QUÉ LEO HOY:

QUÉ LEO HOY: Sugerencias, debate, crítica, opinión...

lunes, 30 de marzo de 2020

FÁBRICA DE PRODIGIOS. Pablo Andrés Escapa



Hay libros que llegan a ti como por arte de magia y otros que repiten los ecos de lecturas pasadas y no olvidadas. Con Fábrica de prodigios suceden ambas cosas, pues si bien es cierto que llegó a mis manos sin apenas percatarme por la vorágine de las novedades editoriales prefiesta del Libro del año pasado, también me recordaba las buenas sensaciones de Mientras nieva sobre el mar (2007), su anterior libro de relatos (ver en este mismo blog). 
Varios meses en medio de la montaña de libros por leer, una larga espera, hasta que el libro se abre y me presenta el primero de los tres relatos largos (o incluso, novelas cortas) "Pájaro de barbería". Y me atrapa, me emociona la belleza de la prosa, el lenguaje no solo bien cuidado, sino perfecto, trabajado, hasta tal punto que la lectura se convierte en radiante, en un verdadero disfrute para los sentidos, serena y absolutamente relajante, como si recibiese un masaje alrededor de la cabeza.
Pablo Andrés Escapa recupera la mejor tradición de los contadores de cuentos, el filandón leonés que por herencia genética y lectora ha sabido recoger o el trasnocho soriano que recupera la literatura oral, y transmite al lector esa perplejidad necesaria para que el relato, la historia que está leyendo sea creíble a pesar de la importante dosis de fantasía que rezuman. Y todo desde un punto de vista urbano, no rural.
Pocos títulos se acercan a la realidad de su contenido, logrando un guiño con quien termina el libro y descubre los "prodigios" que se han gestado en las 250 páginas que lo componen. Y se percata, a su vez, del trabajo de artesanía que ha supuesto escribirlo, de esa "fábrica" que con constancia a pulido hasta el extremo cada uno de los textos, cada uno de los párrafos y cada una de las frases.
Pablo Andrés Escapa maneja con una inusual maestría la prosa poética para acortar los límites de lo real y lo irreal. Logrando reflejar en cada uno de sus textos la ambigüedad de un mundo con amplias raíces cervantinas.
En el segundo de los relatos, "Continuidad de la musa" el autor nos acerca aún más si cabe al mundo poético que tan bien maneja, con una narración divertida y llena de imaginación. Mientras que en "Diablo consentido" nos traslada a un universo propio desconcertante y lleno de enigmas que al lector implicará en un juego del que saldrá fortalecida la propia narración.
Tres novelas inquietantes, de lectura placentera, llenas de giros y sorpresas que se van solapando a medida que se van paladeando cada una de las páginas de este libro que logró, además en reconocimiento de la crítica que le concedió el XVIII Premio de la Crítica de Castilla y León.

sábado, 28 de marzo de 2020

KM 123. Andrea Camilleri


Hace 11 meses recorría Sicilia en un viaje que bien se podía interpretar como el de la búsqueda de Andrea Camilleri y su Vigata. El rastro del creador de Montalbano estaba presente en muchos de los escenarios recorridos y las imágenes de muchas lecturas iban apareciendo a medida que se sumaban los kilómetros. El carrusel de las confusiones (La giostra degli scambi) se me convirtió en mi compañero de viaje -aunque habría que decir compañeros, pues tanto la traducción al español como el original en italiano me llevaban de la mano por las carreteras de la isla-, intentando descubrir en cada pueblo, en cada calle y en cada rostro lo que el maestro agrigentino me había enseñado en sus muchos libros.
Camilleri ya estaba enfermo, tenía 93 años, pero acababa de llegar, apenas un mes antes, a las librerías su última novela: Km 123. Como fueron varios los libros protagonizados por Montalbano los comprados, este último título quedó a la espera.
Una espera que no se retrasó mucho, pues pocos meses después, tres para ser exactos, la Editorial Destino lo editaba en España, lo que lo convertía en una especie de homenaje al escritor.
No, el Km 123 no se refiere a ninguna carretera siciliana, sino al kilómetro mencionado de la Vía Aurelia de Roma y en el que Camilleri despliega toda su maestría como escritor y guionista. Hasta tal punto que esta novela de enredos, este rompecabezas de lectura fácil y dinámica, se puede leer de una sentada, casi sin pestañear.
Pero hay algo que te frena, que te obliga a leer con más parsimonia, saboreando cada detalle, cada frase, cada personaje que narra su propia visión, intentando que nada se te escape y seas capaz de entender los juegos de palabras y el doble sentido de muchas de ellas. Eso sí, junto a la intriga que produce el puzle de la propia historia, está la perfecta ironía, casi cinematográfica, que despide cada una de sus páginas y esa sensación de estar junto al escritor y no saber, si éste se ríe de ti o contigo.
Una narración inteligente, capaz de dar la vuelta a los acontecimientos con cambiar el timbre de la voz. Y es que son muchas las voces que nos "cuentan" la historia, tantas como personajes que la componen, dibujando tantas escenas como cada uno es capaz de madurar con sus palabras, sin necesidad de narrador que trate de jugar con el lector.
Camilleri vuelve a mostrarnos el mejor camino para leer, el juego inteligente que forman sus palabras y con ellas una trama ingeniosa y divertida. Con una sonrisa en los labios y el asombro marcado en el rostro es fácil de imaginar el espíritu del escritor siciliano que, no conformándose con la novela escrita y trabajada (aunque parezca una narración corta, o incluso un relato, denota la maestría de quien pule y enluce el texto, exprimiendo la literatura para que lo superfluo no llegue al lector), sino que aporta, con un fantástico epílogo, un alegato en favor de la novela negra.
"Defensa de un color" es un homenaje de Camilleri a la novela policíaca que en Italia están asociadas al "giallo" (amarillo), ya que el editor Mondadori, ya en 1929, creó una colección dedicada al género. Un texto en el que despliega una profunda admiración por todos aquellos que, a lo largo de la hitoria de la literatura, han regado con sus textos llenos de misterio e intriga.

jueves, 26 de marzo de 2020

SIDI. Arturo Pérez-Reverte




A pesar de considerarme un niño que revivió mil y una aventuras que traspasaron la lectura, el cine o la televisión, nunca me puse en la piel de El Cid. Fui Sandokán, Tarzán, Huckleberry Finn, Otto Lidenbrock (aunque de este nunca mencionaba el nombre), Ivanhoe, Pierre Aronnax, Robin Hood, Jim Hawkins, el Empecinado y un largo etcétera, pero nunca me transformé en Rodrigo Díaz de Vivar, ni siquiera en alguno de sus acompañantes. No sé si el destierro a que se vio sometido pudo más que el espíritu de aventura que en mi niñez se dibujó alrededor de su figura.
O quizá fuesen  los versos de Manuel Machao que hoy todavía mi memoria guarda:
    
                                 El ciego sol se estrella
 en las duras aristas de las armas,
 llaga de luz los petos y espaldares
      y flamea en las puntas de las lanzas. 
El ciego sol, la sed y la fatiga
 Por la terrible estepa castellana, 
                                                       al destierro, con doce de los suyos
                                                             -polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga.
                                                             Cerrado está el mesón a piedra y lodo.

Por supuesto que la figura del Cid siempre me ha llamado la atención, son varios los libros que sobre su historia y leyenda pueblan mi biblioteca, y entiendo la difícil tarea de aquellos que tratan de separar la realidad de lo mitificado, máxime cuando durante mucho tiempo fue puesto como ejemplo de demasiadas cosas hoy obsoletas para mi generación. Así que una novela sobre El Cid era casi de obligada lectura.
Y eso que, como ocultarlo, con Pérez-Reverte me debato entre el amor y el odio (literariamente hablando, claro está), pues he disfrutado mucho con algunos de sus libros (Un día de cólera, El asedio, Hombres buenos, por señalar algunos), mientras que con otros me he sentido un poco engañado, sobre todo porque sé de su capacidad como escritor.
Así que abrí Sidi con cierta cautela, con el respeto que el personaje protagonista merece y la esperanza de que el libro estuviese entre los que me acercan al amor a Pérez-Reverte. Y tengo que reconocer que, desde prácticamente la primera página el escritor y el personaje se fusionaron de tal manera que quedé atrapado entre el polvo, el sudor y el hierro. Y esta vez, por fin, fui compañero de Rodrigo Díaz de Vivar y de su destierro, percibí el cansancio de la cabalgada, la incertidumbre del mañana y la inquietud ante lo que ofrece el horizonte.
Y es que Pérez-Reverte ha sabido humanizar al protagonista, darle una humanidad del siglo XXI, en el destierro, en un lugar de frontera, con la incertidumbre de qué pasará con los que le acompañan. Ha logrado impregnar todo el libro de la figura de un líder legendario, dotándole de una realidad que supera, en mucho, los intentos que hasta ahora se habían hecho desde el mundo de la novela. Que a nadie se le olvide que de eso se trata, de una novela, bien documentada, con muchos conocimientos previos, pero una novela.
Una novela que huele a sangre, a polvo, a batalla, a valor; que permite que el lector sienta en sus propias carnes la desazón de quien vive para la guerra y solo pretende seguir haciéndolo unas jornadas más. Pero que tiene además el descaro de borrar la distancia de los siglos y mantener el lenguaje de la época en todo momento, con un esmero cuidado para que nada se escape, adecuando el ritmo de manera que el ambiente del camino, de la batalla, o del descanso pasen de las palabras a quien está leyendo el libro.
Un libro que no pretende, algo raro en los tiempos que nos ha tocado vivir, ni ensalzar ni echar por tierra la figura del protagonista, ni siquiera de los que conforman los distintos escalafones de la sociedad en que convive, simplemente narra unos sucesos que pudieron o no ser de la manera que se trata, pero que al contrario que ajustar cuentas, ofrece al lector la narración de una historia donde la vida adquiere una importancia bien distinta a la actual.





domingo, 22 de marzo de 2020

LA ESTRATEGIA DEL COCODRILO. Katrine Engberg


   No estoy acostumbrado a recibir regalos en forma de libros, y menos que estos hayan sido adquiridos en mi librería, así que cuando esto se produce saboreo sus páginas en honor de quien me los ha regalado, sabiendo es importante.
Lo primero que debo señalar es que a pesar de la amplia selección de novela nórdica que ha llegado a nuestras librerías en los últimos años (a Dinamarca se le incluye dentro de este baremo) no recuerdo haber leído a escritores daneses en los últimos años salvo Sissel-Jo Gazan. Ni anteriormente, pues salvo Sven Hassel-mantenía las nacionalidades alemana y española, además de la danesa-, cuyos libros sobre la Segunda Guerra Mundial poblaban las bibliotecas, y las casas, hace cuarenta años y, por supuesto, Hans Christian Andersen, pocos son, al menos de manera consciente, los libros de autores daneses que han llegado a mis manos.
La estrategia del cocodrilo pertenece a la colección Maeva Noir, por lo tanto no hay que pensar mucho para percatarse del género al que pertenece la novela, lo que, junto con las cuatro primeras páginas que componen el prólogo, resulta muy sugerente para el lector que busca unos momentos entretenidos. No voy a negar que antes de nada debo apartar los prejuicios que tengo -salvo contadas excepciones y que fácilmente se pueden comprobar en este blog- con los escritores y escritoras de novela negra escandinavos. No porque no me gusten sus tramas y sus desarrollos, ni siquiera por el problema que a veces suponen los nombres propios y los topónimos, sino por esa especie de moralina que intentan mostrar los autores, por esa necesidad de abordar, a veces con excesivas demostraciones de la realidad, los problemas que padecen en sus diferentes sociedades.
Sí, es cierto que en La estrategia del cocodrilo también se abordan una serie de problemas que provocan los embarazos no deseados en los más jóvenes, pero también que la autora no trata de evangelizar ni llenar de ejemplos, sino que forma parte de la propia trama del libro. Incluso la problemática personal que parece suelen llevar siempre consigo las fuerzas de seguridad de los países escandinavos son, en esta ocasión, apenas insinuadas en las figuras de los inspectores Jeppe y Anette, en especial el primero que aún no se ha recuperado de una dolorosa separación.
Katrine Engberg, de quien no creo se haya publicado más obras en España, construye una muy buena novela, enganchando al lector con unos acontecimientos sencillos, pero inquietantes, mostrando unas cartas que incitan a sentarte en la mesa y jugar. Deja los subterfugios para más tarde, cuando los acontecimientos se van complicando, pero sin abandonar en ningún momento la sinceridad. Como lector odio que las casualidades resuelvan las intrigas, que las coincidencias inexplicables aclaren las dudas de los protagonistas, que la insignificancia de una palabra solucionen el embrollo en el que se ha metido el escritor; no me gusta, nada, que el narrador juegue conmigo como si mi edad fuese muy inferior a la suya, al contrario, disfruto cuando el escritor me invita a ser partícipe del juego, cuando visualizo todo los que está aconteciendo en la novela. No pretendo alterar nada de lo que en ella está sucediendo, al contrario, me gusta poder advertir, insinuar, equivocarme, aparcar por unos instantes el libro e imaginar que puede suceder después.
Y todos estos deseos son los que Katrine Engberg me permite conseguir en su novela, pues atrapa sin brusquedad, te va metiendo en la historia poco a poco, sin importarte en ningún momento no ser capaz de recordar el nombre de los barrios, las calles y las plazas de Copenhague. Y, lo que es más importante, te mantiene en vilo durante toda la lectura, sin cansancio ni altibajos, impidiéndote dejar, apenas unos minutos, las páginas del libro. No he tenido la conciencia de estar enganchado a él, pero tenía la extraña necesidad de conocer cómo iban a descubrirse los distintos acontecimientos que, como debe ser normal, no voy a mencionar.
Gracias Maite por el regalo de esta lectura.

miércoles, 18 de marzo de 2020

LEER




Es ahora, en este encierro obligado, cuando más nos hace falta ejercer el verbo que nos permite, entre otras muchas cosas, movernos del espacio físico tan reducido en el que nos encontramos. Es ahora cuando podemos tener en nuestras manos la herramienta que nos permite aligerar el agobio y las terribles incógnitas que nos azotan a diario. Es ahora cuando podemos formar parte de una aventura distinta pero apasionante, en la que podemos elegir entre ser meros espectadores o principales protagonistas, de conocer la fascinación por lo exótico o recuperar el hueco que en nuestra memoria dibujó un paisaje, una ciudad o unos compañeros de viaje.
Cuántas veces nos hemos quejado de no ejercer la función de leer por la falta de tiempo, por la acumulación de tareas o, simplemente por esa pereza que de vez en cuando nos sirve para contrarrestar la velocidad con que vivimos. Pues es ahora, cuando tenemos tiempo, cuando las horas pasan con mayor lentitud y nuestra mente se empeña en que pensemos siempre en las mismas cosas, cuando podemos acudir a ese libro que nunca comenzamos, a aquel que dejamos a medias, al regalo que siempre miramos pero nos da reparo acoger después de tanto tiempo. 
Sí, es ahora cuando podemos disfrutar y emocionarnos, viajar y recogernos, soñar y enfurecernos, vivir de otra manera los acontecimientos que nos han tocado vivir. Basta acudir a nuestro alrededor para acercarnos a las palabras que han permanecido demasiado tiempo en calma, es hora de incitarles para que sean ellas las que nos dibujen un escenario distinto, un mundo que nos atrape y nos divierta.
Es ahora cuando tenemos la necesidad de disfrutar de la vida, de vivir aquellas historias que en otros momentos parecen estarnos vetadas. Es ahora cuando debemos dejarnos llevar por la pasión de la lectura, por lograr que nuestra mente nos traslade y nos aleje, que aquellos que imaginaron vidas diferentes nos proporcionen ahora la manera de vivirlas nosotros también.
No lo dudes, coge ese libro que está a tu alcance y déjate llevar, lee sin esperar nada más que lo que suceda en sus páginas.
Y cuenta, cuenta a otros, cómo has vivido en otro cuerpo, en otra mente, sin abandonar el lugar que ahora te corresponde: tu casa.