Lars Mytting
logró en 2016, con “El libro de la madera”, demostrar que era un
escritor y ensayista sobresaliente. De la nada construyó un libro
que ha llegado en nuestro país a cotas inimaginables, teniendo en
cuenta su escasa publicidad, convirtiéndose a lo largo del pasado año en uno de los libros más destacados de no ficción. No resulta
pues extraño que su última novela LOS DIECISÉIS ÁRBOLES DEL SOMME despertara el interés de cientos de lectores y que las buenas
críticas se vayan sumando a la par que el aplauso de los lectores
(obtuvo el Premio de los Libreros de Noruega). No solo estamos ante
una novela brillante, escrita con una notable sensibilidad y maestría
narrativa, sino que nos envuelve de tal manera que es más que
probable que a partir de su lectura muchas cosas puedan verse de otra
manera. Intensa y llena de encanto, la novela atrapa y nos sumerge en
un universo del que no se desea salir, hasta tal punto que quizá lo
más desagradable de su lectura sea abandonarla una vez finalizada
esta.
Mytting consigue, con destacada maestría, acercarnos a la naturaleza y la tierra, hacernos conscientes de aquellas cosas que nos vinculan con ellas. Sí, de nuevo encontramos la fuerza de los árboles, de esa tierra que nos atrapa y nos mantiene vivos y que es capaz de cicatrizar cualquiera de nuestras múltiples heridas.
Pero quizá lo más significativo en la prosa del escritor noruego, además de recrear con notable soltura el escenario natural en que se mueve el personaje principal, es el manejo de la trama, de los tiempos en que se recrea la historia. Y lo hace aportándonos, en pequeñas, muy pequeñas dosis, lo justo para sigamos indagando en la lectura en el ardiente deseo de saber algo más, de llenar los vacíos que el propio protagonista intenta completar.
Una novela de historia y naturaleza, de búsqueda personal y familiar, de acercamiento al espacio que ocupa la memoria de los que se fueron. Hay pérdida sí, pero como el inicio de una historia de la que apenas se conocen los primeros enunciados.
Mytting nos abre la puerta a un mundo lleno de enigmas y lo hace de una manera sencilla, sin sobresaltos, en la que el lector va a ir tomando partido como un espectador que no puede evitar situarse en uno u otro lado del escenario.
Mytting consigue, con destacada maestría, acercarnos a la naturaleza y la tierra, hacernos conscientes de aquellas cosas que nos vinculan con ellas. Sí, de nuevo encontramos la fuerza de los árboles, de esa tierra que nos atrapa y nos mantiene vivos y que es capaz de cicatrizar cualquiera de nuestras múltiples heridas.
Pero quizá lo más significativo en la prosa del escritor noruego, además de recrear con notable soltura el escenario natural en que se mueve el personaje principal, es el manejo de la trama, de los tiempos en que se recrea la historia. Y lo hace aportándonos, en pequeñas, muy pequeñas dosis, lo justo para sigamos indagando en la lectura en el ardiente deseo de saber algo más, de llenar los vacíos que el propio protagonista intenta completar.
Una novela de historia y naturaleza, de búsqueda personal y familiar, de acercamiento al espacio que ocupa la memoria de los que se fueron. Hay pérdida sí, pero como el inicio de una historia de la que apenas se conocen los primeros enunciados.
Mytting nos abre la puerta a un mundo lleno de enigmas y lo hace de una manera sencilla, sin sobresaltos, en la que el lector va a ir tomando partido como un espectador que no puede evitar situarse en uno u otro lado del escenario.