Llevo años posponiendo un viaje a la India, así que no se me ocurría mejor manera de hacerlo que a través de un libro. Y cuál es mi sorpresa cuando descubro que el osado escritor, un portugués del que desconocía casi todo, había hecho el "viaje" en verso de Lisboa a la India. Tardé unos segundos en volver a la realidad (tuve que asegurarme, hojeando al azar varias de sus páginas, que no era una especie de introducción lo que estaba versificado), alguien se arriesgaba, en pleno siglo XXI a narrar una epopeya de esta manera tan peculiar y, lo que era más impactante, lo hacía en una editorial como Seix Barral.
No pude evitar buscar en la solapa quién era el autor del libro y tras descubrir en la contraportada lo que de él dijo José Saramago: "Ganará en Premio Nobel en menos de treinta años. Estoy convencido. No tiene derecho a escribir tan bien con sólo treinta y cinco años. Dan ganas de pegarle.", me lancé a la que esperaba iba a ser una nueva aventura literaria.
Y debo reconocer que fue mucho más que eso, pues desde los primeros versos me vi invitado a un juego literario del que aún hoy soy incapaz de apearme. No solo hay una relectura de la tradición con Os Lusíadas de Luís Vaz de Camoes, sino que el espíritu del escritor renacentista está presente en cada una de las páginas. Hay mucho de literatura, de Joyce, de Proust, de Goethe, de tradición y fábula clásica, pero todo con un aire actual que lo hace diferente, que logra que la epopeya tenga una paleta de color más cercana que la hace creíble y permite que el disfrute vaya agrandándose a medida que pasan las páginas.
Tavares maneja con soltura la ironía, dando a la palabra todo su valor, dotando al lenguaje todo su carácter evocador, señalando en cada ocasión qué verso, o versos, es el que el lector debería resaltar. No siente la necesidad de dar rodeos, su verso se ajusta a lo esencial, a mostrar a Bloom (que mejor Ulises), sus miedos y ansias de buscar la sabiduría, de dejar tras de sí la huella del pasado.
El autor portugués nos regala una novela en verso que logra aunar lo clásico con lo moderno, lo oriental con lo occidental, lo espiritual con lo material. Y lo hace de tal manera que invita, o mejor dicho incita, a la reflexión, demostrando el humanista que lleva dentro y logrando que el lector se implique de una manera nada efectista, pero si comprometida con la propia literatura, con ese ritmo acompasado que es la poesía.
Un viaje distinto, que nos exige también poner los cinco sentidos para lograr que nade se nos escape, que merezca la pena el esfuerzo de prestar atención a cada canto, a cada verso, a cada palabra.
No pude evitar buscar en la solapa quién era el autor del libro y tras descubrir en la contraportada lo que de él dijo José Saramago: "Ganará en Premio Nobel en menos de treinta años. Estoy convencido. No tiene derecho a escribir tan bien con sólo treinta y cinco años. Dan ganas de pegarle.", me lancé a la que esperaba iba a ser una nueva aventura literaria.
Y debo reconocer que fue mucho más que eso, pues desde los primeros versos me vi invitado a un juego literario del que aún hoy soy incapaz de apearme. No solo hay una relectura de la tradición con Os Lusíadas de Luís Vaz de Camoes, sino que el espíritu del escritor renacentista está presente en cada una de las páginas. Hay mucho de literatura, de Joyce, de Proust, de Goethe, de tradición y fábula clásica, pero todo con un aire actual que lo hace diferente, que logra que la epopeya tenga una paleta de color más cercana que la hace creíble y permite que el disfrute vaya agrandándose a medida que pasan las páginas.
Tavares maneja con soltura la ironía, dando a la palabra todo su valor, dotando al lenguaje todo su carácter evocador, señalando en cada ocasión qué verso, o versos, es el que el lector debería resaltar. No siente la necesidad de dar rodeos, su verso se ajusta a lo esencial, a mostrar a Bloom (que mejor Ulises), sus miedos y ansias de buscar la sabiduría, de dejar tras de sí la huella del pasado.
El autor portugués nos regala una novela en verso que logra aunar lo clásico con lo moderno, lo oriental con lo occidental, lo espiritual con lo material. Y lo hace de tal manera que invita, o mejor dicho incita, a la reflexión, demostrando el humanista que lleva dentro y logrando que el lector se implique de una manera nada efectista, pero si comprometida con la propia literatura, con ese ritmo acompasado que es la poesía.
Un viaje distinto, que nos exige también poner los cinco sentidos para lograr que nade se nos escape, que merezca la pena el esfuerzo de prestar atención a cada canto, a cada verso, a cada palabra.