas grises y La nieta del señor Linh tenía claro que su siguiente trabajo seguiría su camino casi el mismo día que se publicase. Y es que Claudel me había demostrado que era capaz de crear los textos más bellos en las condiciones más adversas, de encontrar siempre la mejor manera de expresar los acontecimientos más duros. Hasta tal punto que momentos de gran tensión, incluso aquellos en los que existe la tentación de cerrar los ojos porque imaginas lo que va a suceder, quedan suavizados gracias a la forma que tiene de expresarlos.
Ahora, por si fuera poca esa destreza, logra inundar las páginas del libro de los olores más diversos y dispersos, aquellos que son capaces de permanecer en nuestra mente y asomarse como un recuerdo. Esos aromas que se han ido almacenando y recordamos, de repente, el instante preciso en que los sentimos por primera vez.
Philippe Claudel consigue, además, no solo recuperar esos olores, esas esencias propias de su experiencia, sino que logra que seamos nosotros, los lectores, los que experimentemos también esos recuerdos olfativos, que evoquemos aquellos momentos de la infancia, de la adolescencia en lugares concretos y con personas concretas.
Con el lirismo que le caracteriza el autor nos sumerge en un estadio distinto al real, despierta en nosotros el recuerdo que acompaña el aroma, pero también que percibamos con todos los otros sentidos, pues dibuja las imágenes necesarias para que no se escape el más mínimo detalle de ese recuerdo.
63 relatos que huelen a tierra, a agua, a jabón, pero también a abrazos, a besos y juegos. Porque Claudel logra convertir cada uno de esos pequeños regalos en la recuperación de un momento concreto lleno de emoción y que parece despertar todo tipo de sensaciones inexplicables.
Un verdadero disfrute para el lector, un descubrimiento en cada texto, un recuerdo y un aroma diferente. Y. lo que es mejor, un descanso tras cada relato para recuperar algo que solo a nosotros nos pertenece.
Había leído dos libros de este autor y siempre reconocía lo bien escrito que estaban sus libros pero siempre lograban dejarme con un gusto a tristeza. En "La nieta del señor Linh" fue además sorpresa lo que me dejó, con ese final que me obligó a leer nuevamente el libro para ver que me había pasado por alto esos detalles cuando Claudel muy sutilmente dejaba caer sus palabras magistralmente en la novela.
ResponderEliminarAquí leyendo su comentario sobre este libro, que justo en este momento estoy leyéndolo, coincido totalmente, un verdadero disfrute. Me llegaron algunas aromas más que otras, "Jersey", "Despertar", etc. pero todas son provocadoras y muy bien escritas.
Felicitaciones por sus comentarios, voy a seguir mirando otras etiquetas suyas.
Lis
Gracias, pero el mérito es únicamente de Claudel, de una manera de narrar tan evocadora que ahora mismo, al contestar, es capaz de lograr, con solo recordar algunos relatos del libro, algunos de los "aromas" que creía perdidos.
Eliminar