No me considero un experto en cómics y, como ahora se cataloga, novela gráfica, pero no voy a ocultar que su lectura me ha acompañado durante toda la vida, desde los tebeos clásicos de Ibáñez, Jan, Benejam, Escobar, Gago, Moray Ambrós, Vázquez, Karpa, Rojas y un etcétera muy largo, hasta los Roca, Migoya, Santos, Pons actuales; sin olvidar todos aquellos que llenaban con sus trabajos las revistas Totem, Blue Jeans, Creepy, el Víbora o Makoki, entre otras. Y personajes que aún me acompañan en relecturas que llenan los momentos de insomnio: Tintín, Astérix y Obélix, Blueberry, el Corsario de Hierro...
Entre los muchos que pasan por mis manos semanalmente, como libros de cualquier otro género, hay muchos que se ajustan a mis gustos y expectativas, otros desconocidos, pero que me llaman la atención y, algunos más, de cuya existencia me alertan amigos, lectores. editoriales e informaciones de los diferentes medios de comunicación.
El último tahúr me llegó por este último canal, concretamente por una emisora de radio (gracias Carles), y la temática, trayectoria y comentarios sobre él, me hicieron, no solo prestarle atención, sino buscarlo inmediatamente y lograr, cosa que sucedió en apenas dos días, tenerlo en mi poder.
Es cierto que a pesar de ese impulso, frené mis deseos y esperé más de una semana en poner los ojos, y demás sentidos, en el libro, con la tranquilidad y el sosiego de quien quiere saborear desde la primera palabra del guión, hasta la última imagen (esta ya sin letra impresa alguna).
Si giro mi cabeza 180 grados tengo ante mí toda una colección de uno de mis personajes preferidos del mundo del cómic: Blueberry. Siempre he tenido, será por la influencia del cine de mi infancia y adolescencia, una predilección por el Oeste (no muy lejos está la recopilación de las aventuras del Sheriff King). Pero aunque El último tahúr nos lleva al Oeste americano de finales del XIX y principios del XX, poco tiene que ver con la estética y la narrativa de aquellos.
Si algo me llamó la atención de aquella entrevista radiofónica era el personaje que protagonizaba el libro: S. W. Erdnase (por supuesto no es el nombre auténtico del tahúr), quien en 1902 registró en la ciudad de Chicago el manual de referencia para la cartomagia. Manual que detallaba todas las trampas posibles con la baraja. De hecho el subtítulo del cómic reza así: "La fabulosa leyenda del hombre que desveló todos los trucos del mundo".
Con el estupendo guión de Rodrigo Sopeña y las precisas imágenes de Juande Pozuelo el libro es un verdadero cómic de aventuras, con un trabajo editorial sobresaliente, de acorde a una estética que no deja indiferente a nadie que se acerque a sus páginas. Y es que el notable ritmo de la historia, la limpieza de los dibujos, dotan a la historia de una dinámica perfecta para disfrutar de cada una de sus páginas.
Sin olvidar, claro está, que el perfecto trabajo de los autores se completa con la perfección de los detalles, con la completa documentación que se aprecia, más si cabe, en los contenidos extraordinarios del final.
El lector, además de disfrutar de una buena historia, como he dicho bien contada e ilustrada, podrá disfrutar de una serie de personajes reales que acentúan los avatares de Andrews, el protagonista. Los Dalton, John Wesley Hardin, Harry Houdini o los Keaton, entre otros, asomarán por las páginas de una verdadera novela gráfica.
El último tahúr me llegó por este último canal, concretamente por una emisora de radio (gracias Carles), y la temática, trayectoria y comentarios sobre él, me hicieron, no solo prestarle atención, sino buscarlo inmediatamente y lograr, cosa que sucedió en apenas dos días, tenerlo en mi poder.
Es cierto que a pesar de ese impulso, frené mis deseos y esperé más de una semana en poner los ojos, y demás sentidos, en el libro, con la tranquilidad y el sosiego de quien quiere saborear desde la primera palabra del guión, hasta la última imagen (esta ya sin letra impresa alguna).
Si giro mi cabeza 180 grados tengo ante mí toda una colección de uno de mis personajes preferidos del mundo del cómic: Blueberry. Siempre he tenido, será por la influencia del cine de mi infancia y adolescencia, una predilección por el Oeste (no muy lejos está la recopilación de las aventuras del Sheriff King). Pero aunque El último tahúr nos lleva al Oeste americano de finales del XIX y principios del XX, poco tiene que ver con la estética y la narrativa de aquellos.
Si algo me llamó la atención de aquella entrevista radiofónica era el personaje que protagonizaba el libro: S. W. Erdnase (por supuesto no es el nombre auténtico del tahúr), quien en 1902 registró en la ciudad de Chicago el manual de referencia para la cartomagia. Manual que detallaba todas las trampas posibles con la baraja. De hecho el subtítulo del cómic reza así: "La fabulosa leyenda del hombre que desveló todos los trucos del mundo".
Con el estupendo guión de Rodrigo Sopeña y las precisas imágenes de Juande Pozuelo el libro es un verdadero cómic de aventuras, con un trabajo editorial sobresaliente, de acorde a una estética que no deja indiferente a nadie que se acerque a sus páginas. Y es que el notable ritmo de la historia, la limpieza de los dibujos, dotan a la historia de una dinámica perfecta para disfrutar de cada una de sus páginas.
Sin olvidar, claro está, que el perfecto trabajo de los autores se completa con la perfección de los detalles, con la completa documentación que se aprecia, más si cabe, en los contenidos extraordinarios del final.
El lector, además de disfrutar de una buena historia, como he dicho bien contada e ilustrada, podrá disfrutar de una serie de personajes reales que acentúan los avatares de Andrews, el protagonista. Los Dalton, John Wesley Hardin, Harry Houdini o los Keaton, entre otros, asomarán por las páginas de una verdadera novela gráfica.
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