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sábado, 28 de marzo de 2020

KM 123. Andrea Camilleri


Hace 11 meses recorría Sicilia en un viaje que bien se podía interpretar como el de la búsqueda de Andrea Camilleri y su Vigata. El rastro del creador de Montalbano estaba presente en muchos de los escenarios recorridos y las imágenes de muchas lecturas iban apareciendo a medida que se sumaban los kilómetros. El carrusel de las confusiones (La giostra degli scambi) se me convirtió en mi compañero de viaje -aunque habría que decir compañeros, pues tanto la traducción al español como el original en italiano me llevaban de la mano por las carreteras de la isla-, intentando descubrir en cada pueblo, en cada calle y en cada rostro lo que el maestro agrigentino me había enseñado en sus muchos libros.
Camilleri ya estaba enfermo, tenía 93 años, pero acababa de llegar, apenas un mes antes, a las librerías su última novela: Km 123. Como fueron varios los libros protagonizados por Montalbano los comprados, este último título quedó a la espera.
Una espera que no se retrasó mucho, pues pocos meses después, tres para ser exactos, la Editorial Destino lo editaba en España, lo que lo convertía en una especie de homenaje al escritor.
No, el Km 123 no se refiere a ninguna carretera siciliana, sino al kilómetro mencionado de la Vía Aurelia de Roma y en el que Camilleri despliega toda su maestría como escritor y guionista. Hasta tal punto que esta novela de enredos, este rompecabezas de lectura fácil y dinámica, se puede leer de una sentada, casi sin pestañear.
Pero hay algo que te frena, que te obliga a leer con más parsimonia, saboreando cada detalle, cada frase, cada personaje que narra su propia visión, intentando que nada se te escape y seas capaz de entender los juegos de palabras y el doble sentido de muchas de ellas. Eso sí, junto a la intriga que produce el puzle de la propia historia, está la perfecta ironía, casi cinematográfica, que despide cada una de sus páginas y esa sensación de estar junto al escritor y no saber, si éste se ríe de ti o contigo.
Una narración inteligente, capaz de dar la vuelta a los acontecimientos con cambiar el timbre de la voz. Y es que son muchas las voces que nos "cuentan" la historia, tantas como personajes que la componen, dibujando tantas escenas como cada uno es capaz de madurar con sus palabras, sin necesidad de narrador que trate de jugar con el lector.
Camilleri vuelve a mostrarnos el mejor camino para leer, el juego inteligente que forman sus palabras y con ellas una trama ingeniosa y divertida. Con una sonrisa en los labios y el asombro marcado en el rostro es fácil de imaginar el espíritu del escritor siciliano que, no conformándose con la novela escrita y trabajada (aunque parezca una narración corta, o incluso un relato, denota la maestría de quien pule y enluce el texto, exprimiendo la literatura para que lo superfluo no llegue al lector), sino que aporta, con un fantástico epílogo, un alegato en favor de la novela negra.
"Defensa de un color" es un homenaje de Camilleri a la novela policíaca que en Italia están asociadas al "giallo" (amarillo), ya que el editor Mondadori, ya en 1929, creó una colección dedicada al género. Un texto en el que despliega una profunda admiración por todos aquellos que, a lo largo de la hitoria de la literatura, han regado con sus textos llenos de misterio e intriga.

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