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lunes, 15 de julio de 2013

COMETAS EN EL CIELO. Khaled Hosseini



Han pasado diez años desde que Cometas en el cielo viera la luz, diez años atrapando lectores y abriéndoles los ojos a un Afganistán diferente.
Recuerdo su lectura con una frescura extraña, con un cúmulo de sensaciones tan dispares que por momentos la dureza de las descripciones, del remordimiento y la culpa, parecía abarcar todo, mientras que la página siguiente poseía la ternura del mundo visto a través de los ojos de un niño.
Sí, por supuesto es una obra de ficción, y cierto que el autor lo dejó bien claro cuando la novela fue llevada al cine (también me gustó, pero no recuerdo tanto sus imágenes como las que me dibujaban las palabras del libro), pero para mi, como lector, me mostró la vida de Afganistán, de sus gentes.
Pero, sin duda alguna, el mayor logro de Hosseini, fue el dotar de color a cada una de sus páginas, a mostrarnos unos escenarios llenos de vida, incluso en sus momentos más dramáticos, el lograr que nos situásemos en la historia como si nosotros fuésemos compañeros de juegos de Amir y Hassan.
Y es ahí, cuando los dos niños forman parte de nuestra propia memoria, cuando el autor nos introduce de lleno en un juego de traición y cobardía, de dolor ante las acciones cometidas en los momentos de peligro. Quizá sea por ello por lo que al principio nos cueste tanto ponernos en la piel de Amir, que es quien nos cuenta la historia, porque hay algo, difícil de explicar, que nos impide ver la historia desde su propia mirada. Mas será él quien logre que nos emocionemos, que nos abramos ante los diferentes escenarios que se nos van presentando.
Khaled Hosseini crea una prosa ágil, que no se detiene siquiera en los momentos de más tensión, en las situaciones más duras y dramáticas. Logra que el lector apenas tenga tiempo para despistarse, quiere saber más, quiere auxiliar, pero también que desaparezca la vergüenza, quiere comprobar que el final es el correcto.
Una novela que deja un poso en el que convergen casi todos los sentimientos, como si el aire se volviese más espeso sin razón aparente, pero que logra que el libro se cierre (sucede varias veces a lo largo de la lectura) y se pierda la vista para asimilar las vidas compartidas.

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