Leí El código da Vinci como una novela de intriga y misterio, entretenida y de ágil lectura unos meses antes de que se convirtiera en una de las novelas más leídas, y debatidas, del mundo.
Sinceramente no le supe sacar el partido "esotérico" o "religioso" que tanto dio que habla después y muchos de los comentarios sobre su lectura me resultaban chocantes en exceso. Pero hay que reconocer que gracias a la novela se engancharon muchos lectores y era fácil comprobar en cualquier aeropuerto, playa o piscina lectores de distintas nacionalidades con el libro de Dan Brown entre manos.
Con el mismo propósito leí Ángeles y demonios y recuerdo que Robert Langdon volvió a entretenerme y punto, pero ya era consciente que sus aventuras habían dejado de interesarme, aunque vuelvo a repetir que todo lector puede buscar en cualquiera de sus novelas (ficción y no realidad como algunos llegaron a interpretar) un buen entretenimiento.
Ni el Símbolo perdido, La fortaleza digital o el propio Inferno estaban dentro de mis posibles lecturas, pero cuando estás de viaje en el extranjero es difícil elegir cuando has acabado con las seleccionadas. Así que recibí con naturalidad la última de las novelas de Dan Brown.
Hasta ese momento no me había parado a observar la portada del libro para descubrir los tejados y las cúpulas de Florencia, ni siquiera que la sombra de Dante y su obra sobrevolaba por las páginas del libro. Eso sí, tuve que hacer un notable esfuerzo para borrar de mi mente la figura de Tom Hanks, pésimo interprete de Robert Langdon en la gran pantalla y que nada se ajusta a la imagen que yo me había creado en la cabeza.
La trama me enganchó de inmediato y me sumergí en la aventura como un acompañante del propio Langdon, intentando adivinar qué es los que se ocultaba tras el misterio que empezaba a dibujarse. Pero la absurda necesidad de querer demostrar el conocimiento tanto la obra de Dante como de los escenarios en que se mueven los protagonistas de la novela empezaban a cansarme.
Hasta tal punto que las explicaciones me resultaban recargadas, repetitivas e innecesarias para la lectura del libro. Es posible que al conocer Florencia, la distribución de sus calles y sus monumentos, muchas de las explicaciones se me antojaron innecesarias, máxime cuando luego algunas no aportaban nada a la trama.
Aunque no conozco Venecia y me pasaba lo mismo, eso sí, en menor medida dado que la trama apenas se desarrolla en esta ciudad.
Quizá lo que más rabia me da es que una novela de intriga y misterio, que podría ser un buen entretenimiento queda recargada en exceso. Vamos que quitando cien o ciento cincuenta páginas la novela no se habría resentido y la lectura habría sido más cómoda y ágil. No voy a negar que seguro habrá quien agradezca las descripciones y los detalle, incluso que tras la lectura se sientan atraídos por los escenarios que aparecen en la novela, pero en mi opinión un libro de estas características debe prescindir de aquello que no favorece la trama ni la puesta en escena de la misma.
La trama me enganchó de inmediato y me sumergí en la aventura como un acompañante del propio Langdon, intentando adivinar qué es los que se ocultaba tras el misterio que empezaba a dibujarse. Pero la absurda necesidad de querer demostrar el conocimiento tanto la obra de Dante como de los escenarios en que se mueven los protagonistas de la novela empezaban a cansarme.
Hasta tal punto que las explicaciones me resultaban recargadas, repetitivas e innecesarias para la lectura del libro. Es posible que al conocer Florencia, la distribución de sus calles y sus monumentos, muchas de las explicaciones se me antojaron innecesarias, máxime cuando luego algunas no aportaban nada a la trama.
Aunque no conozco Venecia y me pasaba lo mismo, eso sí, en menor medida dado que la trama apenas se desarrolla en esta ciudad.
Quizá lo que más rabia me da es que una novela de intriga y misterio, que podría ser un buen entretenimiento queda recargada en exceso. Vamos que quitando cien o ciento cincuenta páginas la novela no se habría resentido y la lectura habría sido más cómoda y ágil. No voy a negar que seguro habrá quien agradezca las descripciones y los detalle, incluso que tras la lectura se sientan atraídos por los escenarios que aparecen en la novela, pero en mi opinión un libro de estas características debe prescindir de aquello que no favorece la trama ni la puesta en escena de la misma.