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domingo, 5 de abril de 2020

LÍBANO- PALESTINA. VIAJE A ORIENTE. Gustave Flaubert




Hoy debería estar volando hacia el Líbano, a descubrir unas tierras que, hasta ahora, siempre se habían mostrado esquivas. Un viaje soñado y largamente preparado que, debido a la situación actual, debemos posponer para cuando sea posible.
Pero claro, antes que dejar que la sensación amarga se pose en el interior, lo mejor es buscar quien pueda contarme parte del viaje a esos territorios. Y que mejor que buscarlo en un escritor y viajero: el Gustave Flaubert  de Madame Bovary y La educación sentimental, que entre el 19 de julio al 19 de diciembre de 1850 llevó a cabo, junto  al escritor y fotógrafo Maxime Du Camp, un viaje por el Líbano, Palestina, Siria y Turquía.
Tras las vivencias en Egipto, más conocidas que éstas, Flaubert se dispuso a conocer Oriente. Procedentes de Alejandría, pretendían, saliendo de Beirut, llegar a El Pireo. Su primera intención era llegar hasta Persia, pero los ajustes económicos les obligaron a contentarse con el Líbano- Palestina, Tierra Santa, Siria, Persia, Asia Menor- Turquía y Grecia. Un recorrido a todas luces fascinantes y en el que pretendían los viajeros empaparte de las diferentes culturas que se iban a encontrar en el camino.
     Como sucedía con su viaje anterior, Flaubert lo único que hace es crear un cuaderno de viaje, con anotaciones, apuntes y registros, en un intento de que nada de lo vivido y visto se perdiese. Anotaba lo esencial de cada lugar visitado, así como los acontecimientos más destacados, emociones, descubrimientos, peligros. Hay que tener siempre en cuenta que estamos ante un texto privado, sin mayor preparación que lo recogido a vuelapluma, prácticamente en el momento, o instantes después, en que está sucediendo. Por ello es de agradecer el trabajo de Lola Bermúdez Medina, quien se dedica a dar traducir y dar forma al texto.
Al ser un cuaderno puede que sorprenda cierta falta de conexión, sin duda alguna ya que estamos acostumbrados a narraciones más lineales, pero en cuanto pasan las primeras páginas se van dibujando cada uno de los instantes que Flaubert y Du Camp vivieron. 
Apuntes rápidos, impresiones precisas, a veces repetitivas e incluso demasiado cortas para quien quiera saber algo más, quien pretende que no sea la imaginación, sino Flaubert quien muestre cada escenario sentido. Pero todo con ciertas dosis de humor, de asombro, incluso de decepción ante lugares de los que el viajero francés esperaba algo más. El espacio dedicado a explicar lo que ve, las sensaciones, incluso los miedos y problemas, denotan la intensidad de lo vivido, la importancia que, en su momento, daba a lo que estaba viendo. Por no hablar de aquellos instantes en los que Flaubert descubre cosas que le llaman verdaderamente la atención y que el lector es consciente por la manera que tiene de expresarlos.
Un libro para sentir el aroma de lugares desconocidos y desde el punto de vista de un viajero, e intelectual, de mediados del siglo XIX, pero también para recordar espacios ya conocidos y que se mantienen vivos en la memoria.

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