Umberto Eco ha sido uno de esos escritores ante los que no he podido nunca permanecer indiferente, sobre todo en su faceta de novelista. A nadie se le escapa la importancia que tuvo en una generación de lectores -entre los que me encuentro- El nombre de la rosa. La agilidad de su trama, la perfecta descripción de personajes y escenarios y la inteligencia de cada uno de sus diálogos, abrió la puerta a una narrativa que combinaba a la perfección la historia con la intriga y el misterio. Pero sin duda alguna lo que más destacaba era la sensación de ser capaces de entretenernos y disfrutar de una novela de notable complejidad. Y claro, su exitosa adaptación cinematográfica ayudó mucho a que el nombre del escritor adquiriera una notabilidad destacada.
La complejidad de El péndulo de Foucault no restó un ápice su importancia, aunque sí dejó la aureola de que sus trabajos iban encaminados hacia lectores exigentes. No resultó pues extraño que los lectores descubriéramos entonces su verdadera esencia de semiólogo y filósofo antes que de novelista. Así que su siguiente obr La isla del día antes se convirtió en todo un estandarte de quienes buscaban algo más que una novela de entretenimiento y la reflexión del paso del tiempo y la complejidad del destino del hombre convertían al novelista en todo un clásico de la narrativa destinada a un público intelectual.
Con Baudolino su faceta de semiólogo quedó plenamente marcada, pero siguió demostrando que además de su lado humanista podía permitir que muchos lectores se atreviesen a buscar sin complejos lecturas muy distintas a las que solían ocupar las listas de los éxitos del momento.
La misteriosa llama de la reina Loana, El cementerio de Praga se sumaron a otras obras de carácter más académico y que han permitido que Umberto Eco fuese todo un referente en el mundo de la semiótica, de los procesos de la comunicación y de diversas interpretaciones de los modelos literarios. Sin olvidar, claro está, el estudio de la cultura popular, en especial en su comparación con la oficial y la elitista.
No hay que olvidar su último trabajo, Número cero, en el que mostraba los peligros de la comunicación en manos del poder, cuando la información solo sirve para atacar y mostrar un punto de vista en aras de crear líneas de opinión y desacreditar a la oposición.
No hay que olvidar su último trabajo, Número cero, en el que mostraba los peligros de la comunicación en manos del poder, cuando la información solo sirve para atacar y mostrar un punto de vista en aras de crear líneas de opinión y desacreditar a la oposición.
El pasado día 19 Umberto Eco, uno de los más importantes humanistas de los siglos XX y XXI falleció en Milán, pero nos dejó un enorme legado en libros, estudios y frases que ocupan lugares preeminentes en el mundo de la cultura. Yo me quedo con esta: "El que no lee, a los 70 años habrá vivido solo una vida. Quien lee habrá vivido 5.000 años. La lectura es una inmortalidad hacia atrás".