Un libro que lanza la publicidad de "un día sin leer es un día perdido" por fuerza debe llamar la atención de cualquier lector que se precie, aunque corre el peligro de crear expectativas tan altas que dicho lector le vaya a exigir mucho, quizá demasiado.
Y bueno, si a la mencionada publicidad le acompaña la portada que aquí se puede ver, esos niños embobados tras los cristales de una librería, es fácil entender que muchos lectores se acercasen a sus páginas con la sensación de estar ante una novela diferente, que colmase las ansias de quien busca algo más que la novela de moda.
No voy a negar que ciertas publicidades logran en mí casi lo contrario, ponerme a la defensiva y, como mínimo ser más exigente con el libro, pero mi experiencia como lector me aconseja no dar nada por sentado nunca, tanto para lo bueno, como para lo malo.
Y una vez leído el libro de Marian Izaguirre -con varios libros ya en su haber que yo desconocía-, poco me importa la publicidad y sí lo que sus poco más de cuatrocientas páginas me han ofrecido. Una historia emocionante, fresca, con una lectura tan ágil que en más de una ocasión he tenido que frenar para evitar que el libro se acabase demasiado pronto.
Marian Izaguirre ha recogido todo el aroma que despide la buena literatura y la enfrascado en una novela agradable, que no necesita cargarse de acción ni de intrigas falsas para que el lector quede apasionado por sus palabras.
Y es que la autora ha logrado crear una novela a tres voces, las de sus tres personajes principales, los que nos llevan de la mano en todo momento y nos trasladan al Madrid de la posguerra sin aparatosidad, dando colorido a una ciudad de la que solo recordamos el tono gris de aquella época. Serán esas tres voces, con vidas, gustos, anhelos y "vicios" diferentes las que nos invitarán a un viaje al interior de la literatura.
Porque La vida cuando era nuestra es un libro dentro de un libro, llegando a leer (nosotros los lectores) el mismo libro que leen sus protagonistas, ese título que abre las puertas a la amistad y que será quien mejor represente el espíritu literario de los protagonistas. Porque todas las páginas despiden el aroma de la tinta, del papel añejo, la sensación de estar dentro de ese pequeño y casi oculto establecimiento que es la librería de Matías y Lola
Sí, podemos hablar de la vieja librería en una época dura de España, la lucha por la supervivencia de un librero (como es normal despierta todas mis simpatías desde la primera línea) y su mujer. Incluso podemos hablar de esa otra mujer, Alice, de su historia y de la que compartirá con Matías y Lola, pero cualquier tipo de explicación además de romper la trama, nunca nos acercaría al propio libro.
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