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sábado, 9 de mayo de 2020

TERRA ALTA. Javier Cercas



No suelo hacer mucho caso a los Premios Planeta, no sé si por desconfianza, o simplemente porque la obtención del Premio y la publicidad que ello conlleva me facilita la tarea de dedicar mi tiempo de lectura a otros libros que tenga que presentar a mis lectores.
De hecho en los últimos, digamos, quince años (posiblemente sean muchos más), únicamente me llamaron la atención, y por lo tanto su lectura, Riña de gatos y La marca del meridiano, de Eduardo Mendoza y Lorenzo Silva respectivamente. Claro está el papel destacado de sus autores a la hora de elegir su lectura: uno, por que es Mendoza... y otro, por que es Silva, y Bevilacqua y Chamorro, por encima de todo. 
Aunque, a fe de ser sincero, y repasando otros Premios Planeta de este siglo, hay más de uno que, pasada la inicial fiebre de la entrega de su galardón (y su suculenta cifra), me acompañaron en el tiempo de lectura.
Con Javier Cercas ocurría como con los dos antes mencionados, era el nombre del escritor, y sus libros antes escritos, lo que me atraía y predisponía a mis sentidos para poner todo de su parte en la lectura y, por encima de todo, borrar los prejuicios que suponía ser premiado.
Terra Alta rompe con la anterior narrativa de Cercas, aunque al poco que se profundizar en la lectura se descubren aspectos que la recuerdan. Desde el espacio físico en que se desarrolla la trama, la novela El monarca de las sombras finalizaba en esa región de Tarragona, hasta la reflexión histórica y moral que ambas narrativas comparten.
Sí, Terra Alta es una novela policíaca, donde el protagonista en un miembro de las fuerzas de seguridad, un Mosso d'Escuadra, de lectura ágil y llena de intriga, donde los giros continuos logran atrapar al lector y descubrir otras historias que se van gestando a medida que avanza la novela.
Historias que se van superponiendo, en realidad hay tres relatos distintos dentro de la narración, tres juegos que involucran tanto a Melchor Marín como al lector que revive los acontecimientos presentes y pasados. Pues a la trama principal, la búsqueda de los culpables del asesinado de los Adell, se suma la memoria del pasado del protagonista y el juego comparativo y reflexivo de la novela de Víctor Hugo, Los miserables.
La complicidad del relato metaliterario, la precisión e importancia del espacio físico en que suceden los acontecimientos principales, así como la propia historia de este y, por lo tanto, la particularidad que le confiere; y, por encima de todo, la atmósfera narrada que por momentos impide reconocer lo real de lo ficticio, consiguen crear una novela con varias lecturas, pero en las que sobresalen la importancia del pasado en el presente y su trascendencia en los actos de las personas. Y claro está, el eterno dilema entre la venganza y la justicia.
De este mismo autor: Las leyes de la frontera en este blog.

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