Recuerdo que, como lector casi adolescente, Las aventuras de Tom Sawyer me dejaron profundamente marcado. Descubrí un universo distinto al que el cine del Oeste americano me había dibujado y en el que junto a Tom aparecía su amigo "Huck" Finn. Así que no es extraño que sucumbiese, casi de inmediato, a unas nuevas aventuras alrededor de un río que para mí, a orillas del Duero, se convertía también en algo mítico. Hasta tal punto que, con otros amigos, imitamos al protagonista de Mark Twain y no dudamos en construir nuestra propia balsa como medio más fácil para buscar aventuras.
Ya lector adulto, recuerdo con nostalgia esas lecturas infantiles y juveniles y no dudo en volver a leer aquellos libros que dejaron una huella que aún no se ha borrado. Mismos libros y otras lecturas, no tanto por el paso del tiempo como por la nueva traducción de estos y la desaparición de aquel lenguaje infantil que trataba de acercarnos los "clásicos de aventuras" de la literatura universal.
Y que me perdonen Melville, Faulkner, Whitman, Steinbeck, Salinger, o incluso Allan Poe, pero para mí es Mark Twain el mejor escritor americano de todos los tiempos. Y Las aventuras de Huckleberry Finn el más destacado de todos sus libros y una obra maestra de la la literatura universal.
Un libro de aventuras, entretenido, divertido y que deberíamos leer en más de una ocasión, capaz de trasladarnos a las aguas del Mississippi para presentarnos un mundo de amistad, libertad y supervivencia.
Mark Twain ha logrado que los lectores de muchas edades volvamos a vernos copilotando la balsa de Huckleberry Finn y Jim, que vivamos con intensidad su viaje y la búsqueda de libertad que lleva emparejado. Y todo gracias a ese perfecto manejo del lenguaje, la plena implicación de cada uno de los personajes que atestiguan la historia, el humor que parece despejar incluso los momentos más grises, la prosa ágil, acertada, que logra que nuestros ojos vuelen por la historia mientras nuestra mente recrea cada una de sus imágenes.
Puedo asegurar que más que volver a leer a Twain, he vuelto a disfrutar de una aventura, de un viaje en el que he sentido la brisa, he escuchado los sonidos del río y he cerrado los ojos al notar que el sol de la mañana me daba en la cara.
Por si todo fuera poco, como siempre recomiendo que se lea al final, esta edición de Mondadori de 2006 viene precedida de un fantástico prólogo de Roberto Bolaño.
Mark Twain ha logrado que los lectores de muchas edades volvamos a vernos copilotando la balsa de Huckleberry Finn y Jim, que vivamos con intensidad su viaje y la búsqueda de libertad que lleva emparejado. Y todo gracias a ese perfecto manejo del lenguaje, la plena implicación de cada uno de los personajes que atestiguan la historia, el humor que parece despejar incluso los momentos más grises, la prosa ágil, acertada, que logra que nuestros ojos vuelen por la historia mientras nuestra mente recrea cada una de sus imágenes.
Puedo asegurar que más que volver a leer a Twain, he vuelto a disfrutar de una aventura, de un viaje en el que he sentido la brisa, he escuchado los sonidos del río y he cerrado los ojos al notar que el sol de la mañana me daba en la cara.
Por si todo fuera poco, como siempre recomiendo que se lea al final, esta edición de Mondadori de 2006 viene precedida de un fantástico prólogo de Roberto Bolaño.
Las aventuras de Huckleberry sonuna obra extraordinaria, pero yo, cuando tengo nostalgia de mi infancia y adolescencia, releo las aventuras de Tom Sawyer, y cada vez vuelvo a emocionarme...
ResponderEliminarLuis Nuevos Rumbos
Esa es una de las características de Twain, que cada uno elegimos a un personaje, incluso dentro de la misma aventura, diferente. Emocionarnos... ¡Qué bien suena! ¡Y qué bien nos sienta cada vez que un libro nos devuelve algo o, simplemente, nos activa los sentidos!
ResponderEliminar