De vez en cuando, muy de ven en cuando, sientes que tienes ante ti un libro especial, un libro distinto que va a significar mucho más que un entretenimiento. No hace falta empezar a leerlo para que algo inexplicable te recorra y tengas la sensación de que ese pequeño reducto de palabras te va a llenar de manera singular. Ni siquiera, como es el caso, tienes la necesidad de observar la portada escondida tras la molesta y cada vez más insufrible banda que le colocan las editoriales para llamar la atención del lector.
Y es que en esta ocasión no hacía falta reclamo alguno, no presté siquiera un segundo a las palabras que, en la portada, trataban de mostrar el interior del libro. No hacía falta, ni siquiera descubrir el rostro completo del personaje que aparecía en la portada que, como ya he dicho, permanecía semioculto tras la banda roja.
No sabría explicar si era su reducido número de páginas (195) o que en el título apareciese la palabra "lector". Sigo, incluso después de su lectura, sin lograr explicarme, así que difícilmente lograría trasladarlo aquí, que mágica atracción me llevó a coger el libro y situarlo, sin ningún pudor, encima de todos los que había elegido para leer, llegando incluso a aparcar algunos que estaban a punto de acabarse.
Empezar a leer y sumergirme en una mundo emocionante fue todo uno. Notar como mi respiración se espaciaba, con esa lentitud y relajación que ofrece la paz y saberse partícipe de un universo en el que cada palabra es un mundo y en el que cada acontecimiento, por muy cotidiano que parezca, va a producir en mí sensaciones inesperadas instantes antes.
Reconozco que el juego de palabras que nos introducen al personaje principal, Gibrando Viñol, trató en vano de confundirme, de querer hacerme creer que estaba ante uno de esos libro en los que el humor y los dobles sentidos solo eran aptos para los lectores de la vecina Francia. No, había algo más, había que superar ese capítulo primero (apenas tres páginas y media) para penetrar de lleno en la historia, aunque para ser sincero ese capítulo inicial demostraba que el autor sabía lo que hacía y dejaba entrever una historia llena de posibilidades.
Y de repente, casi sin percatarme, el protagonista me enfrenta directamente con La Cosa, con la Zerstor 500, una máquina trituradora de libros de la Sociedad de Tratamiento y Reciclaje Natural. Y se abre ante mí todo el universo de Viñol, de su trabajo, de sus alegrías y miedos, de esos personajes que parecen nacer de la nada para cobrar una importancia de inmediato. Con apenas unas leves pinceladas el narrador nos presenta cada uno de los personajes que pueblan la novela y somos los lectores los que los creamos, imaginando, además, un futuro ajeno a las páginas que estamos leyendo.
Kpwalski, Brunner, Grinbert, Carminetti Rouget de Lisle, las hermanas Delecote o Julie tienen, cada uno de ellos tiene la fuerza suficiente como para crear un relato individual que nada tiene que ver con el libro que tenemos entre manos y que nos invitan a emocionarnos con historias vividas como lectores.
Con un lenguaje sencillo, descripciones acertadas y precisas Didierlaurent nos incita a una lectura fluida, cómoda, que ahonda, más si cabe, en el amor por los libros y la lectura: Consiguiendo que nos emocionemos con la sencillez de las cosas más elementales y sencillas, pero sin tener miedo a acercarnos a los temas más profundos. Un lenguaje que atrapa y logra que mantengamos la atención desde la primera a la última página.
El autor logra transportarnos a un universo paralelo en el que un París y unos personajes tristes y anodinos nos muestran la belleza, el amor y la humanidad, hasta tal punto que una vez acabada la página 195 hay una tentación casi irresistible de volver al inicio, de vivir de nuevo, esta vez con mayor lentitud, cada una de las páginas en que Guibrando Guiñol es protagonista.
Un libro tierno, amable, que logra que las aletas de la nariz se ensanchen presas de la emoción que solo aportan las grandes historias. Jean-Paul Didierlaurent nos ha abierto la puerta a un mundo y unos personajes que permanecen presentes y vivos más allá de lo que acontece en la novela.
Y de repente, casi sin percatarme, el protagonista me enfrenta directamente con La Cosa, con la Zerstor 500, una máquina trituradora de libros de la Sociedad de Tratamiento y Reciclaje Natural. Y se abre ante mí todo el universo de Viñol, de su trabajo, de sus alegrías y miedos, de esos personajes que parecen nacer de la nada para cobrar una importancia de inmediato. Con apenas unas leves pinceladas el narrador nos presenta cada uno de los personajes que pueblan la novela y somos los lectores los que los creamos, imaginando, además, un futuro ajeno a las páginas que estamos leyendo.
Kpwalski, Brunner, Grinbert, Carminetti Rouget de Lisle, las hermanas Delecote o Julie tienen, cada uno de ellos tiene la fuerza suficiente como para crear un relato individual que nada tiene que ver con el libro que tenemos entre manos y que nos invitan a emocionarnos con historias vividas como lectores.
Con un lenguaje sencillo, descripciones acertadas y precisas Didierlaurent nos incita a una lectura fluida, cómoda, que ahonda, más si cabe, en el amor por los libros y la lectura: Consiguiendo que nos emocionemos con la sencillez de las cosas más elementales y sencillas, pero sin tener miedo a acercarnos a los temas más profundos. Un lenguaje que atrapa y logra que mantengamos la atención desde la primera a la última página.
El autor logra transportarnos a un universo paralelo en el que un París y unos personajes tristes y anodinos nos muestran la belleza, el amor y la humanidad, hasta tal punto que una vez acabada la página 195 hay una tentación casi irresistible de volver al inicio, de vivir de nuevo, esta vez con mayor lentitud, cada una de las páginas en que Guibrando Guiñol es protagonista.
Un libro tierno, amable, que logra que las aletas de la nariz se ensanchen presas de la emoción que solo aportan las grandes historias. Jean-Paul Didierlaurent nos ha abierto la puerta a un mundo y unos personajes que permanecen presentes y vivos más allá de lo que acontece en la novela.
Me ha encantado este libro.
ResponderEliminarMe alegro mucho (perdona la tardanza en contestar, he estado mucho tiempo alejado del blog).
ResponderEliminarUn saludo y felices lecturas