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martes, 28 de mayo de 2013

EL GATO. Georges Simenon



Desde el momento que Acantilado anunció que iba a reeditar buena parte de la obra de Georges Simenon mi memoria rebuscó muchos de los títulos que en el pasado habían formado parte de la biblioteca familiar. Títulos en los que el comisario Jules Maigret nos acompañaba por uno de los espacios literarios más sugerentes de la novela policíaca europea.
Así que en el momento que salió el primero de los libros (lo hacía junto con Pietr, el Letón) no dudé un instante es elegirlo como mi próxima lectura. 
A las pocas páginas descubrí que estaba ante una de las novelas del autor belga que nada tenían que ver con Maigret y con cierto derrotismo aparqué el libro esperando un momento más adecuado para su lectura. 
Verlo bajo el montón de los libros pendientes me producía cierta desazón, pero siempre parecía encontrar otra lectura más apetecible. Y claro, llegó el momento en que, casi sin darme cuenta, volví a leer aquellas primeras páginas y, de inmediato, sucumbí a su lectura. A una lectura dura, descarnada, no por la prosa de Simenon, que creo que es más correcta e impactante que la que se ocupa del género policíaco, sino por la relación destructiva de sus protagonistas. Un relato en el que el crimen no es lo principal, pero sí lo serán sus consecuencias.
Una novela que despide tensión por todos sus poros, un conflicto que envuelve al lector que no tarda en luchar para no tomar partido por ninguna de las dos partes enfrentadas: Émile y Marguerite. Simenon logra construir una historia fuerte y vigorosa gracias a un perfecto retrato de los personajes, a ese juego psicológico en el que introducen también al lector. Ese juego que logra combinar, con notable maestría, el suspense y el temor sin tener que recurrir a lo macabro y lo desagradable.
El autor consigue retratar lo cotidiano desde todos sus aspectos, desde lo más banal e intrascendente, o al menos eso quiere que el lector crea a veces, hasta lo más sórdido y cruel. Así crea una atmósfera densa, llena de odio y enfrentamiento.
A través de poco más de 170 páginas el lector observa las escenas desde todos los ángulos posibles, dando la sensación de que puedes ver la misma imagen desde lugares distintos, como si cada protagonista hubiese narrado el mismo instante.

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