Recuerdo que comencé a leer a Forsyth impulsado por una película inspirada en una de sus novelas El cuarto protocolo. En algún momento se mencionaron otros de sus títulos y me sentí tentado de leer Chacal que sabía estaba por casa casi desde siempre. A este le siguieron muchos más (Odessa, Los perros de la guerra, La alternativa del diablo, etc...) y el autor se convirtió en uno de esos escritores que esperas con impaciencia y yo lo encontraba mucho más entretenido y estimulante que otros con mayor nombre, al menos de forma mediática.
Cuando le tocó el turno a El afgano pocos eran los libros de Forsyth que no había leído y seguía sin cansarme su estilo (aunque reconozco que en más de una ocasión las explicaciones eran demasiado exhaustivas, ya sea en armamento, transporte o situaciones políticas y geográficas). Por si fuera poco todo parecía indicar que el autor volvía a situarnos en un ambiente actual como lo había hecho en El Manifiesto Negro, donde hacía un completo y complejo desarrollo de la Rusia postcomunista y el crecimiento y poder de las mafias de dicho país. Ahora era al-Qaeda quien ponía en peligro la integridad de occidente.
El maestro de la novela de espías -hay quien coloca delante otros nombres, pero no es mi caso- vuelve a crear una novela perfectamente estructurada que mezcla realidad y ficción y que mantiene en tensión al lector desde la primera a la última página. Una novela en la que es muy fácil imaginar todo lo que acontece en ella, desde los personajes, descritos con gran maestría, hasta los lugares que van apareciendo, sin olvidar esa trama, esa intriga que Forsyth nos va presentando desde los diversos puntos de vista de los diferentes personajes.
Vuelve Mike Martin (junto con su hermano Terry, protagonistas de El Puño de Dios) a ser quien nos lleve de la mano por una historia cargada de suspense y en la que siempre parece ser posible que los acontecimientos varíen en la página siguiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario