Juan Marsé es uno de esos escritores que parecer estar tocados con la varita mágica de la credibilidad. Cualquier texto por él firmado tiene la garantía suficiente como para ser leído casi con la certeza de estar ante una lectura con mayúsculas. Con él no basta su trayectoria, sobresaliente y deslumbrante, para saber que vamos a encontrar esa parcela literaria que nos haga disfrutar como lectores.
Es cierto que las 88 páginas que componen este libro harán que en muchas ocasiones pensemos en él como una novela breve, pero tanto su narrativa, su formato, como su diseño hacen que lo sintamos como una novela que no permanecerá al margen en la trayectoria de su autor, olvidándonos de inmediato de su tamaño.
Marsé vuelve a crear su novela alrededor de la figura de un joven de 15 años, de un adolescente dispuesto a descubrir y aprender todo lo que el mundo le tiene dispuesto. Esa etapa de formación que identificamos de inmediato y en la que no nos cuesta nada sucumbir por formar parte de ella.
Sí, hablamos de la Barcelona de los años 80, de esa ciudad casi mítica que ya parece nada tener en común con la actual. Y será esa ciudad, sus calles y edificios, las gentes que la poblaban la que se mantiene tan viva en la memoria colectiva la que se presenta ante nosotros lectores y hacen innecesarias mayores descripciones que las realzadas. Juan Marsé no ve necesidad en mostrar más de lo necesario, parece prescindir de lo superfluo para centrarse en la historia de los personajes, en Bruno y la señora Pauli, pero también en el padre, la madre y los "amigos" de aquel.
Sí, hablamos de la Barcelona de los años 80, de esa ciudad casi mítica que ya parece nada tener en común con la actual. Y será esa ciudad, sus calles y edificios, las gentes que la poblaban la que se mantiene tan viva en la memoria colectiva la que se presenta ante nosotros lectores y hacen innecesarias mayores descripciones que las realzadas. Juan Marsé no ve necesidad en mostrar más de lo necesario, parece prescindir de lo superfluo para centrarse en la historia de los personajes, en Bruno y la señora Pauli, pero también en el padre, la madre y los "amigos" de aquel.
La prosa precisa de Marsé logra narrar con facilidad lo que parece difícil, mostrar con total serenidad una historia común que encierra distintas historias nada comunes. Juega con el lector a través de esas pequeñas vidas que van completando una trama que esconde en su seno algo más que las relaciones personales entre los protagonistas.
Claro que el autor juega con la memoria como parte esencial de su narrativa, pero en este caso abandona la memoria de la burguesía para fijar su atención en la que se encuentra a pie de calle, dibujando escenas magníficas con los tonos más esenciales. Y lo hace consiguiendo que el lector se sienta, en todo momento, cómodo, que no fije sus ojos en escenarios ajenos y dolorosos, sino que se sienta ese observador privilegiado que sigue los pasos de los personajes una vez que la voz del narrador ha abandonado el libro.
Además Noticias felices en aviones de papel es uno de esos libros que llaman la atención tanto por su diseño como por su formato. Con la exquisitez de la ilustradora María Hergueta, quien gracias a unas líneas claras y concisas ofrece unas imágenes llenas de frescura y notables dosis de fantasía que poco a poco envolverán el libro. Un libro realmente bello que engrandece cualquier biblioteca personal.