Si algo no faltó nunca en mi casa fue un libro, los clásicos juveniles poblaban las estanterías de las distintas habitaciones y raro era el autor que no tenía varios ejemplares de sus obras. Julio Verne, Emilio Salgari, Jack London, Robert Louis Stevenson y Mark Twain ocupaban un lugar preeminente.
Lecturas que han sobrevivido en la memoria y que se han podido recuperar gracias a las nuevas ediciones llevadas a cabo estos últimos años. Nuevas traducciones que aportan, según quienes entienden, nuevas visiones de esos clásicos a los que ya se les ha quitado parte de esa etiqueta de "juvenil".
Pero quizás lo más significativo sea que, junto a esos títulos fácilmente reconocibles y que, al menos la gente de mi generación, se podrían recitar casi de memoria, se están publicando novelas menos conocidas y buena parte de los relatos o cuentos de autores como los que antes indicaba.
Buena prueba de ello son los seis relatos de Mark Twain siendo el que encabeza el que da título al libro. Relatos llenos de ingenio y humor, en los que el escritor de Tom Sawyer despliega todo su saber narrativo para construir unos textos increíblemente entretenidos y divertidos. Y es que si algo los caracteriza en su conjunto es el perfecto manejo de la ironía, de hacer normal las situaciones más disparatadas.
Desde el momento en que el lector descubre el juego al que invita el escritor mantiene una amplia sonrisa que deja bien a las claras el disfrute de cada uno de los relatos. Es cierto que cada uno elegirá su favorito, y que no todos rayan a la misma altura, pero también que no hay ninguno que desmerezca su publicación.
Eso sí, en cada uno de ellos muestra visiones diferentes y distantes de aspectos que ponen a sus protagonistas en los apuros necesarios para que el lector tenga garantizado el entretenimiento. Twain domina las descripciones, que son sencillas y claras, ilustrando con enorme maestría tanto a los diversos personajes como las situaciones en que se ven envueltos, pero crea además unos diálogos inteligentes y creíbles que aportan una mayor afinidad de el lector con los personajes.
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