Con motivo de la aparición de Los huerfanitos alguien me habló, no recuerdo quién, de Santiago Lorenzo y Los millones. Fueron tales sus palabras, lo elogios hacia la obra y el novelista, que busqué sin éxito una novela que me encuentro ahora, varios meses después, editada por Blackie Books en una bella edición en la que destaca incluso la banda publicitaria que, en la mayor parte de las ocasiones, me crea grandes dolores de cabeza. Si tienen curiosidad acérquense al libro y desplieguen la susodicha banda, es un regalo para los amantes de la nostalgia.
Por supuesto que el tema es ya de por si llamativo: "A uno del GRAPO le toca la primitiva. No puede cobrar porque no tiene DNI", sobre todo porque la historia se desarrolla en el Madrid de los años ochenta, 1986 más en concreto. Década importante e impactante en la España democrática y de la que Santiago Lorenzo coge solo lo imprescindible, no cayendo en aquellos guiños "ochetenteros" que la "movida" madrileña se ha encargado de conservar hasta la actualidad.
A pesar del tono desenfadado, sobre todo al inicio de la novela, y la ironía que despiden cada una de su descripciones Los millones no es una novela de broma, una novela netamente humorística y desenfadada. Estamos ante una narración al más puro estilo clásico, que mantiene el lenguaje y los espacios anacrónicos necesarios para situarnos en todo momento en el Madrid de la época. Y lo que parece que va a ser una novela llena de guiños a los tópicos y clichés de una década lineal, se convierte en una aventura literaria que aborda como pocas la soledad y la supervivencia.
Sí, claro que existen esos tópicos, puede que incluso el autor abuse de los nombres comerciales que acompañaron aquella etapa, pero sirven para dibujar el aspecto de aquel Madrid y en especial de sus bares, aquellos bares sin los que muchos no entenderíamos nuestra juventud y buena parte de la etapa adulta.
Una novela que se lee de un tirón, con unos personajes (Francisco y Primitiva) memorables, perfectamente elaborados y de los que, a veces con pocas pinceladas, sabemos casi todo. Y una trama inteligente, con giros sencillos pero sorprendentes, que implica al lector y le hace vivir una historia compacta y emocionante.
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