No sé lo que más me sedujo de esta novela, si que su protagonista tuviese ciento cinco años, o que el nombre de Himmler apareciese asociado a la palabra venganza. El caso es que cogí el libro con la sensación de encontrarme con una historia diferente y atractiva.
Claro que lo primeros temores aparecieron cuando mostraba ciertos rasgos de similitud con El abuelo que saltó por la ventana y se largó y si es cierto que aquella me sorprendió y agradó de principio a fin, no estaba dispuesto a admitir de nuevo la misma fórmula narrativa.
Por no hablar de los adjetivos calificativos que se usaban en la publicidad para atraernos a su lectura. Todavía estoy dando vueltas al término "hilarante" con que se definía la novela (que nadie dude que sentido del humor tengo el suficiente como para sonreír, y reír si llega el caso, leyendo con destacada facilidad).
Eso sí, no voy a negar que es "divertida", "osada" e "inteligente", pues son características que pueden definirla de principio a fin. Y es que Giesbert logra crear una atmósfera tal que se hace, una vez conoces a Rose, imposible dejar la lectura, apartar la mente de una historia que se va construyendo con fuerza y tesón, traspasando el espíritu de la protagonista a quien tiene el libro entre sus manos.
Con una lectura envolvente se van sucediendo los distintos acontecimientos (el genocidio armenio, los horrores del nazismo y el maoísmo), mientras se nos presentan unos personajes ante los cuales no puedes quedarte al margen. De inmediato te posicionas, te sirven de apoyo o te entra un espasmo que bien se podría definir como ese rechazo visceral ante quien ha cometido las mayores barbaridades, ya sean estas a nivel doméstico o social.
Aunque uno de los logros más destacados del autor es conseguir que siempre estés alerta, pues aunque en más de una ocasiones puedes imaginar lo que va a suceder, hay otras en las que la sorpresa te domina y las imágenes que se imprimen en tu mente son más duras de lo que piensas unas líneas antes. Giesbert logra que la imaginación vaya, en muchas ocasiones, más allá de lo narrado, haciéndote partícipe de esas situaciones que aparecen de repente y ante las cuales poco puedes hacer. Imágenes que no siempre son dramáticas, al contrario, pues la invitación al juego erótico, o simplemente al sexo repentino, permite que la novela discurra por caminos inesperados.
Rose no solo posee la fuerza necesaria para sobrevivir, sino que hace de la alegría esa fuerza extraordinaria que le permita evadirse de los momentos más duros. Sin olvidar el importante motor que es la venganza que, en su caso, se toma bien fría.
Con una lectura envolvente se van sucediendo los distintos acontecimientos (el genocidio armenio, los horrores del nazismo y el maoísmo), mientras se nos presentan unos personajes ante los cuales no puedes quedarte al margen. De inmediato te posicionas, te sirven de apoyo o te entra un espasmo que bien se podría definir como ese rechazo visceral ante quien ha cometido las mayores barbaridades, ya sean estas a nivel doméstico o social.
Aunque uno de los logros más destacados del autor es conseguir que siempre estés alerta, pues aunque en más de una ocasiones puedes imaginar lo que va a suceder, hay otras en las que la sorpresa te domina y las imágenes que se imprimen en tu mente son más duras de lo que piensas unas líneas antes. Giesbert logra que la imaginación vaya, en muchas ocasiones, más allá de lo narrado, haciéndote partícipe de esas situaciones que aparecen de repente y ante las cuales poco puedes hacer. Imágenes que no siempre son dramáticas, al contrario, pues la invitación al juego erótico, o simplemente al sexo repentino, permite que la novela discurra por caminos inesperados.
Rose no solo posee la fuerza necesaria para sobrevivir, sino que hace de la alegría esa fuerza extraordinaria que le permita evadirse de los momentos más duros. Sin olvidar el importante motor que es la venganza que, en su caso, se toma bien fría.