No lo puedo negar, me he vuelto un "lemaitreadicto". Me sedujo Nos vemos allá arriba (Premio Goncourt 2013), me turbó Vestido de novia y me atraparon Irène y Alex, además de presentarme a un personaje tan especial como es el comandante Camille Verhoeven. Así que a la espera de la aparición de la tercera entrega, Camille, bien sonaba una breve novela, de poco más de 150 páginas, que contaba no solo con el mismo protagonista, sino que sucedía en el tiempo justo después de los sucesos de Alex.
Así que en el momento que llegó a mis manos tenía bien claro que iba a imponerse a las lecturas que tenía en esos momentos. Con pausa y los nervios necesarios para que la emoción no me hiciese perder la realidad comencé una lectura calmada, atenta y llena de sensaciones.
De nuevo volví a sentir esa atmósfera opresiva que tanto caracteriza al escritor francés, una atmósfera que esta vez parece desaparecer tras los primeros acontecimientos. Aunque, eso sí, también tuve que aguantar la respiración en varias ocasiones ante lo que iba a suceder.
Fiel a su estilo, Lemaitre atrapa prácticamente desde la primera frase (no niego que la sugestión tenga también algo que ver), intuyendo el lector que algo de graves proporciones está a punto de suceder, como si se escuchase de fondo una música rítmica que poco a poco va ganando intensidad, logrando que el espectador-lector vaya inquietándose aún más.
Vuelven a ser los personajes uno de los puntales principales de la narrativa, cada uno de ellos se asoma en su justa medida y son ellos y sus actitudes las que van marcando los tiempos de la propia lectura, acelerando y reduciendo para que el lector tome el aire suficiente y se prepare para ese final que se presenta inquietante. Y esto sucede casi desde la primera página, su pequeño tamaño nos remite casi de inmediato a la fatalidad de un inminente desenlace.
Eso sí, aquí encontramos un Camille Verhoeven mucho más calmado, que apenas logra impregnarse del desconcierto general, sigue calculando cada uno de los movimientos de Jean-John, observando con detenimiento cada gesto y cada respuesta. Ingenuidad, maldad, osadía o locura; la mente con la que se tiene que enfrentar el comandante es esta vez más enigmática y desconcertante.
El lector es testigo en todo momento de los hechos narrados, de los pasos que dan las fuerzas de seguridad para resolver el alarmante caso que tienen entre manos. Acompañará a Camille, y su insustituible Louis, a lo largo de tres días narrados casi al instante, siendo consciente de que el tiempo corre en su contra y notando como el tiempo pasa inexorablemente.
Una novela de intriga, con la tensión suficiente como para que resulte imposible apartarse de sus páginas. Algo más que un puro entretenimiento, aunque este esté asegurado, una narración que muestra más de lo que cuenta, que inyecta en el lector imágenes que son ajenas al texto pero que, inevitablemente, este construye en su subconsciente.
De nuevo volví a sentir esa atmósfera opresiva que tanto caracteriza al escritor francés, una atmósfera que esta vez parece desaparecer tras los primeros acontecimientos. Aunque, eso sí, también tuve que aguantar la respiración en varias ocasiones ante lo que iba a suceder.
Fiel a su estilo, Lemaitre atrapa prácticamente desde la primera frase (no niego que la sugestión tenga también algo que ver), intuyendo el lector que algo de graves proporciones está a punto de suceder, como si se escuchase de fondo una música rítmica que poco a poco va ganando intensidad, logrando que el espectador-lector vaya inquietándose aún más.
Vuelven a ser los personajes uno de los puntales principales de la narrativa, cada uno de ellos se asoma en su justa medida y son ellos y sus actitudes las que van marcando los tiempos de la propia lectura, acelerando y reduciendo para que el lector tome el aire suficiente y se prepare para ese final que se presenta inquietante. Y esto sucede casi desde la primera página, su pequeño tamaño nos remite casi de inmediato a la fatalidad de un inminente desenlace.
Eso sí, aquí encontramos un Camille Verhoeven mucho más calmado, que apenas logra impregnarse del desconcierto general, sigue calculando cada uno de los movimientos de Jean-John, observando con detenimiento cada gesto y cada respuesta. Ingenuidad, maldad, osadía o locura; la mente con la que se tiene que enfrentar el comandante es esta vez más enigmática y desconcertante.
El lector es testigo en todo momento de los hechos narrados, de los pasos que dan las fuerzas de seguridad para resolver el alarmante caso que tienen entre manos. Acompañará a Camille, y su insustituible Louis, a lo largo de tres días narrados casi al instante, siendo consciente de que el tiempo corre en su contra y notando como el tiempo pasa inexorablemente.
Una novela de intriga, con la tensión suficiente como para que resulte imposible apartarse de sus páginas. Algo más que un puro entretenimiento, aunque este esté asegurado, una narración que muestra más de lo que cuenta, que inyecta en el lector imágenes que son ajenas al texto pero que, inevitablemente, este construye en su subconsciente.