Cada vez que encuentro un libro con pretensiones de humorístico no puedo por menos que echarle un vistazo y comprobar si dichas pretensiones se corresponden con la realidad. Con demasiada frecuencia descubro que no sé qué entienden por humor los editores para atreverse a usar esa palabra en alguna de las partes visibles del libro. Incluso en más de una ocasión la palabra "delirante" debería haber sido cambiada por "insufrible" o "deprimente", pero está claro que no todos sentimos los libros y su lectura de la misma forma.
No voy a negar que Australia queda para mi muy lejos, y salvo algún documental, un par de películas (algunas vistas en la juventud y que ahora no aguanto ni cinco minutos) y referencias de algunos de mis paisanos que buscaron en las antípodas el lugar donde crear una nueva vida, apenas tengo más referencias que los tópicos que he ido creando a su alrededor. Sí, Marcus Zusak, el autor de La ladrona de libros, es australiano, pero la historia sucede en nuestro continente; lo mismo que buena parte de las novelas de Colllen McCullough, en especial la saga Señores de Roma. Aunque de la escritora australiana es fácil recordar, al menos por su versión televisiva, la obra El pájaro canta hasta morir (El pájaro espino), que sí se sitúa en tierras australianas.
Por supuesto que el título El koala asesino ya de por sí despierta cierta curiosidad, o al menos así me lo pareció a mí. Aunque el subtítulo de relatos humorísticos de la Australia profunda me hacían desconfiar. Comencé la lectura con más reparos de lo acostumbrado, aunque la imagen de portada, del koala con cara de pocos amigos y la singularidad de todo lo que representaba me obligaba a imaginar, cuanto menos, una lectura diferente.
Lo primero que hay que tener en cuenta es quién es, o mejor dicho, quién era Kenneth Cook. Un periodista y presentador de televisión, escritor y guionista, pero, por encima de todo un aventurero que recorrió Australia de cabo a rabo. Fruto de esos viajes, de la búsqueda de nuevos retos y espacios desconocidos son los quince relatos que conforman este libro. Un libro cuyo nexo común es el encuentro con los más variopintos animales, muchos de ellos exclusivos del continente australiano, y la destreza, o falta de ella, para salir indemne de ellos.
Llenos de ingenio y con un humor desbordante el autor nos traslada a los rincones más dispares de Australia y nos hace primero sorprendernos por su intrepidez y audacia (hay quien lo definiría como inconsciencia), y luego por la comicidad de los hechos que narra.Y es que Kenneth Cook es todo lo más alejado a un aventurero que nos podemos imaginar: con sobrepeso, torpeza excesiva, amante de la cerveza y demás líquidos alcohólicos, con una ausencia llamativa de moreno, vago desde su infancia y un verdadero imán para los problemas. Así que con esas características ¿qué le podía salir mal en su encuentro con cocodrilos hambrientos, serpientes venenosas, cerdos furiosos, camellos enloquecidos y gatos alocados? Todo o nada, según se mire, pues siempre, de la manera más increíble e inimaginable, logra salir con vida, que no indemne.
Sin duda alguna lo mejor que desprende este libro de relatos es que, además de las sonrisas que despierta, cuando el relato leído parece insuperable, el siguiente logra sorprendernos más y lograr que dicha sonrisa se trasmute en risa, cuando no en carcajadas.
Un libro ocurrente, divertido y entretenido, que atrapa en todos sus relatos y que logra que cada uno se convierta en una verdadera historia por separado. Por supuesto que tras la lectura te quedan pocas ganas de conocer al protagonista, pero sí de seguir leyendo sus disparatadas aventuras. Esto es fácil gracias a sus otros dos libros de relatos El lagarto astronauta y El canguro alcohólico.
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