La narrativa negra nórdica desembarcó hace unos años en nuestro país con un buen número de autores y novelas que han logrado catalogarla como un subgénero dentro de la narrativa policíaca. Steig Larsson, Jussi Alder-Olsen, Camila Läckberg, Johan Theorin, Jo Nesbo, Asa Larsson, Mari Jungstedt, Arnaldur Indridason y un buen número ocuparon durante al menos un par de años las preferencias de muchos lectores del género. Aunque descubrí alguno como Alder-Olsen -sigo pensando que Henning Mankell, siempre que esté en sus manos Wallander, está muy por encima de los demás-, muchos de los más reconocidos me dejaron indiferente en muchas de sus novelas.
Así que cuando el pasado mes de octubre llegó a las librerías españolas la novela de un autor desconocido en nuestro país, no lo coloqué entre mis preferencias. Sobre todo por que a la enorme carga publicitaria que me hacía desconfiar, se unía el últimamente recurrente tema del secuestro de niñas. Me conformé con echar un vistazo a la información que la editorial destinaba a su lanzamiento.
Pero claro, como nunca digo "de este agua no beberé", hace quince días me pareció la mejor lectura para un viaje en autobús, una compañía cómoda y entretenida que me hiciese más distendido el recorrido.
Dicho y hecho, apenas comencé a leer me sentí atrapado por la novela, por la manera de narrar de Samuel Bjork, perdonen que no sea capaz de escribir la o al lenguaje noruego atravesada por una barra, por unos personajes que descubrían mucho más de lo que acontecía en la novela y por una trama perfecta, inteligente y sugerente.
No voy a decir que estuve esperando el viaje de regreso para rematar la lectura, pero casi, y es que tanto Holger Munch como Mia Krugüer, los protagonistas de la novela, me hicieron sentir cómplice de sus pesquisas, de sus diálogos y de sus similitudes y diferencias. Hasta tal punto que he llegado a sentir pánico cuando las cosas no sucedían como se esperaba, cuando ciertos lances de la trama se escapaban a lo lo que parecía iba a ocurrir. Por no olvidar al importante número de secundarios a los que acertadas pinceladas me permitían dibujar y ponerles cara y voz dentro de mi imaginación.
Y es que Samuel Bjork ha sabido, en todo momento, construir unos sucesos tan visuales que apenas cierra los ojos el lector parece imaginar todo lo que está aconteciendo, incluso lo que va a suceder a continuación, como si todo se estuviese observado en una gran pantalla y nada quedara fuera del encuadre.
Aunque lo mejor, lo que más destacaría sería la trama orquestada a la perfección. Una trama que además de atrapar te va invitando a ir más allá, a recorrer otros caminos además de los que muestra la pareja de policías protagonistas. Sabes durante la lectura que hay algo que se te escapa, que tiene que existir algo más que la simple correlación de los sucesos, pero quieres seguir leyendo con moderación para que nada se escape. Y todo está tejido a la perfección, no hay una puntada sin hilo, ni historias superfluas que lo único que consiguen es aumentar el número de páginas, ni falsos posibles culpables que intentan despistarte.
Logra, además, transmitir la tensión, los momentos en los que el termómetro sube hasta lo inimaginable con un cambio brusco en la manera de narrar, en lograr que cuando los protagonistas estén al filo de la navaja el lector sienta el peligro, el agobio, la sensación de falta de aire que consigue que el pecho sienta cada latido, cada segundo como si fuera el más importante.
Por si todo fuera poco no se conforma con rematar la historia de manera convincente, sin coincidencias e "inspiraciones" increíbles a la que tanto nos está acostumbrando la mayor parte de los escritores de novela de intriga actuales, sino que el último cuarto del libro es memorable, conjugando las historias que se han ido sumando a lo largo de la novela de manera casi magistral y dejando un sabor de boca tan bueno que tienes deseos de pregonar que por fin has encontrado una novela del género negro que cumple a la perfección todos los requisitos.
Así que cuando el pasado mes de octubre llegó a las librerías españolas la novela de un autor desconocido en nuestro país, no lo coloqué entre mis preferencias. Sobre todo por que a la enorme carga publicitaria que me hacía desconfiar, se unía el últimamente recurrente tema del secuestro de niñas. Me conformé con echar un vistazo a la información que la editorial destinaba a su lanzamiento.
Pero claro, como nunca digo "de este agua no beberé", hace quince días me pareció la mejor lectura para un viaje en autobús, una compañía cómoda y entretenida que me hiciese más distendido el recorrido.
Dicho y hecho, apenas comencé a leer me sentí atrapado por la novela, por la manera de narrar de Samuel Bjork, perdonen que no sea capaz de escribir la o al lenguaje noruego atravesada por una barra, por unos personajes que descubrían mucho más de lo que acontecía en la novela y por una trama perfecta, inteligente y sugerente.
No voy a decir que estuve esperando el viaje de regreso para rematar la lectura, pero casi, y es que tanto Holger Munch como Mia Krugüer, los protagonistas de la novela, me hicieron sentir cómplice de sus pesquisas, de sus diálogos y de sus similitudes y diferencias. Hasta tal punto que he llegado a sentir pánico cuando las cosas no sucedían como se esperaba, cuando ciertos lances de la trama se escapaban a lo lo que parecía iba a ocurrir. Por no olvidar al importante número de secundarios a los que acertadas pinceladas me permitían dibujar y ponerles cara y voz dentro de mi imaginación.
Y es que Samuel Bjork ha sabido, en todo momento, construir unos sucesos tan visuales que apenas cierra los ojos el lector parece imaginar todo lo que está aconteciendo, incluso lo que va a suceder a continuación, como si todo se estuviese observado en una gran pantalla y nada quedara fuera del encuadre.
Aunque lo mejor, lo que más destacaría sería la trama orquestada a la perfección. Una trama que además de atrapar te va invitando a ir más allá, a recorrer otros caminos además de los que muestra la pareja de policías protagonistas. Sabes durante la lectura que hay algo que se te escapa, que tiene que existir algo más que la simple correlación de los sucesos, pero quieres seguir leyendo con moderación para que nada se escape. Y todo está tejido a la perfección, no hay una puntada sin hilo, ni historias superfluas que lo único que consiguen es aumentar el número de páginas, ni falsos posibles culpables que intentan despistarte.
Logra, además, transmitir la tensión, los momentos en los que el termómetro sube hasta lo inimaginable con un cambio brusco en la manera de narrar, en lograr que cuando los protagonistas estén al filo de la navaja el lector sienta el peligro, el agobio, la sensación de falta de aire que consigue que el pecho sienta cada latido, cada segundo como si fuera el más importante.
Por si todo fuera poco no se conforma con rematar la historia de manera convincente, sin coincidencias e "inspiraciones" increíbles a la que tanto nos está acostumbrando la mayor parte de los escritores de novela de intriga actuales, sino que el último cuarto del libro es memorable, conjugando las historias que se han ido sumando a lo largo de la novela de manera casi magistral y dejando un sabor de boca tan bueno que tienes deseos de pregonar que por fin has encontrado una novela del género negro que cumple a la perfección todos los requisitos.